“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.

NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein

“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”

Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16




martes, 30 de diciembre de 2014

Amor y paz y lo que le echen (si tiene bolis o pinturas y una superficie para pintar)





Tengo un sobrinillo (nieto) que me alucina desde hace tiempo. Lo he visto, en verano y navidades, coger un bloc y un boli, desde los siete años, irse a un rincón y reproducir lo que ha visto en cómics, películas... más lo que se inventa. Con el tiempo, empezó a usar los colores. Lo llevan al Reina Sofía, al Prado, donde sea, y lo absorbe todo como si fuera tan natural como respirar.

Me gustó mucho lo que pinto este Halloween para que sirviera de modelo al disfraz y el maquillaje que quería, así que se lo pedí a mi sobrina para "dar un poco de ilustración" a este mi blog tan soso. Me lo reservo para "adornar" algún post futuro. Pero mi sobrina me mandó los diseños que le pidió que hiciera para unas camisetas de una organización. "Unas tratan del amor y otras de la paz", le dijo; y en poco tiempo, con 15 años recién cumplidos, le entregó estos cuatro dibujos. No sé de qué va esa Asociación, pero seguro que las van a vender muy bien. Las del "amor", tan carnal, y formalmente tan complejas, me encantan... pero representar la paz con caballeros medievales totalmente "armadurados" me parece genial.

También me mandó, mi sobrina, una foto de este cuadro, que pintó con 13 años (creo que después de asistir a un cursito sobre técnicas).




Y con doce años y medio, el Ayuntamiento de Pamplona propuso un concurso sobre La Muralla (los de Iruña sabrán lo que es eso) para que participaran todos los colegios de la ciudad. Los del suyo los llevaron allí, les explicaron lo que había pasado en ese lugar y presentó esta ilustración, que se llevó el Primer Premio. En la foto de abajo, posa orgulloso con la distinción (y con unos lápices en la mano, que siempre procura llevar lo mismo que un buen fotógrafo sale siempre con su cámara). Yo no sé si estoy orgulloso y alucinado, o alucino con lo que hace y eso me enorgullece. Pero sí sé que le voy a dar la lata a mi sobri para que me vaya enviado cosas de Gonzalo Bañón de Hoyos, o Gonzalito Bañón para diferenciarlo de su padre, y dar color a algunos de mis posts.




jueves, 11 de diciembre de 2014

El segundo cordón umbilical une a los hijos con el padre (Bremen)

[Como ejercicio, se puso un micro de 10 líneas. Para complicarlo más, había que incluir una palabra. Se le preguntó al del bar y dijo "aerostático". El vídeo, que You Tube no permite insertar, forma parte del microrrelato, como lo haría una foto o una ilustración]



El segundo cordón umbilical une a los hijos con el padre
  
A Iñárritu,
que saca sueños del mismo baúl que yo,
 de la memoria de la Humanidad.



Yo no lo sabía, pero aquí estoy, en medio de una nada salvaje. Esperando a no ser. No lo supe hasta mi muerte, en que apareció mi padre, joven, fuerte y sonriente, para guiarme y darme paz y sentido. No sabía que un padre resiste a la disolución de su espíritu hasta haber guiado en la muerte hasta al último de sus hijos. Que cuando se acerca el momento de cada uno de ellos, sale de la nada en la que todavía es y se queda encima de donde está muriendo el hijo, como un globo aerostático unido a él o a ella por el cordón umbilical de la salida del mundo. Ahora se está muriendo el último de los míos. Lo recibiré con humor y amor. Transformaré su angustia en un juego, como hacía cuando el que ahora muere era un niño pequeño. Cuando se haya aclimatado a la nada de la espera lo podré dejar; y desaparecer por fin. De saber que existe este segundo cordón, pocos se habrían atrevido a tener hijos... pero ahora me alegro tanto de haberlo hecho. Sin este último acto de amor, permanecer en la nada salvaje hasta quemar la última partícula del espíritu debe de ser más duro.





(el sueño comienza en el minuto 1 del breve vídeo)


domingo, 30 de noviembre de 2014

Una lógica global de sobriedad

La frase del título, tomada (y algo alterada por mí) de Hervé Kempf, resume una reflexión a la que vuelvo una y otra vez desde hace mucho tiempo, para darme la posibilidad personal de seguir creyendo en que el mundo en que vivimos podrá sostenerse. Es este un texto moral que no contiene datos ni argumentos: podremos irlos dando, si os apetece, en los comentarios. Ni siquiera voy a criticar aquí la injusticia, ineficacia e imposibilidad de mantener el crecimiento infinito que propone este Sistema que ha inventado el Neofeudalismo.


Si es que existe una posibilidad de que dejemos de dirigirnos al abismo, si todavía estamos a tiempo de que los experimentos de negación del Sistema se conviertan en realidades, nadie debería esperar que consistan en seguir haciendo lo mismo, pero con un reparto más justo y equitativo. Si llegara a producirse un cambio salvador del paradigma, deberemos estar preparados para una vida más sobria, en la que lo humano y sus relaciones se conviertan en el eje central, sustituyendo al consumo desenfrenado de bienes materiales.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Extraña relación paterno filial (ejercicio del Bremen)


[El 19 de septiembre subí al blog un ejercicio con los mismos personajes (http://lluevenangeles.blogspot.com.es/2014/09/lou-ejercicio-del-bremen.html). En esta última sesión, con el tema "Soy un animal", me vuelven a aparecer. Solo quería señalar lo curioso de que se produzca esto, el que sin que uno mismo lo pretenda haya personajes que deciden habitar con nosotros. Es un juego divertido]


Extraña relación paterno filial

Soy el hijo que no tiene y él es el padre al que puedo educar. ¿No les parece un buen acuerdo? Con esa declaración, terminada en una pregunta sin respuesta, tras cuatro horas de contestar animosamente preguntas mal planteadas, Lou marcó el cierre del interrogatorio-conversación. Se adelantó hacia la mesa, reposó en ella los antebrazos, cruzando los dedos de las manos, y miró a los dos polis con su sonrisa abierta. Uno de ellos, enjuto y algo más viejo o al menos canoso, que apenas había dicho algunas palabras que sonaron forzadas en su visible aburrimiento, mantuvo la postura: más derrumbado que sentado en su silla con reposabrazos. Lou creyó verle un ligero movimiento en los labios, que interpretó como una burla ante el patinazo de su compañero, quien se había empeñado en tener esa segunda charla; era como si estuviera pensando “y ahora va el chaval y te cierra el interrogatorio cuando le da la gana”.
El segundo poli, más musculoso, aunque los resultados del gimnasio empezaban a convertirse en grasa, se había mantenido todo el tiempo apoyado en la mesa, con un cuaderno delante y un lápiz en la mano que no llegó a usar. Como si creyera que esa postura transmitía un interés y una voluntad que debieran preocupar a los interrogados. Dejó el lápiz sobre la mesa, vencido. Lou aprovechó para explicarles que, ya que les había ofrecido las horas que dedicaba a sacar unas monedas, estaría bien que le invitaran a unos tacos de verduras con queso en el puesto callejero que había frente a la comisaría. El poli enjuto sacó un billete de cinco dólares, lo puso en la mesa y lo deslizó hacia Lou. ¡Largo!, dijo. El chaval lo interpretó como un adiós.
El poli enjuto le dijo al otro que había tenido su momento de gloria, pero había perdido al chico para siempre: te ha dejado fuera de combate al interpretar su amistad con Big como una relación familiar. Los hechos son: que el chico vive en el semisótano de un viejo a cambio de hacerle algunas chapuzas; que ayuda un rato en una tienda de verduras a cambio de unas piezas de fruta, adora la fruta el tío; que pide monedas con esa sonrisa que le abre la puerta al alma de los peatones; gasta el escaso dinero en comer algo en puestos callejeros o en beber alguna cerveza en un bar que tenga música; pasa horas leyendo en la biblioteca; da largos paseos. ¿Te parece el miembro típico de una banda mafiosa? Big le invita a comer de vez en cuando, hacen excusiones de dos o tres días en coche. Hablan de la vida, supongo. Si puedes entender y explicarme esa relación, me ayudarás a entender el mundo; pero nada más. Línea de investigación cerrada. Déjanos en paz al chico y a mí. Todo esto ya lo vi claro, y te lo dije, en la primera charla. No te paso la cuenta de gastos por el tiempo que me has hecho perder, pero me debes el billete de cinco que le pasé.

Hicieron una parada en Baton Rouge para conseguir el CD Deja vu de CSN&Y,  Lou lo quería oír por la Interestatal 10 con destino a New Orleans.
—Gracias, Big, por parar a comprar el disco.
—Es tu viaje-regalo, Lou. Te lo has ganado por lo bien que lo has hecho con mis dos detectives favoritos. Además, cuando voy a N. O. paro a menudo en Baton para zamparme unos cangrejos en salsa.
Siguieron hablando de las comidas grasientas, del bourbon y del jazz que les esperaban. Big mezcló luego las putas que se follarían con retazos del interrogatorio que le habían hecho. Lou se dio cuenta de que los detalles de la comisaría eran demasiado precisos para proceder de terceras o cuartas fuentes, pero no comentó nada en ese momento. El vino blanco que había tomado con los cangrejos en salsa cajún había vuelto charlatán a Big. Tanto, que desde que salieron desde la capital de Louisiana fue Lou el que condujo todo el rato. También quería saber por qué ponía tantas veces el CD, sobre todo Teach your children well, el segundo tema.
—El último viaje que hicimos juntos por la 10, aunque por el extremo oeste, mi madre puso varias veces la casete y cuando sonaba ese tema lanzaba un brazo hacia atrás y me cogía la mano. Un mes después desapareció. Escuché mil veces la canción en los meses siguientes. Como si fuera su herencia.
—Pero chaval, entonces tu madre, ¿es tu madrastra? Creía que era la que vivía con el viejo en ese poblachón en el que lo más guapo es ver crecer el centeno
—Es una buena mujer. Estricta y ordenada luterana. Profe de matemáticas que ejerce con poca imaginación su trabajo. También yo tengo preguntas para ti, Big. Exactamente dos.
—Dispara.
—Una ahora y la otra más adelante. ¿Esos nudillos desollados?
—Cuando te conté que me barruntaba que Parker me la estaba metiendo por el culo, me soltaste lo de que un noble no puede permitir el desorden en su castillo, o algo así de raro, pero lo entendí y, en cuanto le juné, lo dejé para el arrastre.
—¿Delante de otros?
—De casi todos los míos.
—Tendré que cuidar las comparaciones con la Europa feudal. Te dije que te pusieras en alerta, no que actuaras. Menos mal que no lo mataste tú mismo en un bar irlandés un viernes por la noche. ¿Qué entiendes por estar alerta?
—Me importa más que sean ellos los que estén alertados de lo que pasa cuando me la juegan.
—Dejando vivo a un enemigo para toda la vida. Bueno, tampoco soy tu consiglieri, solo tu asesor para asuntos personales.
—Cuánto tienes que educar a tu Papi, ¿eh?
Los dos se sentían felices como dos adolescentes en una excursión.

A media noche, en un club, después de haberse dado una cena cajún que también Lou comió en abundancia, aunque no con el aprecio de su amigo por las salsas grasientas, con esa calidez vital que da la música y el bourbon, Big le dijo de pronto:
—Suelta la segunda pregunta.
—Por lo que has dicho del interrogatorio, quien te lo contó estaba en la sala. De los tres, yo no fui. ¿A cuál de los dos polis tienes en nómina?
—Y tú, ¿cuál te imaginas?
—El cachas, que tanto parece perseguirte.
Big le revolvió afectuosamente el pelo.
—Este es mi cachorro —dijo sonriendo con orgullo paternal.


jueves, 23 de octubre de 2014

Tengo miedo a los libros


Con las librerías atestadas, fui usando tres mesitas de libros de lecturas urgentes que ahora, por estar amontonados en equilibrios inestables, amenazan con derrumbamientos de imprevisibles consecuencias. A veces tengo que encajarlos horizontalmente, condenándolos a una difícil visibilidad  en los espacios mínimos que quedan sobre los colocados verticalmente. Por la noche, entre sueños, los oigo conversar y quejarse de su situación, hacen cálculos de los años de vida útil que me quedan de capacidad lectora, y saben que no todos ellos podrán ser leídos: les enfurece mi falta de previsión. El problema es que no los compro por impulsos estúpidos: cada uno de ellos ocupa un lugar precioso en mis necesidades, me lo he traído a casa por un razonamiento que lo convierte en moralmente imprescindible. Si tienen razón en sus aritméticas será el fracaso más grande de mi vida, que se cerrará con una lista larga de acciones pendientes que me robará esos últimos minutos de serenidad. Ayer, por ejemplo, decidí que no me apetecía cocinar y cogí dinero para comer fuera, contrariando mi postura de que no comer en casa es tonto. Me gasté el dinero en un librito de bolsillo y tuve que regresar y hacerme una tortilla de patatas, sumido en un estado de humillación por mi conducta. Cuando por la noche oigo sus conversaciones, aprieto la almohada sobre el oído que no está aplastado sobre el colchón. El temor no desaparece con esa trampa infantil. Imagino que en cualquier momento me atacarán cayéndome encima, o lanzándose sobre mi cabeza.

sábado, 11 de octubre de 2014

Ya nada sucede

Ya nada sucede
eso perteneció a los tiempos
en los que lo del deseo, lo de la voluntad, lo de la curiosidad,
cuando les sucedíamos a las cosas, que te ignoran si no vas hacia ellas.
Como polillas inocentes nos lanzábamos
sobre los puntos de luz, las oscuridades,
y salíamos chamuscados o helados de frío,
pero el mundo nos premiaba dejándonos
traspasar el cristal de la ventana cerrada.

¿Mereció el placer, vale desde el hoy la pena?
Las preguntas directas no tienen respuesta
he llegado a la etapa de la delicadeza
de abrir una botella de vino con dos copas
conversar sin la necesidad de levantar la voz
circunvalar los asuntos, no hacer sangre.
Nada sucede a nada le sucedo.
Ya no se aceptan propinas
ni respuestas.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Lou (ejercicio del Bremen)

Lou

Lou estaba en un descampado de las afueras, la espalda apoyada en un muro bajo, tomando el fresco y mirando el cielo. Se aproximó un coche hasta unos 30 metros y le hizo un cambio de luces. Lou cruzó las manos por detrás de la nuca y no hizo nada. El coche le enfocó la larga. Ni cerró los ojos por la molestia. Alguien bajó del coche por la puerta del conductor y la luz enfocó su silueta desde atrás: era un hombre fornido.
—Ven aquí.
—Ven tú, que estás de pie y te es más fácil.
El hombre hizo un disparo y la bala se incrustó a 50 centímetros a la derecha de Lou.
—Vale, vale, ya voy. No te pongas nervioso.
Al acercarse, vio que había dos sombras más en el coche, una en el asiento del copiloto y otra atrás. También comprobó que el conductor no era fornido, sino gordo. Lou iba con unos vaqueros con agujeros por el desgaste y una camiseta gris bastante limpia. El gordo lo miró de cerca y, durante unos segundos, el silencio trajo de nuevo los sonidos de la noche.
—No eres quien esperaba.
—Hablas como mi padre. Esto no va a ser divertido.
El hombre le examinó los brazos a la luz de los faros.
—No te pinchas, eso es bueno. ¿Qué te pones?
—Nada, me gusta más comer. Si me das 5 pavos por dispararme y hacerme venir aquí, me tomaré dos hamburguesas y te bendeciré.
El gordo dejó las luces puestas, deslumbrándolo, y habló con las sombras. Volvió enseguida.
—Hoy es tu día de suerte. Me vienes mejor que el tirado que iba a venir y parece que un dinerito en el bolsillo te vendrá bien. Esto es lo que vamos a hacer: ¿conoces el restaurante chino que está al final de la calle Lexington —Lou asintió—. Pues mañana por la noche vas allí. Te invitarán a cenar cuando digas “Carter me invitó”. Al irte, te darán una mochila, como si fuera tuya. La entregas donde te digo ahora. Son unos moteros un poco broncas pero no habrá el menor problema. Por la noche, a esta hora, nos vemos aquí y tendrás tus billetes de a cinco. ¿Lo has entendido todo? Pues lo tomas o lo dejas; pero si lo tomas, cuidado con jugármela.
—Es fácil. Adelántame un billete.
—Te prefiero con hambre. Así no te olvidarás de ir a la cena.

Cuando pasó por la calle de los moteros, vio en el jardín a dos hombres con traje. Siguió el camino y se fue al descampado con la mochila. A la misma hora de la noche anterior, llegó el Gordo.
—Temí que te hubiera pasado algo, hubo problemas en la casa de recepción. ¿Llegaste a hacer la entrega antes del lío?
—¿Con la secreta en el jardín? ¿Y luego me ponía las esposas yo solo? Lo que quieres está detrás de ese arbusto.
El gordo recogió la mochila, miró el interior, se sentó a su lado, en el suelo y le invitó a un cigarrillo.
—Eres un chico listo. Cumplidor, pero sobre todo listo. Toma —le dio 200 dólares.
—¿Qué haces? Soy un chapucillas que a veces pide dinero en la calle. Si la poli me ve contigo y ven que estoy forrado, me pierdes. Pero si soy un pobretón, podré decir que me mandas a comprar cigarrillos. Con tres billetes de cinco me vale.
Estuvieron allí sentados, charlando hasta fumarse el paquete entero.

Tras tres años de Filosofía Analítica, había decidido que quería ser un vago y abandonó los estudios. El Gordo encontró un amigo que le ayudaba a ordenar las ideas, tanto en la vida personal como en la profesional: Lou las veía venir desde lejos y el Gordo le cayó bien desde el primer instante.
Fue el principio de una larga amistad.








lunes, 8 de septiembre de 2014

Somos más tontos que pasado mañana (Call me Cassandra)

Me encanta esa frase que se usa en la montaña: “ese es más tonto que pasado mañana”. Es un tiempo futuro no comprometido. Quedar hoy, mañana o el fin de semana (recalcando el día) es una cita más en firme. Pasado mañana te da opción de que “surja algo” y puedas anular la cita.

Y sin embargo, ese día puede llegar cuando ya te habías olvidado de él, pillándote desprevenido e indefenso. Por eso es el día de los tontos.

Empecé el Verano de las Vacas enterándome de que se hacía la Celebración del Centenario de la IGM. ¿Por qué no realizaron la Lamentación? Mal vamos, pensé.

Y ya en Madrid, me desayuno con una posible guerra de corte nacionalista entre un nuevo Gobierno que desbancó al que había con el impulso de las fuerzas filonazis y una posible escalada con el Gobierno homófobo de Mr. Putin. Si fuera por la carretera y solo encontrara solamente esos dos restaurantes, ¿qué haría? Sin dudarlo, buscaría hierbas y bayas en el campo. Aunque el problema no es lo que haré yo, sino lo que harán los que tienen la capacidad de hacer y, de momento, se dedican a una escalada muy peligrosa.

Por otra parte, en el Mundo Árabe las cosas se calientan con unas gentes que dejan a los yihadistas en pañales. Tantos decenios de hacer las cosas mal terminan por pasarnos un precio de espanto. Tantos decenios calentándolos a ellos con bombas. ¿Cuál es el precio de tanto tiempo de una política global necia y ciega? 

Por otro lado, vi el otro día dos fotos de un casquete polar fechadas en la misma temporada en 1980 y 2013. La masa de hielo es la mitad de lo que era. Peor vamos.

Y nuestro paradigma económico da como resultado la desigualdad más absoluta entre países y dentro de cada país.

¿Cuándo comenzó este pasado mañana? Pues mira, sin volver a los césares romanos, podríamos decir que hizo su Baile de Presentación Mundial en 1980. Qué coincidencia. Y no hicimos nada ni contra el cambio climático ni contra el paradigma económico de la desigualdad.

¿Cuándo debimos hacer frente a esto? La respuesta es fácil: antesdeayer.


¿Pero se puede hacer algo ahora? La respuesta es complicada: tú mismo.

sábado, 21 de junio de 2014

Flâneur (2). Lenguaje oscurecido por una bruma que hay que traspasar para entender


[Según la Irreal Academia, la tercera acepción de flâneur es:

  • Dícese de quien pasea mucho y va haciendo flanes de arena con raspaduras de asfalto.]





A las 18:15 de la tarde bajo por la calle Ruiz y me detengo, como siempre, a contemplar la calle Galería de Robles, que es la que más me gusta de mi barrio. Porque nunca la cruzan coches, es inútil para el tráfico, y no se puede aparcar en ella. Esta vez hay una africana a la que veo desde atrás. Limpia, con vaqueros y camiseta de rayas azules horizontales sobre blanco. Su cuerpo es hermoso. En su lengua africana, está riñendo a dos personas, a las que señala con el dedo distinguiendo entre la una y la otra, sin error alguno al indicar la posición (ultra)física de sus dos contertulios. Está verdaderamente enfadada con los dos, les pone los puntos sobre las íes. Al seguir caminando, la veo un momento de frente y me doy cuenta de que la juventud de su cuerpo se contradice con unas canas en la parte delantera del pelo y con arrugas.

A las 18:20 subo por Espíritu Santo y en uno de los banquitos de madera que sacan a la acera algunos de los establecimientos está sentado un alcohólico de edad indefinible, grueso, sucio, de barba y pelo largos, sucios, despeinados. Mira hacia abajo y farfulla en mi idioma, pero no se le entiende nada. Parece más enfadado con él mismo que con los demás.

Dos discursos que el lenguaje impide comprender. Pero que transmiten algo que se entiende perfectamente. Nos regalan historias.

lunes, 9 de junio de 2014

El trajeáo y la pandilla

Los pronósticos estaban contra él, por alcohólico, pero también es cierto que cuanto más bebía él, más comía la gorda de su mujer. Era su manera de combatir la vergüenza que le daba el comportamiento indecoroso del marido, quien a su vez intentaba ahogar en ginebra la repugnancia, espiritual al principio y física después, que ella y la vida que le obligaba a llevar le producían. Murió ella y él ganó. A la mierda la vida triste en ese barrio. A la mierda el trabajo de ejecutivo con el que pagaba lo que ella llamaba una vida decorosa. Nunca le tuvo en cuenta ese sacrificio, nunca sus días de color gris detuvieron los reproches de ella. A la mierda ella  y la vida que había llevado hasta entonces
Una empresa de subastas se llevó todos los cuadros, esculturas, muebles, antiguas vajillas, cuberterías de plata y cristalerías valiosas. Sentado en un butacón, se maravilló del ruido que hacían, el mínimo necesario; le pareció un sonido ordenado, musical. Hizo dos maletas diferenciando la de primavera-verano y la de otoño-invierno, cada una con 4 trajes grises, seis pares de zapatos negros de calidad, camisas blancas y dos sombreros negros. Las apartó, llamó a una ong para que se llevara todo lo que había quedado en casa. Esa era la condición, que se llevaran todo. Cuando solo quedaban las dos maletas, vendió los coches, volvió a la casa, que había puesto en venta, y pidió un taxi. Le llevó hasta un bajo minúsculo que había comprado con los escasos muebles del anterior propietario. Se fue a vivir a ese barrio de la periferia de la periferia porque había decidido que los suyos tenían que ser el contrario absoluto de aquellos que le habían rodeado en su vida de casado. El pisito era tan pequeño que podía encargarse él del orden y la limpieza en no más de 10 minutos. Previamente, había llevado ya una amplia colección de sus clásicos preferidos y unas bolsas grandes con dos abrigos y dos gabardinas. Pensó que no necesitaría nada más.
Se equivocó ligeramente. Empezó allí su nueva vida, donde beber no era una ofensa a la decencia y el buen gusto, sino algo que hacen los hombres de gesto triste, como el suyo. Incluso bebía algo menos, porque le desapareció la rabia mal contenida. No se podía imaginar a sí mismo sin traje gris y sombrero negro, pero las camisas y los zapatos ingleses desentonaban. Los dejó en el bar de al lado, para quien los quisiera. Entró en un chino, donde compró varias deportivas sin preocuparse por los colores chillones y varias camisetas de su medida. Ya estaba todo. Ahora empezaba a vivir.

Dando vueltas por el barrio, en círculos cada vez más grandes, fue conociendo los bares, donde bebía y si tenía hambre comía con gusto un menú del día o algún bocadillo, con un vino sencillo que le resultó placentero: del que se bebía a tragos largos, como si fuera agua, rascando la garganta. Encontró en una esquina un parque de pequeño tamaño y lo incluyó en sus paseos. Un día, al llegar al final vio en un banco a tres personas bebiendo vino de un brick: una mujer muy delgada, un hombre hosco que miraba al suelo y un gordito que parecía afable.
—Jefe, ¿nos das unas monedas para reponer el vino?
—Como sabéis dónde lo venden, comprad cuatro —respondió dándoles un billete de 20 euros—, si me admitís como compañero, claro.
El hombre hosco cogió el billete y salió zumbando.
—Siéntate con nosotros, amigo. Yo me llamo Herme, de Hermenegildo y esta es La Paca.
La Paca ensayó una sonrisa, mostrando una dentadura lamentable. Saludó y, con Herme interpuesto, le llegó a Samuel un tufo agrio. No le importó, porque sabía por la lectura de El infierno de Dante y algunas experiencias personales que el mal olor no era un tormento duradero, ya que la nariz se habitúa a él con facilidad.
—Me llamo Samuel.
—Tú te llamarás así, pero en el barrio te conocemos como El Trajeáo. Eres todo un personaje. A mí me caen bien los que no meten líos. Gente tranquila como tú. El que ha ido por el vino es Legía, porque estuvo en la legión.
Samuel invitó a fumar y lo hicieron en silencio, como si fueran buenos amigos de toda la vida. Se sintió mejor que en mucho tiempo. Antes de terminarlos, ya estaba el portador del vino.
—Me ha dado para cuatro y ha sobrado para tabaco. No te importa, ¿verdad? —dijo mientras pasaba a cada uno su brick personal. Al ver que todos estaban fumando, abrió el paquete y encendió un cigarrillo.
Bebieron, hablaron poco, se sintieron a gusto y se fueron cuando el sol dejó de calentar el banco del extremo más tranquilo de parque. Al salir, quedaron para la tarde siguiente a la misma hora. Samuel ya tenía pandilla.

Era agradable tener amigos y se aficionó al vino peleón, abandonando la ginebra, de lo que resultó una mejora de su energía y estado físico. Hablaban a poquitos, normalmente de anécdotas actuales; salvo que el vino pusiera llorón a Paca o a Legía y contaran, en una narración confusa, historias de su vida pasada. Todos escuchaban respetuosamente, sin preguntar. Samuel y Herme nunca tuvieron una llorona. Hacia las nueve se separaban. Paca y Legía hacia una residencia en la que les daban de cenar y dormir, Herme se perdía en la noche y Samuel regresaba al barrio.
Una noche, Herme le hizo una propuesta:
—¿Estás cansado?
—Nada.
—Pues vente conmigo a conocer la noche de otros sitios. Puedes dormir por la mañana. Invítame al autobús. Para que no te asustes, hoy iremos por lo que llamo el segundo círculo del centro.
Lo recorrieron casi entero, deteniéndose en varios bares en los que era conocido y bien recibido. No pagaban en ninguno y en algún momento el dueño le pasaba unos billetes, que contaba en un segundo abriéndolos en abanico, como si fueran naipes.
Tanto en los paseos pausados de uno a otro, como dentro, tomando vino, su conversación era sorprendente. Lo sabía todo de la literatura clásica, como si la hubiera vivido. También conocía historias que no estaban en la literatura y pontificaba sobre temas que afectaban a lo más profundo del carácter humano. Samuel creía flotar en un mar de sabiduría. A las seis de la mañana regresaban en un taxi que pagaba Samuel. Tenía su lógica, ya que gracias a Herme habían bebido gratis toda la noche. Estos paseos por los diversos círculos de la ciudad se repetían un día a la semana, la noche de los miércoles.
—¿Por qué te dan dinero en todos los sitios que visitamos?
—Por las mañanas, hago trapis, organizo a gente que hace cosas para los de los bares. Se mueven mercancías a buen precio.  Eso requiere estar alerta todas las mañanas, moverme.
—Entonces hay una noche que no duermes y no lo recuperas al día siguiente.
—No duermo nunca.
Esta conversación se produjo una noche que se habían quedado solos y no era miércoles. Se acostumbraron a seguir juntos cuando Paca y Legía se marchaban. Si no llovía, iban más allá del parque, sobre una repisa de tierra que daba a una pendiente de descenso. Hablaban, fumaban y bebían más vino, o se quedaban en silencio contemplando las estrellas. Samuel interrumpió el silencio.
—Me apetece recitarte un pequeño extracto de un himno homérico.
—Me encanta ese viejo mentiroso. Adelante.
—Es una descripción del dios Hermes: «de multiforme ingenio, de astutos pensamientos, ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los sueños, espía nocturno, guardián de las puertas, que muy pronto habría de hacer alarde de gloriosas hazañas ante los inmortales dioses».
—Ji, ji, jí. Bueno, tampoco mentía siempre. Pero, ¿por qué me cuentas eso?
—Me ha venido a la cabeza ahora que te conozco mejor.
—¿Te imaginas que eso hubiera sido posible, que Zeus encargara a Hermes llevar un mensaje velozmente y que, por el impulso, se pasara de velocidad y no solo cruzara el espacio, sino también el tiempo? Seguro que llegaría aquí, a este tiempo, que no dura más que un parpadeo de los dioses del Olimpo, que probaría el vino actual, muchísimo mejor, en su sabor y efectos, que la asquerosa ambrosía. Sería fantástico pero, claro, no puede ser verdad. Te veo inspirado, Samuel.
—Cierto, sería bonito; pero no puede ser cierto. Por eso tenemos que rellenar con fantasía los vacíos de la verdad.



lunes, 2 de junio de 2014

El precio del crecimiento: el caso de China



Louis Lasalle para Globalízate, 24/05/2014 


La revista Science acaba de publicar una nota extractando los principales resultados del informe que el Ministerio de Medioambiente chino acaba de publicar1. Se pueden resumir de la siguiente forma: el 19.4% de los suelos agrícolas están contaminados por diversas sustancias tóxicas como son los metales pesados, los pesticidas y los hidorcaburos policíclicos aromáticos (PAHs). Las causas principales son las actividades mineras e industriales y la hiperintensificación de la agricultura.


La intensificación de la agricultura en China no tiene parangón ya que China consume un tercio de los fertilizantes sintéticos del mundo y su aplicación de pesticidas es 2.5 veces superior a la media mundial. El número de artículos documentando las tendencias y efectos de esta contaminación creciente se multiplican. Guo et al.2 mostraron cómo en tan solo 20 años los suelos agrícolas Chinos se han acidificado significativamente debido al uso masivo de fertilizantes. Las actividades agrícolas e industriales han incrementado también el depósito de compuestos nitrogenados a niveles que existían en los picos registrados en Europa en los años 80 antes de que diversas normas medioambientales redujesen las emisiones3. En un artículo publicado este mes en la revista Science of the Total Environment 4 se muestra cómo el arroz chino proveniente de diferentes muestras presenta concentraciones de plomo significativamente mayores a las de otros países y cuando ese arroz proviene de áreas con actividades mineras las concentración de plomo es aún mucho mayor.


Lassaletta et al.5 estudiaron recientemente cómo China ha pasado de ser un país ligeramente exportador de alimentos en los años 80 a depender un 20% de importaciones en 2009. Por tanto, cabe preguntarse por el presente y el futuro de un país que ya no es autosuficiente y que tiene contaminados un 20% de sus campos agrícolas, o en otras palabras, una quinta parte de la población se verá forzada consumir alimentos en mayor o menor medida contaminados o a abandonar los campos contaminados reduciéndose progresivamente la seguridad alimentaria del país.


Vivimos en un mundo en el que se nos repite como un mantra que el crecimiento económico es el único camino para que avancen las sociedades. Da igual que se repita hasta la saciedad que no se puede crecer hasta el infinito en un mundo finito, que la especulación lleva a burbujas con finales tristemente conocidos y que el hiperconsumo no sólo no da la felicidad sino que destruye nuestro medio. Sin embargo a veces los datos nos bajan desde las nubes especulativas hasta la tierra: ¿De qué servirá tanto dinero cuando en nuestro plato servimos sustancias que nos enferman? Por otro lado, es de justicia decir que ese dinero que se está creando en China está enriqueciendo solamente a una nueva clase dirigente y multimillonaria. La revista Science 6 ha publicado esta semana la evolución del índice de Gini Chino (medida del grado de desigualdad de un país) indicando cómo conforme crece el producto interior bruto de China las desigualdades se multiplican. En estos días convulsos en los que se siguen promoviendo soluciones basadas en el crecimiento perpetuo, el caso de China es un ejemplo paradigmático para hacernos reflexionar sobre el mundo en el que queremos vivir y que nos gustaría que nuestros hijos heredasen.


References
1. Chen, R., De Sherbinin, A., Ye, C., Shi, G. 2014. China's Soil Pollution: Farms on the Frontline. Science 344, 691.
2. Guo, J.H., Liu, X.J., Zhang, Y., Shen, J.L., Han, W.X., Zhang, W.F., Christie, P., Goulding, K.W.T., Vitousek, P.M., Zhang, F.S., 2010. Significant Acidification in Major Chinese Croplands. Science 327, 1008-1010.
3. Liu, X., Zhang, Y., Han, W., Tang, A., Shen, J., Cui, Z., Vitousek, P., Erisman, J.W., Goulding, K., Christie, P., Fangmeier, A., Zhang, F., 2013. Enhanced nitrogen deposition over China. Nature 494, 459-462.
4. Norton, G.J., Williams, P.N., Adomako, E.E., Price, A.H., Zhu, Y., Zhao, F.-J., McGrath, S., Deacon, C.M., Villada, A., Sommella, A., Lu, Y., Ming, L., De Silva, P.M.C.S., Brammer, H., Dasgupta, T., Islam, M.R., Meharg, A.A., 2014. Lead in rice: Analysis of baseline lead levels in market and field collected rice grains. Science of the Total Environment 485–486, 428-434.
5. Lassaletta, L., Billen, G., Grizzetti, B., Garnier, J., Leach, A.M., Galloway, J.N., 2014. Food and feed trade as a driver in the global nitrogen cycle: 50-year trends. Biogeochemistry 118, 225-241.
6. Hvistendahl, M., 2014. While emerging economies boom, equality goes bust. Science 344, 832-835.



viernes, 9 de mayo de 2014

Flâneur (1): Dos propuestas web para el presente milenio



[Según la Irreal Academia, la tercera acepción de flâneur es:

  • Dícese de quien pasea mucho y va haciendo flanes de arena con raspaduras de asfalto.]

Dentro de 600 años, tal día como ayer, 8 de mayo, cumpliré el número del Diablo. Hora es ya de sentar la cabeza en algún sitio que no sea la barra de madera de un bar. Por ejemplo, buscar páginas web que me ofrezcan información esencial. Como estas dos:


El Bulevar de los capuchinos: todo lo que ni siquiera se te ocurrió preguntarte sobre el cine  http://elbulevardeloscapuchinos.blogspot.com.es/



Juan Gorostidi, Francisco López Martín y el Sr. Snoid se han repartido el Bulevar como los camellos se reparten las calles. Aportando cada uno distintos adictivos.


Los datos que aporta Juan son estos:

Juan Gorostidi es doctor en filología hispánica, licenciado en filología anglogermánica y Master of Arts in Medieval Studies. Él con gusto cambiaría estos títulos por el de Marqués de las marismas de Santoña.

Francisco López Martín es Licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia. Traductor de inglés, francés, italiano y catalán a castellano. Catorce años de experiencia profesional, cincuenta y siete traducciones publicadas en algunas de las editoriales españolas más importantes, como Acantilado, Akal, Alba, Destino, Gredos, Herman Blume, Paidós, Oceáno, RBA y PUV. Director de la colección de libros sobre cine de Akal. 

El Sr. Snoid, al que considero de alto riesgo, dice de sí mismo: «Cuando los amigos le preguntan cómo un tipo como él puede haber cohabitado con mujeres de los cinco continentes (“y sin pagar”, apostilla él sin asomo de jactancia), explica: “El truco es sencillo. Toda mujer lleva una madre protectora en su interior. Y yo soy un hijo desvalido e incestuoso que necesita mucho, mucho amor de muchas, muchas madres”. En la actualidad prosigue con su existencia errante: “un poco a lo Ethan Edwards, pero sin su mala hostia ni su racismo y disfrutando mucho más del sexo”.»

En mi opinión, no solo veían entusiasmados la 5 sesiones de la Filmoteca, sino que tenían grabados todos los programas de Cine de Barrio y los veían hasta que las cintas se quedaban en blanco.

El número 3 de la serie “Los Olvidados” del Sr. Snoid, me hizo dar botes en el asiento. A veces dedican páginas y páginas a analizar todos los planos de una secuencia, para después poner un youtube de los 4 minutos analizados. Y yo me emociono. Hay que echarles tiempo, pero merece la pena. Solo un sinsustancia como yo se atreve a dejarles comentarios chorras. Me parece importante que sepan que hay vida ahí afuera.



                     Globalízate: los siete enanitos y blancanieves contra las fuerzas del mal.
                                          http://www.globalizate.org/publish




 Lleva ya muchos años este pequeño grupo de investigadores científicos, un dependiente de una tienda de telas de Pontejos y un servidor, dedicados todos a Conocer, Transmitir y Actuar. La Diáspora de Jóvenes Científicos nos diezmó, pero ahora que son Científicos de Mediana Edad, hemos vuelto ayudados por las nuevas tecnologías: todos se coordinan por guásap, menos yo, que no tengo de eso y no me entero de una mierda de lo que estamos haciendo. Me mandan un mail y me dicen “te toca hacer esto”. Y ya está.

La página se actualiza, salvo imprevistos, cada dos lunes, pero los Archivos contienen miles de artículos fáciles de encontrar.

La actualización de este 5 de mayo es cojonuda, si me permitís decirlo.

El año que viene, para este día, os quiero más listos y más enterados de estos asuntos.




viernes, 25 de abril de 2014

El miedo abre caminos. Relato bremenauta


El miedo abre caminos




Después de la comida, me dejaron que me fuera por ahí a condición de que me llevara el perro. Los mayores seguían siendo gente de otra especie, inexplicables. Que lo que más quería hacer fuera una condición afianzaba esa separación absoluta que había entre ellos y yo. Era como si habláramos dos lenguas distintas, referidas cada una a mundos diferentes.
Esto lo puedo decir ahora, que han pasado tantos años que soy mayor y la infancia es una cápsula épica que recorre el cerebro sin dejarse penetrar. Aquello sucedió entre mis 7 y mis 11 años. Mi madrina tenía un valle entre dos montañas altas. Comenzaba al salir de un pueblo y terminaba donde las montañas se juntaban al fondo, con la forma de un imán.. La casa, la única que había entonces, estaba a unos dos tercios del pueblo. Más arriba, aproximadamente a kilómetro y medio, estaba el corral de ovejas, que pastoreaba Juan. Tendría 16 años cuando yo tenía siete, por lo que era uno de los “otros”, un gigante viejo.  Por la tarde, regresaba de pastorearlas, las metía en el corral y las ordeñaba. Después volvía a la casa, pues era el hijo único de Zósimo, el mediero que cuidaba las tierras a cambio de la mitad de todo lo que produjeran.
Esa tarde, como de costumbre, el perro y yo corrimos hacia arriba por el camino del corral y al poco giramos a la derecha, donde estaba la parte más desigual del terreno. Al perro le gustaba lo mismo que a mí. Era como un niño, mi único compañero de juegos. A veces olía algo y salía disparado, pero a unos 50 metros se paraba y volvía conmigo. Cansado de correr, me tumbaba en el suelo, al sol, y él se echaba y ponía la cabeza sobre mi pecho. Le pasaba un brazo por el cuello y nos quedábamos dormidos. Si olía o escuchaba algo, se levantaba y salía como un tiro, pero volvía enseguida y ocupaba la misma posición. Yo necesitaba esas siestas porque por la noche dormía poco por causa del miedo. Los dos disfrutábamos de la libertad. El mundo era nuestro.
Cuando el sol empezó a bajar escuchamos los ladridos de los perros del pastor. Se puso en tensión, mirando hacia allí, y le hice una señal con la cabeza para que fuera a ver a sus amigos. En nada de tiempo oí los ladridos alegres del encuentro y poco después regresó sediento de las dos carreras. Volvimos a la casa; él bebió agua y a mí me fregotearon y me cambiaron de ropa para la cena.

La puerta al exterior seguía abierta hasta que cerraba la noche y empezaba a hacer frío, aunque fuese casi verano. En la planta baja, que me producía una sensación de enormidad, a un lado había una chimenea ancha y profunda donde se cocinaba, una mesa muy larga al otro extremo, con manteles de hule. Después de haber cenado, por turnos, se cerraba la puerta y nos sentábamos en semicírculo. Los mayores contaban historias de miedo. Muchas de ellas del Garrampón, que era el fantasma del valle.
La noche me producía una agonía dulce, un nerviosismo que apreciaba por la intensidad de las sensaciones. Me estremecía con las historias sobre el Garrampón, del que nadie conocía la forma exacta porque era muy veloz en sus ataques: pues anoche estuvo por aquí, contaba alguien, porque una oveja que se había perdido apareció muerta por la mañana; le habían mordido el cuello y le habían bebido la sangre. Frases así me producían un miedo agradable, la sensación de un mal que te acecha pone todo tu cuerpo en un estado de alerta eufórica.
En algún momento, las señoras  mayores empezaban a subir a sus habitaciones, con una vela encendida. Todas las habitaciones estaban en la primera planta y en la casa no había electricidad. Si estaba mi madre, subía cuando lo hacía ella; si no, cuando me lo decía la madrina. Me encendían una vela y subía hasta mi habitación. Alguien, previsor, había dejado dos velas nuevas y una cajita de mixtos en mi mesilla de noche.
Mi habitación era la biblioteca, con una cama turca pequeña que se adecuaba a mi tamaño. Por tres de los lados, la librería amontonaba libros, pero en la repisa superior se asentaba todo tipo de aves y pájaros disecados, cazados en el valle. Un águila pequeña, con las alas extendidas, ocupaba casi todo el lateral derecho, acompañada de búhos y lechuzas. En los otros dos laterales, aves más pequeños y muchos pájaros sujetados en ramas secas. No se debe mirar a los ojos de las aves disecadas, contienen y transmiten maldad. A veces lo hacía durante el día, pero me arrepentía por la noche, a la luz de una vela, porque el recuerdo me obligaba a volver a mirarlos.
Sentía un terror sin recompensa, a diferencia de la emoción que me producía oír historias de fantasmas rodeado por los demás, a la luz viva de la chimenea. Sabía cuántos habían quedado abajo, hasta me llegaban sus voces, lo que me producía un sentimiento de compañía. Pero poco a poco iban subiendo y a poco de hacerlo el último los imaginaba a todos dormidos. Si las aves y los pájaros me atacaran, nadie llegaría a tiempo de salvarme.
La madrina me había señalado una pequeña estantería, que era la de sus hijos, ya mayores. Tenía tomos encuadernados de tebeos tan antiguos que ya no se vendían en los quioscos. En varios viajes, a lo largo de unos dos años, ya me los había leído varias veces, porque amortiguaban el miedo, pero no del todo: constantemente notaba que algo se había movido y miraba por encima del tomo. Una noche me fijé en la segunda y tercera repisa, con libros para jóvenes, una colección de clásicos encuadernados con dibujos de oro y una estampa pegada en el centro de la portada. En el interior, tenían muchas estampas de colores, pegadas.
Empecé por el lado izquierdo, con La Ilíada y luego fui leyendo decenas de ellos. Lo que contaban me interesaba tanto que dejé de mirar el movimiento de las aves por encima del libro. Seguía durmiéndome al amanecer, o un poco antes, pero lo hacía por lo que me gustaban las historias de los libros, no por miedo. Este desapareció de mi vida para siempre; si alguna vez tenía esa sensación, por otros motivos, la curiosidad enfermiza por las historias escritas lo hacía desaparecer.

Antes de cumplir los 12 años, dejamos de ir al valle. No me preocupé el motivo, porque no me interesaban las razones por las que los mayores hacían o dejaban de hacer las cosas. Bastante tenía con buscar libros en una época en la que no era fácil encontrarlos.

sábado, 12 de abril de 2014

Cristalera a la plaza soleada. Relato bremenauta

Hay horas tranquilas en la jornada. Apoyada en la barra, veo la plaza y a las gentes del barrio, que caminan rápido por la acera ancha y circular, o pasean por la plaza. Ahora podría salir a fumar un cigarrillo, apoyada en la pared de cara al sol, pero estoy viendo a la vieja Marisa con su perrilla, desaseadas las dos. Me da pena, porque cuando empecé a trabajar aquí, en este bar de barrio, la vieja iba arreglada y venía dos veces al día; a desayunar y a merendar. Después, solo a merendar. Y más tarde, dejó de venir. La veía pasear a la perrilla por la plaza, cada vez más desaseada ella; la perrilla, más sucia, envejeciendo mucho más rápido que su ama. Ahora ya ni se agacha a recoger las cacas, ella que siempre fue tan ordenada y cívica; y limpia, que con el plastiquito verde le aseaba el culito a la perrilla. Marisa se mueve lentamente, con esfuerzo, produciendo en los que la vemos una sensación de descoordinación. Pasó por una época en la que todavía lo intentaba, pero cada vez le era más difícil acercarse al suelo. Qué miedo me daba. Hasta rezaba para que dejara de intentarlo, yo que nunca he rezado. Ahora imagino que también a ella se le escapará un poco de caquita en la casa; que ésta olerá a caquitas de mujer vieja y perrilla viejísima. La perrilla me da repugnancia; Marisa me da pena. ¿Qué le habrá pasado? ¿Tendría unos ahorrillos con los que completaba la pensión? Se terminaron. Los dos únicos lujos que se podía permitir en esta vida, un descafeinado con leche y una tostada con mucha mermelada y mantequilla, ya no están a su alcance. Es una mujer vieja, sin recursos. Está sola.

Una mujer vieja, sola y pobre es casi lo peor que se puede ser en el mundo.

Ahora que han desaparecido, salgo a fumar el cigarrillo y me digo que yo también soy una mujer sola, con pocos recursos. Solo me falta ser vieja. Trabajo de 8 a 8 todos los días, de lunes a sábado, por 750 euros al mes. Ahorro, porque en el suelo está el desayuno y la comida. Por mi cuenta, añadí la cena, diciendo que tomaba de lo que sobraba, pero Manolo, aunque no se opuso, me la hace pagar con más trabajo. Todos los días, cuando le digo que he terminado y voy a cenar algo, me dice que primero acabe esto o aquello, media hora más. Eso sí, me lo pide “por favor”, la única vez en todo el día que me lo pide así en lugar de gruñir las órdenes. De la hipoteca del pisito pago 350 al mes, más luz, teléfono. No queda mucho para ahorrar.
Y eso que procuro forzar las propinas. Tengo unos ojos bonitos y buenas tetas. Manolo me dice siempre que me abra otro botón de la camisa, que eso “anima” a los clientes, pero solo lo hago cuando por la tarde hay hombres bebiendo. Siempre dejan las moneditas sobrantes; a veces un euro. Es lo que uso para comprar ropa; barata, eso sí, pero es lo único que me hace ilusión. Ropa nueva y artículos de embellecimiento.
Además de unas buenas tetas, tengo unas piernas algo gordas, que los hombres también miran con deseo. A mí me gustaría que fueran delgadas, como las de las chicas de la tele, pero es lo que hay en las chicas campesinas de los países eslavos. Allí, te querían follar y casarse contigo, para volver a medianoche, borrachos, y que te levantaras de la cama a cocinar algo. Aquí te quieren follar, después de haberte invitado a cenar en un restaurante que no es mucho mejor que el Bar Manolo. Pero es mejor que ver la televisión un sábado por la noche, sola.
 Estar de pie en la barra, o trajinando en la cocina, me estropea la circulación de las piernas, me duelen mucho. Antes tomaba un ibuprofeno a media tarde, pero ahora tomo otro por la mañana. Si sigo con este trabajo, y no sé que otra cosa pueda hacer, terminaré tomándolos de dos en dos. Qué miedo me da perder el trabajo, que Manolo, aunque más joven que yo, cierre. Por lo que me cuentan otras amigas, que también son camareras, ahora te pagan menos y una parte en sobre, así que la pensión será de miseria.
Me acabará pasando como a Marisa. Es el miedo a la vejez de una mujer sola. Pero no tendré perrilla, porque me dan asco. Aunque quién sabe, la soledad es tan mala si va unida a la pobreza.

Recordaré con nostalgia la plaza soleada vista por el cristal.



domingo, 30 de marzo de 2014

Gracias, Archival Dickson, Capitán del Stanbrook: te nombro Héroe de la Humanidad (Recuerdos que quizá ni siquiera conocéis, I)

Capítán Archival Dickson, Héroe de la Humanidad por salvar la vida de 3.028 republicanos 

[Casi todos los datos, a veces párrafos enteros, están sacados del artículo de Alejandro Torrús dado a conocer en la sección Memoria Pública del diario Público]

El Gobierno de Su Majestad Británica había pactado con el General Franco la huida de republicanos desde puertos españoles. Pero a última hora, Franco decidió, y los ingleses, tan finos, aceptaron, que solo salieran los que él decidiera. A los demás, los quería a todos.


En el Puerto de Alicante, sin comida y casi sin agua, se angustiaban más de 20.000 personas que sabían lo que les iba a suceder si no se iban.

El 28 de marzo se cumplieron 75 años de la singladura heroica de este barco

El Stanbrook era un viejo carguero inglés comandado por el capitán Archival Dickson, que desobedeció las órdenes de sus superiores y decidió subir a bordo a 3.028 personas, entre ellos 147 niños. Zarpó y llevó su carga a Orán en 22 horas.

Más de 14.000 quedaron atrapados en el puerto. “El escritor Eduardo de Guzmán, que quedó en el puerto, describiría en su cuaderno las escenas que se sucedieron en e ese mismo lugar, en las agónicas horas de espera de un barco que nunca llegó. "Continúan los suicidios. En la parte exterior del muelle dos cadáveres flotan junto al rompeolas. Un individuo pasea por el muelle con aparente tranquilidad y se pega un tiro en la cabeza. Otro muchacho se pega un tiro y la bala, después de atravesar su cuerpo, hiere mortalmente a un viejo de pelo blanco. Dos días más y el fascismo no tendrá nada que hacer porque nos habremos matado todos".”

Luego fue la caza. La provincia de Alicante tendría el triste honor de reunir en sus tierras alguno de los campos de concentración más sanguinarios y represivos, como es el caso de Molino de Batán, Portacoeli, Benalúa, San Fernando, Santa Bárbara, la plaza de toros de Alicante y, sobre todo, los campos de Los Almendros y Albatera. Pero casi todos los del puerto fueron conducidos en principio al de Los Almendros. Menos los 3.028 a los que salvó el capitán, poniendo su humanidad por encima de las órdenes recibidas.

De cómo fue la vida en aquel campo de concentración, puede dar una idea una anécdota. En el campo de los Almendros llegaron a estar recluidos hasta 30.000 condenados. José Eduardo Almudéver, de 93 años de edad, recuerda para Público su primera experiencia en el campo de Los Almendros: "El primer domingo vino a visitarnos el falangista Ernesto Giménez Caballero. Se subió encima de un pequeño banco. Nos miró a todos desde arriba y nos dijo:'Así como estáis todos delante de mí, os podría matar con una ametralladora'".

Otro escritor, Max Aub, preso en ese campo, añade una nota de dignidad en las últimas páginas de su libro El campo de los almendros:

<< Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides>>.




En este caso, la memoria se mezcla con recuerdos propios. Nací cuando casi habían pasado 10 años de esos acontecimientos. Pero hice míos los recuerdos, escuchando siempre a los mayores mientras parecía que jugaba, o pegándome a la puerta que separaba mi cuarto del comedor, tapándome con una manta, para escuchar las conversaciones de los mayores cuando los niños, mi hermana y yo, nos habíamos acostado.

Así pude saber que mi hermano mayor, entonces Pepito y con seis años, se aferraba a los balcones de la casa familiar en el Raval Roig para ver pasar las columna de presos del puerto que conducían al campo de concentración de Los Almendros. Mi madre lo quitaba de allí y volvía en un minuto. Hasta que mi padre dijo que lo dejara ver la historia. Toda su vida transcurrió como un acercamiento a los vencidos.



jueves, 13 de marzo de 2014

John y Jenny. Relato bremenauta sobre la familia

john y jenny


casi nunca miro pero cuando lo hago a veces veo y a veces no    no hablo ni escucho    estoy dentro ¿de mí? del mundo verdadero, del momento aquél en el que me quedé fijado    tengo a mis hermanos, john y jenny, que vienen por la noche y me duermo cogiéndoles las manos    me tranquilizan, me arropan, me recuerdan cómo era la familia antes de aquello ¿te acuerdas de lo felices que éramos, chiquitín? y me dan datos pero no son mis recuerdos    son datos que para ellos están claros pero para mí siguen siendo borrones de luz o de sombra que me tranquilizan que quieren fijar algo    la voz que más oigo, a la que presto más atención, tiene las vibraciones de una mujer y la veo como una mancha blanca    sé que es buena porque deja entrar a mis hermanos y que me cojan de la mano    hablo con ellos, pero no con la sombra blanca    no me importa que la sombra me oiga porque no creo que me entienda    lo importante es mantener una separación absoluta con el mundo de fuera de mí    ese mundo en el que pasan cosas tan malas como la que nos pasó a nosotros    dentro estoy a salvo estoy a salvo estoy a salvo    mis hermanos me lo han dicho muchas veces por la noche    que en este lado abrigado del mundo y durmiendo con ellos estoy a salvo

cuando me sacan al jardín y me sientan en un banco si el aire que noto es ligero miro a mi alrededor y muchas veces veo    las plantas y los árboles son hermosos y los termino viendo con absoluta claridad    lo que quiere decir que no solo veo sus detalles sino que también los escucho    es lo más agradable que puedo sentir aunque no puedo mirar hacia arriba porque veo una gran luz que me aplasta y me da miedo

pocas veces tengo miedo porque john y jenny me han educado así    somos guerreros fuertes y valientes ¿a que sí pequeñín?    por eso me avergüenzo si siento miedo alguna vez    no me importa por el miedo me importa por lo que pensarán mis hermanos y me dirán por la noche    aunque las noches de los días del miedo me aprietan la mano todavía más fuerte    un gran guerrero tiene miedo algunas veces, pequeñín, pero si se defiende rápido es un gran guerrero

si estoy en el jardín mirando hacia las plantas y los árboles y pasa alguien por delante enseguida empiezo a ver borroso y me quedo sentado sin ver nada    palmeo los muslos con las manos hasta que alguien me lleva al interior    en el interior de la casa no hay nada que me guste así que no importa no ver


seguro que piensan que soy tonto y no sé que john y jenny parecen dos figuras de goma    él es un pistolero y ella un jefe indio    las tenía cogidas cuando pasó aquello y entró alguien y me sacó de las llamas    oí gritar a mis hermanos y sentí que con ese grito se metían en las figuras para acompañarme siempre    me las dejan tener en las manos cuando me acuestan y cuando me sientan delante de la mancha blanca borrosa que sé que es una mujer y que me quiere    me gusta tener una figura apretada en cada mano y notar su calorcito pero no me importa cuando me las quitan porque sé que me acompañan siempre.

domingo, 2 de marzo de 2014

El chándal que apestaba a otros tiempos (taller Bremen)

(Objetivo: unir pasado y presente)


El chándal que apestaba a otros tiempos


Mientras tomo el whisky apaciguador que sabe cómo rellenar con nubes las grietas que ha abierto el día, veo en el espejo de la barra que Joaquín abre la puerta. Casi todos los taburetes están vacíos y una vez que ha cruzado la puerta, y girado para acercarse, pierdo el ángulo de visión. Musito una plegaria a los hielos del vaso, para que se siente lejos; pero el cuerpo, mi cuerpo, es sabio. Los pelillos del antebrazo se ponen de punta en señal de peligro y me dispongo a recibir a mi vecino de toda la vida en el taburete de al lado. Con el chándal mugriento y restallante con el que quiso perder peso en los tiempos de su pequeña gloria. Con el que ha ido engordando hasta que envuelve su cuerpo como una película de plástico. Con el pestazo a sobaquina.
—¿Molesto, Pepe?
—Ya sabes que sí.
—Soy un buen vecino y no te voy a dejar solo mirando el culo del vaso.
—Ponte el mono, Joaquín, aunque ya estés jubilado es la prenda con la que estabas más elegante. Y empieza a pedir botellines, que mientras bebes no hablas.
—Eres un buen amigo, Pepe. Solo los amigos se hacen los duros.
¿Amigos? Nos vemos tender la ropa. En verano, con las ventanas abiertas, me convierte en experto en programas de televisión, aunque no tengo televisor, y sobre todo es el enemigo del que huir en el bar de abajo. Pero huir de él es hacerlo de un bar en el que el whisky con hielo sale a 2,50 euros. ¿Qué loco querría huir de eso? Por suerte, solo se sienta conmigo cuando no hay nadie más. Desde que se jubiló lleva ese chándal que veo muy pocas veces en la cuerda del tendedero. No me parece serio. Él mismo es una caricatura abominable.
Cuando vestía el mono azul y trabajaba de fontanero, era una persona pasable. Vivía bien, como todos los chapuzas, pues era un fontanero con fama de buen profesional y de no clavarte demasiado. Una joya para el entorno. Pero se entusiasmó con Aznar y el milagro económico español; según él, ese hombre estaba haciendo grande España y dentro de poco no habría perros suficientes para atarlos con la abundancia de longanizas. Así que nada más empezar lo que luego se conoció como la burbuja, él ya soñaba con la pequeña empresa que acabaría siendo una multinacional, “Joaquín’s Fontaneros”.
—¿Me lo podrías traducir al inglés, Pepe? Te pago todo lo que bebas en un mes.
—Vete a la mierda, Joaquín, y deja de soñar conque cotizarás en bolsa. Todavía no ganas dinero y ya estás gastando de más. Fíjate bien en la cara de ese enano con bigote, que un día te llevará a la pura mierda.
Con sus cuatro contratados, que llegaron a ser más de veinte, comenzó a colocar tuberías y baños en barrios enteros. Trabajaba barato y usaba materiales de calidad. Un empresario capitalista con conciencia de fontanero de barrio no tiene mucho futuro. Las cosas no funcionaban, pero como él decía, “Tengo mucho trabajo”. Tuvo que contratar a un contable administrativo, que le hiciera todo el papeleo. Cuando el contable vio con quién se la estaba jugando, lo limpió poco a poco hasta que tuvo lo suficiente para desaparecer en Brasil.
¿Por qué tengo que vivir en un barrio así, lleno de caricaturas de cómic? El sueño de un contable fullero era el mismo que el del Dioni. Trincar y largarse a Brasil a buscar culos. Joaquín, tras el trabajo del día, llegaba con su traje y corbata a su oficina, Joaquin’s Fontaneros, pues por suerte no había encontrado a quien pusiera debajo la réplica en inglés. Habría sido la rechifla. El contable le mareaba la perdiz diez minutos hasta que a Joaquín le empezaba a latir una vena, decía que le dejara en la mesa lo que había de firmar, se ponía el chándal y a correr.
—Es que no veas con qué gente me junto, Pepe. Con coches de alucine y un cuerpo como el de Aznar.
—Te vas a morir de un infarto, Joaquín. Y hasta creo que sería lo mejor, para no vivir hasta ver la hostia que te vas a dar. ¿Te crees que cuando salen de la partida de pádel, tus atléticos ricos se meten más de diez botellines, cada uno con su tapita de callos, chorizo, queso, paella sobrante del menú del mediodía y todo lo que haya?
Pero vivió. El cabrón sobrevivió al deporte con tapeo. Y batió el récord de ser la primera empresa de la construcción que quebró en pleno florecimiento de la burbuja inmobiliaria. Dejó de llevar traje, volvió al mono y fue contratado por una empresa que, a cambio de la velocidad en el trabajo, pagaba salarios semanales astronómicos. Cuando pasó de emprendedor inepto a recibir un sobre en negro, y una nómina oficial decente, todo eran ganancias. Más de una vez me pasó por la nariz los billetes de la semanada, diciéndome que eso no lo ganaba yo en un mes. Luego la cosa estalló, fue al paro y luego a la jubilación. Ahora se pudre añorando la época del traje. Lo perdió todo, pero fue feliz.
Habla siempre del pasado y tiene en la sala, que lo veo yo por la ventana, la foto de Aznar. Lo único que permanece como presente continuo es la peste que suelta el chándal por los sobacos.