“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.

NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein

“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”

Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16




sábado, 18 de julio de 2015

Pallaksch, pallaksch: de lo razonable (negado) al grito, del grito (no escuchado) al balbuceo

Lo razonable

Alemania, en 1945, tuvo que aceptar su deuda con los países ocupados no solo por destrucciones no justificadas por la guerra, sino también por los créditos a Alemania que había obligado a hacer a los países ocupados. No podía salir de la ruina por el pago de esa deuda y los intereses. Una Europa razonable decidió que había que dejar que el país creciera y los países acreedores aceptaron, en las conversaciones de París de 1953-1954, una quita de más del 60% da la deuda. En la foto, el representante griego firma la aceptación de esa quita de la deuda de Alemania con Grecia.





El grito

No hay cifras exactas de las muertes violentas en la República Democrática del Congo. Para el período de 1998-2003, se estiman en cuatro millones; después, las cifras se elevan a ocho o diez. Los grupos militares y paramilitares enfrentados se valen del terror para anular y esclavizar a los civiles: la violación y asesinato de las mujeres, el asesinato de los niños, extiende ese terror y potencia su poder. Ni ellas ni los niños pequeños sirven para ser esclavos en las minas: sólo son una moneda de cambio, la moneda de la imposición del terror sobre la mayoría de los habitantes, quienes no están implicados en la guerra y el pillaje y, precisamente por ser inocentes, se convierten en víctimas.

¿Qué desgracia pesa sobre ellos para que tal cosa se haya producido, se esté produciendo? La riqueza de minerales que codician los occidentales: oro, diamantes, cobalto, cobre y... coltán, imprescindible para el funcionamiento de nuestros smartphones, que no solo usamos para comunicarnos, sino que caemos en la influencia de las grandes corporaciones que los producen y cambiamos de dispositivo cada año, para tener otro que admite alguna aplicación más, o es más bonito, o.... Su producción y venta es masiva, y necesitan mucho coltán. De alguna manera, ese coltán sale de Colombia y, mayoritariamente, del Congo. De alguna manera oscura (no hay otra forma de conseguirlo y nuestras corporaciones “lo necesitan” para hacer negocios). Nuestras grandes empresas no se dan por enteradas del modo en que les llega el coltán y fabrican nuevos y más nuevos smarthphones con los que sube su cotización en los Mercados. Nos los anuncian con jóvenes hombres y mujeres hermosas, sonrientes, resplandecientes, limpios. El dinero llega, así, a esos grupos militares y con él, además de enriquecer a sus jefes, compran a Occidente las armas que necesitan para proseguir su negocio, que es la guerra. De alguna manera oscura. De alguna manera. Ningún país “civilizado” les vende abiertamente, pero las armas que fabricamos sí les llegan, están ahí, disparando, hiriendo, a civiles, permitiendo las violaciones para solaz de los soldados, los asesinatos de mujeres y niños pequeños para ejercer el terror, para que los que pueden trabajar en las minas acepten “la oferta que no pueden rechazar”: ser mineros esclavos.

Caddy Adzuba, reciente ganadora del III Premio Internacional de Periodismo Julio Anguita Parrado, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014 por su labor como activista y periodista que defiende los derechos de las mujeres, acaba de hablar en los cursos de verano que la Universidad Complutense realiza en El Escorial.

Y estas son algunas de las frases que ha dicho (gritado):

"Nosotras morimos para que ustedes puedan tener sus smartphones"
“Violar no es sólo forzar a una mujer a tener relaciones sexuales, es un feminicidio”
“¿Quién es el salvaje, el que comete los crímenes o quienes les dan las armas? Nosotros morimos para que ustedes puedan tener sus smartphones”, señalaba con el dedo la periodista a la gente de la sala. “Las mujeres mueren a cada segundo y son violadas por culpa del progreso tecnológico”. 

Según cuenta la congoleña, el coltán que procede de su país y de Colombia hace que empresas multinacionales estén interesadas, financien las armas y provoquen situaciones de guerra. “No es una guerra africana, son los europeos y americanos los que están matando a los africanos”


El balbuceo


Chantal Maillard ha sacado este poemario que veis en la ilustración. El anterior, que yo sepa, fue Matar a Platón, en 2004, premio nacional de poesía. Aquí el lenguaje es sometido a todo tipo de torsiones y aplastamientos. Quiero decir con esto que quienes no la habéis leído no empecéis por éste, mejor vais al de 2004 o a los centrados en India, donde vivió muchos años. También son imprescindibles.

Lo he leído con la admiración y estremecimiento con que siempre lo hago con ella (con admiración siempre, sus ensayos de estética). Y en la parte final, Balbuceos, me he llevado una sorpresa: abandona el ahondamiento con un lenguaje difícil (a primera vista) para escribir de otra cosa y hacerlo de manera que se entiendan a la primera sus palabras. Escribe sobre el “balbuceo” como casi lo único que nos queda ante lo que contemplamos en el mundo. Como une persona conmocionada por lo que ve en el mundo, quedándose sin palabras... al menos sin las palabras a las que nos tenía acostumbrados en esa investigación a muerte de sí misma.

En el primero de los textos de esta parte cuenta una historia de los últimos días en libertad de Friedrich Nietzsche, cuando una noche fría sale y ve que un caballo se desploma y el cochero lo hiere a latigazos. «El filósofo corre hacia él, se abraza a su cuello y, llorando, le pide perdón en nombre de la humanidad». Termina el texto con estas palabras: «La Historia considera este episodio como uno de los síntomas de su locura».

En el segundo de los textos, cuenta la historia de Friedrich Hölderlin, recluido en un torreón, quien cuando le preguntaban algo contestaba invariablemente “Pallaksch, pallaksch”, una expresión con la que se remeda el balbuceo de los niños pequeños. Luego, siguiendo con la prosa que cuenta con sencillez, este mismo texto deriva en poema (plenamente inteligible):

«Era un mes de enero cuando los altos mandos de las SS se reunieron en Tubinga para decretar el exterminio del pueblo judío. Hay épocas, en efecto, en que la boca de un sabio no podría sino balbucir. Pero

¿y en qué época no? ¿La historia de la humanidad no es acaso entera, desde sus inicios, la historia de un crimen? Las naciones europeas no cesan de recordarse mutuamente el holocausto judío, pero ¿fue este el único? ¿En qué ciudad se decretó el genocidio de Namibia (1904-1908)? ¿En qué mes el de Armenia (1015-1923), el de Ucrania (1929), el de España (1936-1975), el de la Franja de Gaza?  ¿Los recordamos?

[...]

Si viniera,
si una mujer viniera, ahora,
si una mujer viniera al mundo con
la espiga de la luz de
las matriarcas: debería
si hablara de este
tiempo
debería
tan sólo balbucir, balbucir
y así tal vez
tal vez así
asíasí
tal vez»

Y en otro poema dice:

«Vago por el mundo dejando un rastro de gritos. Cada saludo un grito, cada sonrisa un grito. Mi sonrisa oculta el primer grito del mundo, el mismo, aquel que brota en el final, cuando ya nada importa.

[...]

Sigo alimentándome tan sólo para poder decir el exceso.
A contra-vida.
Abajo.

Y a nadie que esté vivo ha de importarle lo que digo.
No es más que un murmullo soterrado, apenas inquietante».

En otro poema, tras citar los campos de internamiento que existen, que AHORA existen, añade este final:

«Mientras tanto Europa, la esclarecida Europa,
duerme como aquel monje su sueño de
trescientos años, oyendo cantar a un pájaro.
Otros pájaros, oscuros, habrán de despertarla».

Y en otro poema el primer verso es:

«No nos enseñaron a desconfiar de los buenos».

Y esta parte del libro, tan diferente del resto, termina con este verso:

«Hallar un pueblo sabio. Desear salvar la tierra si tan sólo se hallase uno».

*****

(No me parece que de esto se pueda decirnada, más allá del balbucir, así que quito la opción de admitir comentarios).



miércoles, 8 de julio de 2015

In-Posturas (Bremen)

[con este taller, que tenía como tema "las imposturas", nos hemos dado fraternalmente las vacaciones]



In-Posturas

Amar es dar lo que no se tiene
a quien no es.

Platón

      (Este relato se ha escrito escuchando siempre streams de
 Les Inspecteurs, https://soundcloud.com/les_inspecteurs, así que
 en cierta medida ellos son responsable del estilo)


Tras leer esta frase de El banquete, devuelta a la literalidad por Lacan en 1961, María se levanta de la butaca, se sienta en la pequeña mesa circular en la que le es más cómodo apoyar las revistas y los libros de tamaño grande (que suelen ser catálogos de arte), sobre la que despliega y organiza las cartas de los bancos (facturas) y las fotos antiguas (que reordena con cuidado pero luego siempre vuelven a desordenarse en el cajón) y escribe notas de todo tipo, en la que tiene una grapadora grande y otra pequeña (que no usa desde que se terminó la primera carga de grapas, porque le resultaba un infierno de potencia muscular grapar más de tres hojas), una regla de plástico transparente para subrayar recto, sacapuntas y todo tipo de lápices, bolígrafos y rotuladores de varios colores, y una pluma. Torciendo los labios como una escolar, pero sin llegar a sacar la punta de la lengua por una esquina, encierra la frase que le llevó a interrumpir la lectura con  un rectángulo de color verde, envuelto en otro de color rojo y, finalmente, en uno de color azul. Prácticamente, las líneas de arriba y de abajo han quedado ilegibles, pero no le importa prescindir de ellas a cambio de resaltar ese carbón convertido en diamante por la presión insoportablemente alta de la vida. Vuelve a la butaca, mira a Paco y sonríe.

María no está tan loca como podría parecer por lo anterior. Es sabia y ha hecho las paces con la amargura de que las situaciones no sean tan interesantes como las pintaban; y de que desde luego los actores, ella incluida, no sean tan veraces como pretendieron. Mira a Paco, que hace a deshoras la parte supuesta de su 50% de las tareas domésticas, aunque no llega nunca al 30% y lo hace mal. “A deshoras” quiere decir exactamente lo que dice: cuando a ella le gustaría que la casa estuviera ya en paz y armonía; “lo hace mal” significa que lo deja en un estado que a ella le incomoda: o acepta la inquietud que eso le produce o añade más trabajo a su 50% (en realidad, a su 70%) para sentirse a gusto. En cambio, en cuanto a esfuerzo, indebida concentración, fruncimiento del entrecejo y resoplidos y juramentos, acepta que Paco ejecuta su ineficiencia con mayor entrega que ella: en resultados, María le pondría un Tres (-), pero en voluntad tendría que darle matrícula de honor. De boca para fuera, los dos cumplen sin más comentarios lo pactado, porque la paz domestica exige la impostura. Y no solo en eso.

A María le gusta —y hasta lo ha escrito en algún lugar, sin miedo a que Paco lo lea, lo mismo que él no tiene el menor temor de que sin que él se lo pida ella vaya a leer lo que él escribe y deja por todas partes, en su dispersa colección de hojas sueltas y blocs nunca terminados— mirar en el espejo amplificador las áreas que anuncian que allí aparecerán las arrugas. No le preocupa, porque le atraen en los demás cuando la edad de tenerlas ha llegado. Físicamente, lo que sí le inquieta es notar a veces una disminución de la elasticidad y la humedad en la vagina, precisamente en los momentos en los que esa es una palabra inadecuada porque se ha convertido en coño. Sabe que está, y se ve y siente así, en una época de maduración y crecimiento de su belleza. Le quedan años de esplendor. Pero no le gusta esa insinuación de pérdida por la parte del coño. Paco bromea y le dice que está un poco loca y que si no frena esas fantasías va a tener una vejez espantosa. Tampoco tu polla es la de antes, le responde con la mirada fija de asesina que a él tanto le enternece.
No tienen problemas para hablar de esas cosas, ni en la forma ni en el fondo. Han sido valientes, coherentes diría la parte más insufrible de Paco, y decidieron hace tiempo que podrían salir solos por la noche, asumiendo riesgos, que il faut bien que le corps exulte que cantaba Jacques Brel, siempre que no, nunca, ¡jamás! se hablara de ello. Salían porque querían salir. Si regresaban a casa a ducharse y cambiarse de ropa para ir al trabajo, habían salido. ¿Tú has dormido bien?, porque yo voy a tener una resaca del carajo; y ya está. Sin contar historias de disimulo (no evidenciar la verdad con la mentira era la cláusula de gramática profunda que habían acordado). La otra norma, la esencial, era avisar si se hacía tres veces con la misma persona; tener el valor de poner el cartelito de Aviso, Peligro. Pero como cada uno de ellos la había incumplido alguna vez, muy pocas, y no había pasado nada, ¿qué importaba que fueran ocho o diez las ocasiones en que se dejaban atraer por un vértigo si este pasaba rápidamente y volvían donde estaban, tan a gusto los dos? ¿Cómo era eso del ciego y el niño compartiendo un racimo de uvas, y que el ciego le pega porque no decía nada de que él comiera las uvas de dos en dos, porque era la señal de que él, el niño, las comía de tres en tres? No importaba el número de uvas, porque cada uno había experimentado por sí mismo que el racimo de fuera era infinitamente más pequeño y deslucido que la vid de casa.
Las mentiras se aceptaban con mayor facilidad año a año, mes a mes. Sin mencionarlas ni discutirlas. De eso es de lo que escribió Platón. ¿Dónde estaban el superhéroe y la superheroína de las palabras del principio? Quizá en quererse como se quiere a un gato; tanto, que si este se fuera por los tejados y no volviese la infelicidad ocuparía todos los espacios libres que el otro había dejado. ¿No? Estaba en cómo se ensalivaban el cuerpo: faltaba la sorpresa, pero estaba el oficio del pintor japonés que dedica años a reproducir el mismo árbol o lago o montaña. ¿No? Estaba en que es la vida, y no la muerte como en el título de película, la que tiene un precio. ¿No?
Tras dejar el libro en esa frase de Platón leída en un escrito de Lacan, María ya no puede dejar de pensar; como el que carraspea sin parar porque no quiere toser. O hace algo distinto o va a terminar deprimiéndose.

—Anda, Paquito, cariño. Déjalo ya, que está todo bien.
—Como me llames Paquito, te llamo Marita —le respondió mostrando su nivel de cabreo por haber dejado para la tarde del viernes lo que no hizo entre el lunes y jueves—. Pero tienes razón, ya está todo de ponerse gafas de sol antibrillo.
—Sácame por ahí, anda. Sá-ca-me. Como si fuera una mujer necesitada.
—¿Lo eres ahora?
—Lo soy. Por eso no quiero que salgamos, quiero que “me” saques. A beber por ahí y cuando cierren los bares, a bailar. Y después a afterhourear, si te queda fuelle.
—Y, ¿a cenar algo no?
—Joder con los tíos. Si no hay comida no hay fiesta.
—Pues ponte guapa. Irradia. Y la ropa interior, de infarto. Quiero que todos los tíos me envidien.
—Ellos no van a verla.
—Pero tú y yo sabemos que la llevas. Lo notarán en nuestra mirada y lo sabrán.
—Pues, ¡en marcha! En media hora, duchados y de película.

El espectáculo es la vía para los momentos de fuga, confirma para sí mismo Paco. Que la tragedia de la juventud extrema se repitiera como comedia no era culpa de ellos, ¿no? Paco se da cuenta de que está que se sale repitiendo frases hechas; seguro que han sido los vapores de los flit y los espray y los dispensadores esos de mierda que tengo que utilizar para dar brillo. En su media hora le sobraba tiempo para tomarse un bocadillo y dos cervezas. Vestirse no era un problema porque lo hacía con descuido. Eso le hacía ganar tiempo.
María ya le había dicho que no, mentirosillo, que no es que no te importe gustar o no, que lo que pasa es que es tu modo de gustar, ese aparentar que no te importa y eres así de natural. Y a algunas mujeres maternales pero sin hijo eso nos parece encantador. ¡Qué jodía! Y también es mi modo de reconocer, para mí mismo, que no tengo ni puta idea de cómo debería vestirme; ni ganas de aprenderlo. Por no mencionar que mientras tú te enguapeces, pongo música de reggae, me como un bocadillo y me bebo dos cervezas.





miércoles, 1 de julio de 2015

"Ojo, que las urnas son peligrosas" o “No te equivoques por mí, que prefiero equivocarme yo solo”, o “La Pesadilla de Muchas Noches de Verano”


Elegid vuestro título favorito, de entre los tres propuestos, para esta Tragedia. Una democracia para el pueblo, pero sin el pueblo, es mucho más cómoda de dirigir, qué duda cabe.

Isabel García Tejerina, ministra española de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, ha dicho en una entrevista para Antena 3 una frase contundente: "ojo, que las urnas son peligrosas". Lo ha dicho como el que inventa la rueda y descubre la penicilina de una sola tacada. Por otra parte hay que agradecerle a alguien que se dedica a la política un ataque de sinceridad, cuando nos tienen acostumbrados a decir palabras grandilocuentes (Democracia, Nación, Patria, Pueblo) cuyos significados se nos hurtan o nos venden congelados, como si fueran auténticos, como platos precocinados que solo coinciden en el nombre con el plato tradicional cocinado por nosotros con paciencia, cuidado e ingredientes bien elegidos.

Estoy de acuerdo con Usted, Ministra, y le agradezco su sinceridad: las urnas son peligrosas. Pero es lo que tiene la Democracia: cuanto más se consulte al pueblo (o la “multitud”) en las cuestiones más fundamentales, más se profundiza y se hace real. No consultarlo, dejar que nos conduzcan instituciones no democráticas, como el FMI, puede tener, como hemos visto demasiadas veces, peligros todavía mayores no para el Pueblo (palabra sagrada y grandilocuente que ha sido vaciada de contenido innumerables veces desde todas las orientaciones políticas), sino para la vida de la suma de todos los ciudadanos contados de uno en uno. Es decir, es peligroso (o no) para mí y los míos, y para ti y los tuyos.

Y contados de uno en uno, no somos “pueblo”, sino “multitud”, término que en la época de la creación de los Estados Centrales proponía Spinoza como eje, frente a Hobbes. Spinoza, como casi siempre, perdió. Y con él, como casi siempre, perdimos ese nosotros al que no se nos puede poner delante una bandera como símbolo de “todos”: o sea, yo y los míos y tú y los tuyos. Me repito: sí, eso es, lo has entendido bien, “tú” eres tú, el que está leyendo esto.

Con respecto a lo peligroso de que elijan unos pocos, por encima del peligro de que elijamos todos, basta este parrafito que escribe el premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz:

« Los resultados económicos del programa que la troika impuso a Grecia hace cinco años han sido terribles, con un descenso del 25% del PIB nacional. La tasa de desempleo juvenil alcanza ya el 60%. No se me ocurre ninguna otra depresión en la historia que haya sido tan deliberada y haya tenido consecuencias tan catastróficas.»

El artículo entero lo tenéis aquí, por si os interesa el tema griego actual:


Pero ojo, que este post no va sobre la deuda griega y posiblemente no responderé a los comentarios que hagáis sobre ésta. Ya bastante dan la tabarra los Medios de Incomunicación. Este post va exactamente sobre la peligrosa desviación de los demócratas que tienen miedo a que los ciudadanos expresemos nuestra voluntad con respecto a todos los temas importantes, prefiriendo que sean los “supuestos” técnicos los que, en camarillas en penumbra, decidan. Ese es el tema, amiguitos. Y entenderé que no todos estéis de acuerdo y queráis expresarlo.