Soy un desastre. Tengo unos relatos fundacionales, sobre la muerte, que empecé a escribir con menos de 20 años, los terminaba, tiempo después los leía, no me gustaban, los rompía y volvía a escribirlos. Habré hecho esa operación más de 20 veces, pasarlos de varias páginas hasta unas 20 líneas: dejarlos en los huesos. Necesitaba recuperar 2 de ellos, para usarlos en el blog. Creí que los había publicado, pero no los he encontrado. Tendré que volver a escribirlos. ¡Qué pesadez, porque los consideraba cerrados! Pero en la búsqueda en el blog antiguo, he encontrado una reflexión sobre el año nuevo, de enero de 2009, que me parece que ahora es todavía más pertinente. Aquí va.
Los que en este año no hemos muerto
Los que en este año no hemos muerto
y hay un año más y a ver qué pasa
podemos, por ejemplo, decir que ya está bien
de estar tan mal
con la autoridad del superviviente podemos
declarar muerto lo posmoderno
tan moderno en su día al convertir
a cada hombre en una isla
podemos también querernos mucho entre nosotros
que nos va a hacer falta cuando todo
nos vaya faltando poco a poco
y hasta mucho a mucho
(yo os quiero ya, va por delante, de hace tiempo)
podemos, sobre todo, adelgazar
al poder, el verdadero, el que no cambia
con el cambio de gobierno,
arañarle gramo a gramo su sustancia
lentos y constantes como las hormigas rojas.
Nada es demasiado poco en esta lucha
de insectos
(conviene sobre todo no olvidarlo:
que lo de esto no sirve para nada
nos llega pensado y masticado
para que sirvamos solo para ellos)
podemos ser molestos, impertinentes,
sosegados y exasperantes en abrir
agujeros en el manto de silencio decretado
por los titulares de la propiedad.
Nos han quitado tanto
que nos queda el tiempo.