En toda casa en la que vive una pareja se producen
enfrentamientos, escaramuzas, luchas y guerras (limpias o, a veces, sucias). Una de mis guerras ha sido
(fue) por mis revistas de literatura, Parafraseando a la madre de un Woody
Allen niño en una de sus películas, “De acuerdo, el Universo se expande, pero tú
vives en tu casa y tu casa no se expande”, me venía a decir mi contraparte. De modo que mi decisión de conservar
esas revistas, para mí más preciosas casi que los libros, que son más fáciles
de reencontrar, me obligó a ser altanero, fiero, contumaz y barriobajero. Pero
me mantuve firme hasta que ella tuvo la feliz idea de trasladarlas a la casa de la montaña, donde no molestan y las tengo fácilmente a mi alcance (en la casa de Madrid, por mantenerlas a salvo, las tenía en los sitios menos propicios y de más difícil disponibilidad instantánea). Ahora, cuando estoy ahí, no
hay noche, salvo cuando he bebido más que caminado casi en la oscuridad, que no
elija una para irme a la cama. Lo que en otro tiempo representaron, el temblor
del conocimiento primerizo de la literatura y los literatos, la información sobre los libros que ¡tenía que
conseguir leer!, ahora, a veces decenios después de que se editaran, se ha
convertido en la más rabiosa actualidad de lo eterno de la literatura. Mis
preferidas eran Quimera y El urogallo, (Barcelona y Madrid). Infelizmente desaparecida la segunda.
Hablaré de Quimera, pues escribo esto por el número (¡el 379!) de junio
de 2015, que incluye un dossier sobre Jaime Gil. Tuvo, esta revista, una época fantástica que me marcaba todo aquello que me podía interesar (y que luego leía y me interesaba).
Podías vivir en cualquier parte de España, una ciudad grande o un pueblo minúsculo,
pero Quimera y El urogallo te situaban en el Centro del Tablero del Juego. En épocas más recientes, se hizo más moderna y empezó a parecerme un boletín pueblerino,
que ya no me producía el menor interés, por lo que dejé de leerla (primero) y de comprarla (después). Desde hace muy pocos años ha cambiado y
ha vuelto a serme necesaria... ya no con ese temblor del “descubrimiento” que
te pone los ojos como platos; pero la culpa supongo que no es de la revista,
sino de que me cuesta ya mucho temblar. Lo que es cierto es que Quimera ha
vuelto a ser necesaria.
En este dossier hay una entrevista imprescindible con Carme Riera,
una de las personas que más ha escrito y más sabe sobre la Escuela de
Barcelona, a la que Jaime Gil fue incorporado (me encanta que varias veces le
llame Jaime Gil, a secas). Es como un resumen de lo muchísimo que Carme sabe sobre el asunto,
como un índice expandido de los temas que ella misma ha tratado por extenso,
pero imprescindible bien como recuerdo o bien como propuesta.
La entrevista, que va seguida de excelentes artículos sobre
Jaime, vale por sí misma, no solo por ser ese índice expandido, por todos los
recuerdos fugaces y pequeños sobre Jaime y sobre la Escuela de Barcelona, con
anécdotas que le dan vida.
«Se podría decir que las influencias extranjeras del grupo
de Barcelona se dividen en: anglosajonas (a través de Jaime Gil de Biedma),
alemanas (a través de Carlos Barral, que incluso tradujo a Rilke) e italianas
(a través de José Agustín Goytisolo). Este último incluso llegó a traer a
Pasolini a Barcelona. Tuvo que dar la charla, por cierto, en la sala de disección
del Hospital Clínico, porque no les dejaron otro espacio.»
Ahora que estoy viendo en YouTube, con una imagen de calidad
horrorosa, viejas películas de Pasolini, que estoy leyendo su poesía (la edición
bilingüe de su obra poética de 1957 a 1971) y también sus Scritti
corsari, me parece que la casualidad llevó a dar la conferencia en el lugar más
adecuado.
Es imprescindible cómo describe en muy pocas palabras uno de los rasgos más importantes de Jaime (también otros pero copio lo que dice sobre este):
«Él trabaja con la teoría de la creación de un poema en el que el sujeto poético sea y no sea el autor; ese es un juego que él domina muy bien, porque en muchos de sus poemas Jaime Gil el sujeto poético es el propio Jaime Gil --él mismo contaba que en el poema en el que vuelve a casa y se mira en el espejo, el espejo realmente existe y él se reflejaba al entrar y, si había bebido demasiado, hasta se lo podía reprochar a su imagen-- pero no como sí mismo, sino como un sujeto poético autónomo de la propia biografía del autor.»
Los poetontos como yo, que aprendimos eso hasta que se nos pegó en la piel y a veces subimos un texto a ese blog que no sé bien porqué tenemos, cuando en los comentarios se hace referencia a lo puesto como si fuera la biografía de quien tiene el número de DNI que tenemos, en lugar de algo que le sucede al sujeto poético de nuestro mismo nombre, sólo podemos pensar un "tierra trágame".
Daos prisa en conseguir este ejemplar. El 1 de julio, Quimera presentará (supongo que
como siempre) el número doble de julio-agosto, con lo que este número precioso,
el 379, desaparecerá de los quioscos y librerías. Encontrarlo será ya más difícil.