“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.

NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein

“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”

Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16




martes, 20 de febrero de 2018

Taller Bremen. Tema: Pájaros

PAJARRACOS

Al salir de la Casa de las Huertas, dejó la llave debajo de una piedra, pasó por una panadería cercana y dejó pagada, llevaba las monedas justas, una barra grande de ese pan soso levantino que tanto le gustaba, para recogerla al regreso. Con zapatillas de esparto, un meyba viejo y una camiseta, recorrió por una carretera estrecha los dos kilómetros y pico que separaban el pueblo de la playa. Cuando llegó, el Sol todavía estaba subiendo pegado al mar. Apenas había nadie. Algunos viejos con problemas de sueño que caminaban por la orilla y varios extranjeros, pocos, que habían bajado con todos los avíos de playa, no queriendo perderse nada de esos días de sol, mar y luz. No les importaba saber, porque tenían que saberlo, que con ese abuso acabarían achicharrados.
Dejó las zapatillas, la camiseta y una toalla, y se metió inmediatamente en el mar. Llegó hasta el primer banco de arena, sobre el que podías caminar con el agua por las rodillas; cuando la profundidad volvió a ser de unos metros, alcanzó el segundo, en el que el agua te llegaba casi al cuello. Descansó y se metió hacia dentro. Desde ese segundo banco, la profundidad era ya de casi diez metros y el color del mar se volvía azul oscuro. Se puso a nadar, alejándose de la playa, como si estuviera celebrando un rito que le limpiaba de algo, no sabía qué, que le estaba molestando desde hacía tiempo. Miró desde la distancia hacia la playa, que seguía casi igual de desierta, y se felicitó de que le quedara tiempo para el baño.

Al llegar a la estación a primera hora de la mañana, se sorprendió de ver a su hermano esperándole, cuando tendría que estar en la oficina. Le había avisado de su llegada y de que iría a pasar unos días en su casa, pero no pensaba que fuera a la estación del tren a recogerle.
—Te tengo que contar una cosa —me dijo nada más verme— vamos al coche.
La tarde anterior, un amigo le había informado de que me buscaban. Nada serio, pero si cualquiera de sus compañeros me veía, me detendría.
—Te hemos preparado la Casa de las Huertas, y te hemos dejado comida. Te llevo allí inmediatamente. Estarás bien. Iré a verte alguna tarde y el domingo vamos toda la familia. Haremos una paella y aperitivos. Pero no puedes bajar a la ciudad. Por precaución, si quieres ir a la playa, hazlo al amanecer. No te pude avisar porque no tienes teléfono.
—Siento los problemas que te doy. No te preocupes por mí. Estaré estupendamente y me he traído un par de libros. Si puedes, sácame un billete de regreso para el lunes por la mañana.
Cuando llegamos a la casa, en realidad una Villa, que tenía en la planta baja, la cocina y algunos cuartos pequeños, subimos a la superior, con habitaciones más grandes y un salón de 40 metros cuadrados. Hacía tiempo que habían quitado de allí la gran mesa, las sillas y todos los muebles. Tres balcones por un lado y dos al fondo lo iluminaban. Solo quedaba un sofá grande, que elegí para dormir. Mi hermano y yo buscamos una mesita y una silla, para comer y escribir, y las instalamos.

Me había llevado dos libros de Lovecraft, Los mitos de Cthulhu y otro que no recuerdo. Al volver de la playa, recogía el pan, al que le añadía sal y aceite, me hacía un cuenco de café y me tomaba ese desayuno-comida en cantidad suficiente, terminaba con un par de piezas de frutas y me tumbaba en el sofá, quedándome dormido hasta media tarde. Después paseaba por las huertas. Al anochecer, volvía a entrar, cenaba huevos fritos con patatas y después, en el sofá, tapado con un cobertor, leía.
La primera noche fue estupenda y la pasé casi  entera leyendo. Pero al anochecer de la siguiente empezó a picarme la parte exterior del antebrazo izquierdo. Estaba sonrosado. Día a día aumentaban el aspecto desagradable y el picor, pero empeoraba todavía más por la noche. Allí, recostado en el fondo de aquel salón tan grande, iluminado por un flexo, la lectura de Los Mitos empezó a asustarme. En realidad más que eso: el estado del brazo, que daba la impresión de estar deshaciéndose, se mezclaba con las historias de terror, participaba de ellas como un personaje secundario. Y por el terror no podía dormirme hasta que aparecía una luz muy ligera del amanecer.
En esos momentos habría renunciado con placer a la playa, pero los pájaros que dormían en cuatro árboles muy cercanos y piaban con estruendo me lo impedían. Tenía que volver al plan de la playa y el desayuno de pan con aceite y sal mojado en café. Luego me adormecía tumbado en el sofá y la historia del día y de la noche se repetía.
Por eso, la mañana en que me marché, en el primer autobús que iba del pueblo a la ciudad, para coger el tren a Madrid. Llené dos bolsas con piedras y las estuve tirando a los árboles, obligando a los pájaros a volar continuamente, sin concederles tregua. Deseaba mantenerlos en el aire hasta que murieran de agotamiento y cayeran al suelo, pero ninguno lo hacía. Malditos pajarracos.

martes, 13 de febrero de 2018

Mi amiga Aroa Moreno, premio Ojo Crítico a la mejor novela de 2017

A este premio del mejor programa de Radio Nacional sobre cultura no te presentas. Se reúne un jurado de profesionales que trabajan en silencio y, si ellos se han fijado en ti y has ganado, te llaman y te lo dicen. El prestigio es muy grande. A quien llamaron fue a mi gran amiga Aroa. Salió en febrero y va ya por la 4ª edición. Las palabras que ha escrito Almudena Grandes en la fajita lo dicen todo.





Otra alegría es que el libro salió en Caballo de Troya, que cada año tiene un Editor distinto y en 1917 lo fue Lara Moreno. Otra gran amiga. Así que todo que cerca de casa y mi felicidad es doble.



Lara tuvo que irse nada más terminar y no pudo estar en el centro de esta foto, como hubiera sido deseable. Habrá que dibujarla y pegarla a esta foto.