“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.

NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein

“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”

Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16




viernes, 6 de diciembre de 2013

¿Estamos jodidos?


Por qué necesitamos una eco-revolución

Naomi Klein, 21/11/2013, www.sinpermiso.info 
Reproducido en http://www.globalizate.org

En diciembre de 2012, un investigador de sistemas complejos con el pelo teñido de rosa, Brad Werner, se abrió camino entre una multitud de 24.000 geólogos y astrónomos en el Congreso de otoño de la Unión Geofísica Americana que se celebra cada año en San Francisco. Las conferencias de este año acogían participantes de renombre, desde Ed Stone, del proyecto Voyager de la NASA, que explicaba un nuevo hito en el camino hacia el espacio interestelar, hasta el director de cine James Cameron, que compartía con los asistentes sus aventuras en batiscafos de profundidad.
Sin embargo, fue la sesión del propio Werner la que levantó más controversia. Tenía por título "¿Está la tierra jodida?"(título completo: "¿Está la tierra jodida? Inutilidad dinámica de la gestión medioambiental y posibilidades de sostenibilidad a través del activismo de acción directa.").

De pie en la sala de conferencias, el geofísico de la Universidad de California en San Diego, mostró a la gente el avanzado modelo informático que estaba usando para responder a dicha pregunta. Habló de los límites del sistema, de perturbaciones, disipaciones, puntos de atracción, bifurcaciones y de un puñado de muchas otras cosas que son tan difíciles de comprender para quienes somos legos en la teoría de los sistemas complejos. No obstante, el tema de fondo estaba más que claro: el capitalismo global ha hecho que la merma de los recursos sea tan rápida, fácil y libre de barreras que, en respuesta, "los sistemas tierra-humanos" se están volviendo peligrosamente inestables. Cuando un periodista le presionó para que diera una respuesta clara sobre la pregunta "¿estamos jodidos?", Werner dejó a un lado su jerga para contestar: "más o menos".
Sin embargo, había una dinámica en el modelo que ofrecía alguna esperanza. Werner lo denominó "resistencia": movimientos de"gente o grupos de gente" que "adoptan un cierto tipo de dinámicas que no encajan con la cultura capitalista". Según el resumen de su comunicación, esto incluye "acción directa medioambiental y resistencia proveniente de más allá de la cultura dominante, como las protestas, bloqueos y sabotajes perpetrados por indígenas, trabajadores, anarquistas y otros grupos activistas.".

Las reuniones científicas serias, normalmente, no implican llamadas a la resistencia política en masa, mucho menos acciones directas y sabotajes. No es que Werner estuviera exactamente convocando estas acciones. Simplemente tomaba nota de que los levantamientos en masa de la gente (en la línea del movimiento abolicionista, de los derechos civiles o del "Ocupa Wall Street") representan la fuente más probable de "fricción" a la hora de ralentizar una máquina económica que está escapando a todo control. Sabemos que los movimientos sociales del pasado han tenido una "tremenda influencia en...cómo la cultura dominante ha evolucionado", señaló. Así que es lógico que "si pensamos en el futuro de la tierra, y en el futuro de nuestro acoplamiento al medio ambiente, tenemos que incluir la resistencia como parte de la dinámica.".Y eso –argumentó Werner-, no es una cuestión de opinión, sino un "verdadero problema de geofísica".

Muchos científicos se han visto forzados a salir a la calle por los resultados de sus descubrimientos. Físicos, astrónomos, doctores en medicina y biólogos se han situado al frente de movimientos contra las armas nucleares, la energía nuclear, la guerra, la contaminación química y el creacionismo. Así, en noviembre de 2012, la revista Nature publicó un comentario del financiero y filántropo medioambiental Jeremy Grantham, urgiendo a los científicos a unirse a esta tradición y a "ser arrestados si fuera necesario", porque el cambio climático"no es solo la crisis de vuestras vidas: es también la crisis de la existencia de nuestra especie.".

No hace falta convencer a algunos científicos. El padrino de la moderna ciencia climática, James Hansen, es un activista formidable que ha sido arrestado alrededor de media docena de veces por su lucha por el cierre de las minas de carbón en las cimas de las montañas y contra los gaseoductos de gas de esquisto (incluso este año dejó su trabajo en la NASA, en parte para tener más tiempo libre para sus campañas). Hace dos años, cuando fui arrestada en las inmediaciones de la Casa Blanca en una acción masiva contra el gaseoducto de gas de esquisto Keystone XL, una de las 166 personas que había sido esposada ese día era un glaciólogo llamado Jason Box, un experto sobre el derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia mundialmente reconocido.

"No podía seguir respetándome a mí mismo si no iba," dijo Box en aquel momento, añadiendo que "parece que, en este caso, no es suficiente con votar. También necesito ser un ciudadano".

Es admirable. Pero lo que Werner está haciendo con su modelo es diferente. Él no está diciendo que su investigación le llevara a tomar parte activa contra una política en particular; lo que está diciendo es que su investigación muestra que todo nuestro paradigma económico es un desafío a la estabilidad ecológica. Y, claro está, desafiar este paradigma económico con un movimiento de masas reactivo resulta la mejor baza humana para evitar la catástrofe.
Eso es muy fuerte. Pero no está solo. Werner forma parte de un pequeño pero cada vez más influyente grupo de científicos cuyas investigaciones en el campo de la desestabilización de los sistemas naturales (de los sistemas climáticos, en particular) les está llevando a conclusiones transformativas, incluso revolucionarias, similares. Y para cualquier revolucionario en el armario que alguna vez haya soñado con derrocar el actual orden económico a favor de algún otro que como mínimo no lleve a los pensionistas italianos a colgarse en sus casas, este trabajo debería serle de un especial interés. En gran medida, porque hace que cruzar el abismo entre este cruel sistema y otro nuevo (tal vez, con mucho trabajo, un sistema mejor) no sea ya una mera cuestión de preferencia ideológica, sino más bien de una exigencia para la existencia de nuestra especie en este mundo.

Al frente de este grupo de nuevos científicos revolucionarios se encuentra uno de los máximos expertos en cuestiones climáticas en Gran Bretaña, Kevin Anderson, director adjunto del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático, que en muy poco tiempo se ha situado como una de los centros de investigación sobre el clima más importantes en el Reino Unido. Dirigiéndose a todos, desde el Departamento para el Desarrollo Internacional hasta el Ayuntamiento de Manchester, Anderson se ha pasado más de una década popularizando pacientemente los resultados de la ciencia climática más moderna a políticos, economistas y activistas. En un lenguaje claro y comprensible, ha ofrecido una rigurosa hoja de ruta para la reducción de la emisión de gases contaminantes que persigue frenar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados centígrados, objetivo que la mayoría de los gobiernos consideran imprescindible para evitar la catástrofe.

Sin embargo, en los últimos años, los documentos y las diapositivas de Anderson se han ido haciendo más alarmantes. Con títulos como "El cambio climático: más allá de lo peligroso... Cifras brutales y esperanzas endebles", señala que las probabilidades de quedarse en algo parecido a unos niveles de temperatura seguros están disminuyendo rápidamente.
Junto con su colega, Alice Bows, experta en control climático en el Centro Tyndall, Anderson señala que hemos perdido tanto tiempo con políticas ambiguas y con tímidos programas climáticos (mientras las emisiones globales crecían sin control), que ahora tenemos que enfrentarnos a recortes tan drásticos que incluso llegan a desafiar la lógica fundamental de priorizar el crecimiento del PIB por encima de todo.
Anderson y Bows informan de que el tan a menudo citado objetivo de reducción a largo plazo (un recorte de más de un 80% de las emisiones de 1990 para el 2050) ha sido fijado por razones de conveniencia política y que no tiene "ninguna base científica". Esto es debido a que los impactos sobre el clima no provienen de lo que emitamos hoy o mañana, sino del cúmulo de emisiones que se han ido sumando en la atmósfera a lo largo del tiempo. Además, avisan de que centrarse en objetivos de aquí a tres décadas y media –en lugar de enfocarlos hacia lo que podemos hacer para recortar carbono de forma tajante e inmediata- supone un grave riesgo de seguir permitiendo que las emisiones aumenten vertiginosamente en los próximos años, y que de ese modo se superará con creces nuestro "objetivo de carbono" hasta los 2 grados centígrados, y, entrado el siglo, nos encontraremos ante una tesitura imposible de encarar.
Esta es la razón por la que Anderson y Bows argumentan que, si los gobiernos de los países desarrollados se muestran serios a la hora de alcanzar el acordado objetivo internacional de mantener el calentamiento por debajo de los 2 grados centígrados, y siempre que las reducciones vayan a respetar cualquier tipo de principio equitativo –básicamente, que los países que han estado arrojando carbono durante casi dos siglos necesitan recortar sus emisiones antes que los países en los que más de mil millones de personas todavía no tienen electricidad-, entonces, las reducciones deben ser mucho más profundas y tienen que llegar mucho antes.

Incluso disponiendo de una probabilidad de 50/50 de alcanzar el objetivo de los 2 grados (la cual, como ellos y muchos otros avisan, ya implica enfrentarse a una serie de impactos climáticos bastamente dañinos), los países industrializados necesitan empezar a recortar sus emisiones de gases de efecto invernadero alrededor de un 10 por ciento al año. Y deben empezar ya. No obstante, Anderson y Bows dan un paso más, al señalar que este objetivo no puede lograrse con modestas penalizaciones por emisión de carbono o con las soluciones ofrecidas por la tecnología ecológica, normalmente defendidas por las grandes "corporaciones verdes". Desde luego que estas medidas pueden ayudar, pero no son suficientes: una reducción del 10 por ciento en las emisiones, año tras año, resulta inaudita desde el momento en que empezamos a energizar nuestras economías con carbón. De hecho, los recortes por encima de un 1 por ciento al año "se han visto históricamente asociadas a recesiones económicas o a crisis políticas",tal y como indicó el economista Nicholas Stern en su informe de 2006 para el gobierno británico.

Ni siquiera con la desintegración de la Unión Soviética hubo reducciones de tal duración y profundidad (los países soviéticos experimentaron un promedio de reducciones anuales de apenas un 5 por ciento en un período de diez años). Tampoco ocurrieron tras el crack de Wall Street en 2008 (los países ricos experimentaron un descenso de un 7 por ciento de emisión entre 2008 y 2009, pero sus emisiones de CO2 remontaron fuertemente en 2010, y las emisiones en China y en la India han seguido creciendo). Solo después de la gran crisis de 1929, los Estados Unidos vieron, por ejemplo, como las emisiones descendían durante varios años consecutivos más de un 10 por ciento anual, según los datos históricos del Centro de Análisis e Información de Dióxido de Carbono. Pero esa fue la peor crisis económica de los tiempos modernos.

Si queremos evitar ese tipo de carnicerías a la hora de lograr nuestros objetivos con base científica en las emisiones, la reducción del carbono debe gestionarse con cuidado a través de lo que Anderson y Bows describen como "estrategias de decrecimiento radicales e inmediatas en EEUU, la UE y en otras naciones ricas". Lo que está muy bien, si no fuera por el hecho de que resulta que tenemos un sistema económico que fetichiza el crecimiento del PIB sobre todo lo demás, sin importar las consecuencias humanas o ecológicas, y en el que la clase política neoliberal hace tiempo que ha rechazado su responsabilidad de gestionar nada (ya que el mercado es el genio invisible a lo que todo debe ser confiado).

Así que lo que Anderson y Bows están realmente diciendo es que todavía queda tiempo para evitar un calentamiento catastrófico, pero no según las reglas del capitalismo tal y como hoy se plantean. Algo que tal vez sea el mejor argumento que jamás hayamos tenido para cambiar esas reglas.

En un ensayo de 2012 aparecido en la influyente revista científica Nature Climate Change, Anderson y Bows lanzaron un guante, acusando a muchos de sus colegas científicos de no ser transparentes a la hora de exponer los cambios que el cambio climático precisa de la humanidad. Vale la pena citarles por extenso: "...a la hora de desarrollar los marcos de emisión de gases, los científicos constantemente subestiman las implicaciones de sus análisis. Cuando se trata de la cuestión de evitar el aumento de los 2 grados centígrados, se traduce "imposible" por "difícil, pero se puede hacer"; "urgente y radical", por"desafío": todo para apaciguar al dios de la economía –o, más concretamente, al de las finanzas-. Por ejemplo, para evitar salirse del porcentaje máximo de reducción de emisiones dictado por los economistas, se asumen los anteriores niveles máximos "de forma imposible", junto con ingenuas nociones de "alta"ingeniería y con las tasas de utilización de infraestructuras bajas en carbón. Y lo más inquietante es que cuanto más menguan los presupuestos sobre emisiones, más se propone la geoingeniería para asegurar que el dictado de los economistas permanezca incuestionable".

En otras palabras, para aparecer razonable en los círculos económicos neoliberales, los científicos han estado haciendo la vista gorda de manera escandalosa con las consecuencias derivadas de sus investigaciones. Hacia agosto de 2013, Anderson estaba dispuesto a ser incluso más tajante, al escribir que habíamos perdido la oportunidad de cambios graduales. "Tal vez, durante la Cumbre sobre la Tierra de 1992, o incluso en el cambio de milenio, el nivel de los 2 grados centígrados podrían haberse logrado a través de significativos cambios evolutivos en el marco de la hegemonía política y económica existentes. Pero el cambio climático es un asunto acumulativo. Ahora, en 2013, desde nuestras naciones altamente emisoras (post-) industriales nos enfrentamos a un panorama muy diferente. Nuestro constante y colectivo despilfarro de carbono ha desperdiciado toda oportunidad de un "cambio evolutivo" realista para alcanzar nuestro anterior (y más amplio) objetivo los 2 grados. Hoy, después de dos décadas de promesas y mentiras, lo que queda del objetivo de los 2 grados exige un cambio revolucionario de la hegemonía política y económica"(la negrita es suya).

Probablemente no debería sorprendernos que algunos climatólogos estén un poco asustados por las consecuencias radicales de sus propias investigaciones. La mayoría de ellos solo estaban haciendo tranquilamente su trabajo, midiendo núcleos de hielo, elaborando sus modelos de climatología global y estudiando la acidificación de los océanos, hasta llegar a descubrir, tal y como dijo el experto climatólogo australiano Clive Hamilton, que "estaban, sin quererlo, desestabilizando el orden social y político".

Sin embargo hay mucha gente bien informada de la naturaleza revolucionaria de la climatología. Es la razón por la que algunos gobiernos que han decidido tirar a la basura sus compromisos con el clima para seguir produciendo más carbón han tenido que encontrar maneras todavía más bestias para acallar e intimidar a sus propios científicos. En Gran Bretaña, esta estrategia se está haciendo más patente en el caso de Ian Boyd, el principal consejero científico del Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales, al escribir hace poco que los científicos deberían evitar "sugerir que políticas son buenas o malas" y que deberían expresar sus puntos de vista "colaborando con asesores oficiales (como yo mismo), y siendo la voz de la razón, más que de la disidente, en el ámbito público".
Para saber a dónde conduce esto, solo hace falta mirar lo que ocurre en Canadá, donde vivo. El gobierno conservador de Stephen Harper ha hecho un trabajo tan eficaz a la hora de amordazar científicos y cerrar proyectos de investigación críticos que, en julio de 2012, un par de miles de científicos y simpatizantes celebraron un funeral bufo ante el Parlamento en Ottawa, quejándose de "la muerte de la evidencia". Sus carteles decían: "no hay ciencia, no hay evidencia, no hay verdad.".

Pero la verdad siempre reluce. El hecho de que el negocio-habitual-de-búsqueda-de beneficios y crecimiento este desestabilizando la vida en la tierra ya no es algo que tengamos que leer en las revistas científicas. Los primeros síntomas se están desplegando ante nuestros ojos. Y el número de personas que están reaccionando también crece a medida que sucede: bloqueando las explotaciones de gas de esquisto en Balcombe, interfiriendo en las perforaciones en el Ártico en aguas rusas (a un tremendo coste personal); llevando a juicio a las compañias de energías bituminosas por violar la soberanía indígena, entre otros muchos incontables actos de resistencia, grandes y pequeños. En el modelo informático de Brad Werner, esta es la"fricción" que se necesita para frenar las fuerzas de desestabilización. El gran activista del clima Bill McKibben lo llama los "anticuerpos" que se producen para luchar contra la "fiebre alta" del planeta.

No es una revolución, pero es un comienzo. Y puede que nos consiga el tiempo suficiente para imaginar una manera de vivir en este planeta que sea claramente menos jodida.

Naomi Klein es autora de La doctrina del shock y No Logo, está trabajando en un libro y una película sobre el poder revolucionario del cambio climático.

Traducción para www.sinpermiso.info: Betsabé García Álvarez



domingo, 27 de octubre de 2013

Cuando a España le va fantástico, a los españoles nos va de puta pena

Cuando Don Emilio (no cito su apellido ni hago con él fáciles juegos de palabras) dijo lo que leí que dijo, me dije ¡Ya era hora! Porque tengo tantos amigos y conocidos que están pasando las de Caín, veo tanta miseria y pobreza en las calles, que empezaba a temer que el corazón se me encogiera tanto que dejara de bombear sangre. Egoísmo puro y duro.

Preparé una larga lista de aquellos a los que tenía que felicitar y empecé a llamarles. Iluso de mí: seguían cayendo por la pendiente. Salí a la calle y volví a ver gente vestida y aseada como yo en la cola de la sopa gratuita, colas para pelearse por los alimentos oficialmente caducados que los supermercados sacan por la noche. Me acordé de que todo eso, ajustando los signos externos cambiantes (atrezzo y vestuario), ya lo había leído en Galdós, en Baroja, Barea y Dickens.

Como soy un sabueso (piojoso) que no suelta una presa intelectual sin llegar a comprenderla, me dije a mí mismo que tenía que reflexionar. Me senté con las manos entrelazadas sobre el regazo y reflexioné. Esto es lo que descubrí.

Vivimos con la falsa sensación de que lo que importa de España, su esencia, son los españoles. Já, já y já. La nación y los que en ella viven no tienen nada que ver.

España es un boato (compuesto de una bandera, un himno, desfiles militares y una historia ad hoc) al servicio de los poderosos que la dominan.

Los españoles somos los que con nuestro trabajo o nuestra miseria, según corresponda a las épocas, mantenemos el poder y, como dirían las folclóricas, el tronío de la vida de los poderosos.

Asunto dialécticamente zanjado. Si los tiempos que corren, de capitalismo neoliberal, aconsejan que para que venga dinero de todas partes nos debemos convertir en un país de putas baratas, camareros mal pagados y jóvenes sin trabajo, si hemos de perder la ventaja lógica de las rentas del trabajo sobre las del capital, pues ¡eso es lo que hay!

En resumen, Don Emilio resuelve la antítesis España/Españoles en una tesis coherente. Don Emilio tiene más razón que un santo. Como en los juegos infantiles, ha tocado “casa” y ha gritado “¡Para mí y para todos los míos!”. Los españoles tenemos el consuelo de agitar alegres la bandera cuando gana La Roja, Nadal y Fernando Alonso. Banderas importadas de China, claro, que son más baratas y la libertad de comercio global es lo que importa.

Pero Don Emilio, en todo lo que escrito, no es un individuo; es el nombre de un individuo que, por la Visión Global y la claridad de sus palabras, merece representar y nominar a su especie.


domingo, 20 de octubre de 2013

Taller Bremen. Tema, el McGuffin

El maletín abandonado

A todos los que cayeron, hubieran hecho
o no aquello de lo que se les acusaba,
y a los que vieron su vida jodida para siempre
para conseguir algo que nos estamos dejando
arrebatar como idiotas.

Cuando los gitanos de las chabolas te dicen que lo que quemas da un pestucio que los va’ matá a tós, es mejor que vayas pensando en marcharte. Que es lo que hizo Javi.

Javi era el gran amigo de mi nueva novia, que me lo presentó la segunda noche asegurándome que nos íbamos a llevar muy bien. Quitando que esa primera noche estuvimos a punto de liarnos a hostias, porque él no estaba dispuesto a que le cayera bien ningún novio de su amiga, pues al final acertó, mi novia, y acabó siendo más amigo mío que de ella.
Durante la segunda mitad de la primavera y a principios de aquel verano maldito, lo visitaba al menos tres días a la semana, casi siempre con mi novia. Con una botella de Garvey recién comprada, bajábamos los dos muy tiesos por Tetuán de las Victorias, donde los domingos se celebraba el Rastro de los pobres y quedaban, para el resto de la semana, los bares más estupendos y baratos que podían encontrarse en Madrid.
Al llegar al extremo de esa calle ancha, la ciudad terminaba. Quiero decir, el asfalto. Solo había un secarral hasta muy lejos, donde se veían casas de obreros, de cuatro o cinco pisos. Tomábamos un camino de tierra a la derecha, girando a la izquierda a unos cien metros, y tras pasar dos charcas que incluso en las épocas más secas se habían convertido en barro, llegabas a un conglomerado de latón que parecía empotrado en una construcción tradicional, que era una cuadra de un gitano viejo en la que guardaba tres caballos, dos mulos y un burro. Javi y yo pensábamos que terminada la época del transporte por tracción animal, había nacido entre los animales y no quería deshacerse de ellos. Por eso inició el negocio inmobiliario de las minichabolas a buen precio. Además, no había que pagar agua ni luz, ya que el gitano viejo se había encargado de hacer los enganches pertinentes y gratuitos.
Al abrir la puerta de latón del complejo inmobiliario, situada a la izquierda, se veía un largo pasillo sin nada arriba que protegiera de la lluvia. A la derecha, doce chabolas, que tras el latón estaban protegidas por dentro por ladrillo pintado de blanco, y al fondo, en paralelo con la puerta de entrada al edificio, el cagadero y ducha comunales, todo en el mismo espacio. Con el detalle de que la ventana daba hacia el sur y las ventanas de las chabolas hacia el norte. Ya era bastante que por ellas entrara el olor a mierda de caballo y de las cocinas, donde todo lo que se hacía era grasiento.
Al entrar en la número ocho, que era la de Javi y su mujer, tenías la impresión de estar en otro mundo. La mujer la había tratado como si fuera una casa de muñecas: el dormitorio, la cocina con un fregadero y la pequeña sala, con una mesa en una esquina, donde ella fabricaba las pulseras hippis de las que vivían, vendiéndolas con poca competencia en el Rastro de La Latina los domingos, y en otra mesa, cubierta por un paño azul desvaído, entre lila y blanco, la pluma y los lápices bien ordenados de Javi y un montón de folios, que iba rellenando con textos casi tan imposibles como él mismo. Nos bebíamos la botella de Garvey, mientras ellas tomaban té con unas gotas de coñá; y luego salíamos a tomar cañas.

Lo recuerdo todo con una claridad casi absoluta, porque el maletín que le dejó Bruno, no sé bien por qué, merece la “claridad absoluta” sin el “casi”.

Un día de junio, me presentó a su vecino de la chabola seis, recién llegado. Decía llamarse Bruno, pero Javi y yo pensábamos que ni de coña, aunque nos daba lo mismo. Había huido de una ciudad gallega porque ya lo habían torturado una vez y ahora, según le dijeron, su vida corría peligro. Era bondadoso, culto, totalmente comprometido con la lucha contra la Dictadura; y tenía mucho miedo. No se atrevía a salir de las chabolas, pero le convencimos de que nadie se iba a fijar en él si venía a tomar cañas y estirar las piernas por Tetuán de las Victorias. Para asegurarse, se dejó bigote y empezamos a pasearle. Incluso aumentamos el número de amigos que, cuatro veces por semana, lo paseábamos en grupo, para que se sintiera seguro.
Hacia el 10 de julio, se despidió de Javi, porque había encontrado un lugar seguro, pidiéndole el favor de que le guardara un maletín, muy pesado. Ya vendría a recogerlo cuando se pudiera mover con libertad, porque pensaba ganarse la vida con lo que contenía. Un poco paranoico sí era, pero quién iba a culparle.
La segunda mitad de julio y agosto, Javi y su mujer se fueron a vender las hipiadas por la costa de Levante y volvieron forrados. Los dos nos encontramos en los periódicos la foto de Bruno, con su verdadero nombre y apellidos, acusado de pertenencia al FRAP y de haber asesinado a un Policía Nacional. Lo fusilaron el 27 de septiembre. Javi y yo nunca nos creímos que hubiera sido él. Además, estábamos acostumbrados a que un porcentaje elevado de las acusaciones eran falsas. El sistema exigía que un delito se saldaba con un culpable presentado a la sociedad, lo fuera o no.

Nos tuvimos que enfrentar al problema del maletín. Una vez fusilado, ya no necesitaba ganarse la vida. A pesar de nuestras dudas fundadas sobre su culpabilidad, temimos encontrarnos con armas. Javi era partidario de vendérselas a un compañero de chabola, que ya sabría él sacarles partido; pero yo le dije que si el arma se usaba y la poli encontraba el menor resto de una huella de Bruno, el usuario del arma no se iba a comer el marrón de dos payos y en menos de un día íbamos de cara a un tribunal militar que nos condenaría a más años de los que sabíamos contar.
Javi lo abrió, con miedo, y encontramos planchas para fundir soldaditos de plomo: una banda entera a pie, cada uno con su instrumento, y soldados de caballería del XIX, todos diferentes. Las debía haber comprado por dos perras en el Rastro de Tetuán. Ese era el secreto y la esperanza de Bruno: fundir y pintar soldaditos de plomo para venderlos por ahí. Fue lo que hizo Javi durante un tiempo, en el pasillo al descubierto de las diez chabolas, hasta que el plomo ardiente soliviantó a los gitanos.


Nota informativa de la Wiki sobre Humberto Baena:

Hizo el servicio militar en Colmenar Viejo (Madrid). Debido a su ficha policial, fue vigilado constantemente por personal del SIM (Servicio de Información Militar) del cuartel. Es destinado a un cuartel de castigo en Hoyo de Manzanares.3 Se hizo militante del partido PCE (m-l) mientras cumplía su servicio militar.2
Al finalizar el mismo, volvió a Vigo. Empezó a trabajar de peón de fundición en Fumensa, una empresa de 150 obreros. Allí trabajó durante cinco meses. En 1974 participó en el lanzamiento de cócteles molotov contra una sucursal del Banco de Bilbao en Vigo en protesta por la ejecución de Salvador Puig Antich. El Día 1 de mayo de 1975 se celebró una manifestación en Vigo. En ella, un policía de paisano disparó "al aire" causándole la muerte a Manuel Montenegro, un empleado de Fenosa que se encontraba trabajando en el recinto de la empresa, desde donde estaba viendo la manifestación. Xosé Humberto no participó en ella pero, cuando se enteró de lo sucedido, él y otros compañeros recaudaron dinero para ponerle una corona de flores y una esquela en el "Faro de Vigo". Para publicarla, dieron su nombre y el DNI. Al día siguiente la policía empieza a buscar y a detener a los que participan en la colecta y, para evitar su detención, pues ya conocía los métodos usados para hacer confesar delitos no cometidos, primero decidió huir a Portugal, aunque finalmente se refugia en Madrid para continuar con la lucha política.2
Es detenido el 22 de julio de 1975, acusado de matar a un policía en Madrid. No se tuvo en cuenta un testimonio que declaró que no se parecía al autor del atentado y fue condenado a muerte.

viernes, 4 de octubre de 2013

Escalón 23 de Verónica y Nano





Veintitrés

(creo que es así)

Abro los ojos. Cierro los ojos. Abro los ojos. Cierro los ojos. Abro los ojos. Cierro los ojos. Regularmente.
Abro los. Cierro los. Abro los. Cierro los. Abro los. Cierro los. Absurdamente.
Abro. Cierro. Abro. Cierro. Abro. Cierro. Infinitamente.

Cuando como un derviche con la respiración descontrolada
miro
sin saber si los tengo abiertos o cerrados
y veo,
sé que lo que veo es el poema.


(pero tampoco me hagáis mucho caso)


[A diferencia de lo acostumbrado, incluyo el texto, pero como siempre aquí no se pueden hacer comentarios. El que quiera hacerlo, deberá ir a http://lamuertedelespejo.blogspot.com.es/2013/10/l100e-veintitres.html]

viernes, 27 de septiembre de 2013

Oportunidad de conocer a Bárbara Blasco Grau en Madrid (yo de ti no me la perdería, forastero)


El jueves 3 de octubre, a las 8 de la tarde, nos vemos en Tipos Infames. Te aseguro que no te arrepentirás.



Lo sabe casi todo de lo que es la vida de una mujer que ha hecho de casi todo. Y que ha leído continuamente: la literatura como refugio, como Resistencia. Practicante de la paradoja, de la reflexión y lo incorrecto.

Un fragmento de su nueva novela:

“Dice mi padre que no escriba sobre sexo. Pero yo tiendo a meter sexo en todo lo que escribo como el sexo tiende a inmiscuirse en los consejos de administración, en las paradas de autobús, en las galas televisivas, en las cumbres políticas, en los bordes de las carreteras, hasta en la cama se inmiscuye a veces el muy gorrino.”

Y una frase breve de su presentación de Suerte en Valencia:

“Yo quería, en definitiva, escribir la gran novela americana, y me ha salido un vodevil castizo y procaz.”

Nos vemos en Tipos Infames


sábado, 21 de septiembre de 2013

Taller Bremen. Tema: "in media res"


No soy Ismael


Al sacar la cabeza del agua, con el cuerpo entumecido y la mente difusa, vio un monstruo marino que se dirigía contra él. Gritó, ¡no soy Ismael! Y, como le sucedía en esas ocasiones de hambre de aire, la oscuridad lo rodeó y empezó a vomitar.
Ella tuvo la rapidez de acción necesaria para mover el timón a favor del movimiento del mar y pedalear hacia atrás. En lugar de arrollar el cuerpo surgido del fondo del mar, pasó a un metro de la cabeza. Maniobró para acercarse a él, con un ligero temblor por el susto, y se detuvo al lado del aparecido.
—¿Estás bien? Te llevo a la orilla.
Pero el reducido monopatín no tenía modo de aceptar esa carga.
—No te preocupes, no es la primera vez que me pasa, recupero el aliento haciendo el muerto y regreso nadando.

Él era una persona activa e independiente, de inteligencia superior a la media, con la dosis justa de entusiasmo para levantarse silbando por las mañanas. Dos juegos le daban ese punto por el que, aún siendo sociable y afable, carecía de relaciones continuas y profundas. En primer lugar, no podía asomarse a un balcón sin desear tirarse al vacío. No deseaba suicidarse: simplemente, ansiaba la experiencia de caer y sentir esos segundos en los que la calle se precipita hacia uno. Pero no podía jugar a eso, porque sabía que después no habría nada. Se quedaba apoyado en la barandilla, imaginándolo, disfrutándolo. El segundo juego, que solo practicaba en verano, consistía en nadar mar adentro hasta estar absolutamente solo. Y bucear cada vez más hondo mientras los oídos se habituaban a la presión: calculaba que unos 8 metros al principio del veraneo, que aumentaban hasta 12 o 14 conforme pasaban los días. Una vez en el fondo, se sujetaba a alguna planta marina y se quedaba allí, agotando el aire, hasta que no lo soportaba y con un ligero impulso de los pies se dejaba ascender lentamente hacia la superficie. En cuanto tenía la cabeza fuera del agua, tomaba una bocanada de aire. Se sentía, al mismo tiempo, triunfante y vencido. Tardaba en darse cuenta de la situación en la que estaba, pero la recuperación del aire se convertía en un temblor de felicidad y placer; aunque a veces vomitara. En cuanto recuperaba la conciencia clara y la fuerza del cuerpo, regresaba nadando a la orilla, se tumbaba en la toalla y se sentía el ser más afortunado del mundo.
En realidad, era un juego contrapuesto: caer para morir y ascender para vivir. Fuera de los juegos y del trabajo, que solo era trabajo, le gustaba leer narrativa, pasear despacio y beber a solas en la barra de cualquier bar.

Ella era una persona activa e independiente, de inteligencia superior a la media, con la dosis justa de entusiasmo para levantarse silbando por las mañanas. Le gustaba pasar gran parte del tiempo en soledad, una vez terminado el trabajo, que era solo trabajo, moviéndose por toda la ciudad; no era fácil, porque su belleza atraía a muchos estúpidos. Solo leía libros de filosofía, aunque no era su profesión, y los consideraba como si fueran narrativa (las novelas aumentaba su asco hacia la humanidad). De vez en cuando, una noche de amor con alguien a quien no le volvería a coger el teléfono. Únicamente pedía que el mundo la dejara en paz, salvo en los momentos en los que le apetecía entrar un rato en él. Sentía entonces que un poco de diversión compartida le dejaba el cuerpo con una tibieza de la que disfrutaba.

Ella y él se reconocieron en la orilla y se saludaron con una sonrisa auténtica.
—Creo que me has salvado la vida, al reaccionar tan rápido. Lo menos que puedo hacer es invitarte a comer en el chiringuito.
—Tengo hambre de loba.
Cada uno cogió su bolsa y toalla, y se abrasaron los pies en los 60 metros de arena fina que los separaba del restaurante. Se sentaron uno frente al otro, sin hablar, sonriéndose con los ojos, tranquilos, fumando.
—Una paella para cuatro. La que sea su favorita —pidió ella al camarero.
—¿Van a ser cuatro? —preguntó.
—No lo permita Dios. Es que la señora tiene hambre. No olvide que en  la cubeta de hielo haya siempre suficiente vino blanco muy frío del que me sirvió ayer.
Cada uno vio en los ojos del otro chispas de aceptación y reconocimiento, que fueron aumentando desde que brindaron con la primera copa, que según ella había que beberse de un tirón; insistió en que lo recordara siempre que brindaran. Y cuando se dio cuenta de que había dicho “siempre”, se estremeció. Para comer los aperitivos y la desproporcionada paella necesitaron la ayuda de tres botellas y media de vino; imagínate que somos cerdos, le dijo ella, siempre que puedo me gusta comer como una cerda, aunque otras veces te pueda parecer sofisticada. La tarde estaba ya mediada, con el sol bajando, así que siguieron tomando copas, ella eligió vodka con limón por los dos, casi hasta el anochecer, contando cada uno las partes más banales de su vida. También deslizaron algunas cosas que normalmente no contaban a nadie.
Estaban en el mismo hotel y se fueron a él juntos. Preguntaron en el bar si les podían servir copas en la piscina, de modo que siguieron bebiendo y bañándose; a punto a veces de ahogarse de la risa. Luego subieron cada uno a su habitación a ducharse y cambiarse de ropa, compraron dos botellas grandes de agua fría y las fueron bebiendo mientras paseaban por la orilla del mar, mojándose los pies. Ella tenía una “suite”, que era más grande y con vistas al mar, por lo que decidieron dormir juntos allí.
—Cariño, esta noche como si fuéramos hermanitos poco incestuosos —dijo ella mientras se desnudaba del todo echando la ropa al suelo—. Yo duermo en el lado del baño, que con tanta agua me darán ganas de hacer pipí.
Se durmieron enseguida, dejando un holgado espacio en medio. Pero ya dormidos, se fueron acercando, se rozaron y la piel de cada uno aceptó la del otro, como si la reconociera. Despertaron abrazados, con una sensación agradable. Pasaron juntos los días de vacaciones que les quedaban, aunque él no devolvió la habitación, donde tenía la ropa. Como siguiendo una marea dictada desde el interior, unas noches follaban y otras bebían; con cierto salvajismo en las dos actividades. Al volver a Madrid, sabían del otro más de lo que habían sabido nunca de nadie. Como los dos terminaban la semana de trabajo el mediodía del viernes, decidieron que todas las semanas comerían juntos y ya no se separarían hasta la salida del cine de la tarde del domingo. Estaba prohibido llamarse o mandarse correos salvo casos de emergencia

Y así vivieron cerca de tres años enloquecidos.

Él fue percibiendo que pasaba algo que era difícil remontar. Una noche, después de tomar varios rusos blancos en un garito clandestino en el que se podía fumar, cuando ella miraba al frente y seguía con la cabeza el ritmo de funk, la cogió por el mentón con el pulgar y el índice de la mano derecha, tenía unas manos grandes y anchas, y le volvió la cara para mirarse a los ojos.
—Amada, ¿qué sucede?
—Querido, ¿de verdad quieres que hablemos de nosotros como pareja, no de ti o de mí?
—Si es necesario, prefiero no posponerlo.
—Vayamos a dar un paseo.
Caminaron en silencio cogidos de la mano. Se sentaron en una mesa de una terraza casi vacía por el frío, uno al lado del otro, y hablaron hacia el frente; sin mirarse.
—¿Cuánto tiempo hace que no deseas tirarte desde un balcón?
—Ya lo sabes.
—Es como si tú me hubieras comido a mí y yo a ti. Hemos intercambiado costumbres. Ha llegado el momento de decidir si crecemos de una vez, o renunciamos, lo que significa que tendríamos que renunciar el uno al otro. Te quiero demasiado para sentir que la vida se vuelve tibia a tu lado. Pero somos dos y si no estamos de acuerdo tenemos tiempo para discutirlo. ¿Te sientes con ganas de crecer?
—Entiendo todo lo que me dices, pero ni se me había pasado por la imaginación. Desde luego que no quiero crecer.
—Una cosa en la que sigo siendo yo misma, y lo sabes, es que prefiero sufrir mucho y rápido que languidecer lentamente.
—Amada, hemos vivido algo precioso, ¿verdad?
—Verdad. Pero nos toca liberarnos. De otro modo, cuando dejáramos de ser jóvenes, resultaríamos patéticos. Esa imagen de cuarentones pasados de rosca se me está clavando en el corazón y me aleja de ti. No querría llegar a tenerte a mi lado y sentir cómo me alejo más y más.
—Cuando dices que “nos toca”, dices ahora mismo, ¿no?
—Sí. Quiero que vuelvas a desear tirarte desde el balcón y, si te es posible, que encuentres esta vez la salida verdadera.

Le cogió de la mano, se la apretó, se levantó y lo dejó allí.









jueves, 19 de septiembre de 2013

Con qué descaro nos roban lo natural



¡Salva las semillas limpias, la diversidad y la cultura en Colombia!
http://www.avaaz.org/es/petition/Salva_las_semillas_limpias_la_diversidad_y_la_cultura_en_Colombia/?tqzeRab

Las semillas nativas en Colombia han entrado en proceso de privatización en el marco del TLC con estados unidos y se ha penalizado su uso tradicional, poniendo en fragilidad la soberanía alimentaria, la cultura y la megadiversidad, obligando a campesinos, indigenas, afros y mestizos a usar semillas certificadas por distintas transnacionales. Es imprescindible hacer el mayor esfuerzo por detener esta determinación gubernamental absurda para poder mantener viva la tradición de los pueblos y la soberanía sobre nuestra tierra y las semillas que por siglos nos han permitido subsistir. Salvar así mismo la genética que las semillas nativas encierran, lo que les ha permitido soportar las distintas condiciones adversas y significar la supervivencia de pueblos olvidados por el estado, quienes ahora serán tratados por el como infractores de la ley. 

El Congreso de la República expidió la ley 1518 de abril 23 de 2012, "Por medio del cual se aprueba el Convenio Internacional para la protección de las Obtenciones Vegetales, UPOV 1991". Esta es una de las tres leyes sobre el tema de propiedad intelectual que afanosamente aprobó el Congreso para que el Presidente Obama le diera la bendición a la entrada en vigencia del TLC, ya que una de sus cláusulas es la obligación de suscribir UPOV 91[1]; el Estado colombiano juiciosamente ha cumplido la tarea como lo han hecho México, Chile, Perú y los países centroamericanos, en sus respectivos TLC.

Esta norma protege las semillas manipuladas; prohíbe la siembra, el uso y la multiplicación de las semillas criollas y legitima únicamente la utilización de semillas extranjeras; además promueve la explotación y apropiación de los recursos naturales en pocas manos y atenta contra el patrimonio genético del país, contra la soberanía alimentaria -en especial de las comunidades indígenas, afro descendientes y campesinas-, y los usos y costumbres ancestrales, originando en las comunidades la pérdida de sus culturas y territorios y desconociendo que las semillas criollas son fruto del trabajo de varias generaciones que desde épocas ancestrales las han mejorado garantizando la soberanía, la autonomía y la seguridad alimentaria no sólo de ellos, sino de buena parte de la población, y, que en tal sentido, al ser patrimonio colectivo del pueblo no pueden ser objeto de apropiación por parte de particulares. En los últimos años el gobierno colombiano ha aprobado varias leyes y normas sobre semillas que son el marco jurídico para entregarle a transnacionales el control de las semillas.


La Ley 1518 de 2012 por medio de la cual se aprueba el "Convenio Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales" desconoce disposiciones de rango superior y desarrollos normativos y jurisprudenciales internacionales que consagran las obligaciones del Estado de garantizar y respetar los derechos de quienes están bajo su jurisdicción y específicamente la obligación de velar por la soberanía y seguridad alimentaria de la población. El Convenio Internacional ratificado por medio de la Ley 1518, sin garantizar el derecho fundamental a la consulta previa de las minorías étnicas, busca la concesión y consecuente protección de derechos de obtentor de géneros y especies vegetales estableciendo, por un lado, determinadas condiciones que no pueden cumplir las variedades nativas y criollas porque el mejoramiento genético que han realizado los agricultores se basa en un enfoque y principios totalmente diferentes al que realizan los fitomejoradores modernos, y por otro, los alcances de su reconocimiento protegiendo intereses económicos de algunos e imponiendo el uso de semillas protegidas legalmente por requerimiento de las empresas transnacionales.

Monsanto y los transgenicos:

http://www.avaaz.org/es/petition/Salva_las_semillas_limpias_la_diversidad_y_la_cultura_en_Colombia/?tqzeRab

Enviado por Avaaz en nombre de Carlos

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La novela de Lara Moreno





Conocí a Lara hace muchos años. Vivía con otra joven escritora en una casa mágica en la que, al otro lado del jardín, empezaba la sierra de Madrid. Algún sábado subía en el coche a su novio Miguel, colega mío del trabajo, y los dos emperezábamos la mañana tumbados descalzos en la hierba, oyéndolas teclear y detenerse, volver a teclear.

Se habían ido allí, las dos, a escribir una novela. Hará 8 años o más. Entretanto, ha editado libros de relatos, poemarios. Pero seguía con la novela, a la que llamaba ya “La cosa pantanosa”. Con todo lo que sabe esa chica, que ahora es mi Maestra (me ha enseñado lo más importante, a leer), ¿cómo ha podido tardar más de 8 años? Antes del verano, leí un ejemplar de la edición para libreros que había hecho Lumen y lo entendí: la perfección en la intensidad lleva lo suyo.


En una faja verde con impresiones de los libreros, Cristina Durán Lázaro, de la librería FNAC, viene a decir lo mismo: “Me impresiona, me desconcierta, me angustia... Cada página me produce sensaciones diferentes”.

lunes, 2 de septiembre de 2013

He hecho el agosto en lecturas (sin conexión a Internet)





La foto es del último día. El primero, esos libros estaban en el lado del fondo de la mesa.

El plantador de tabaco, de John Barth, ed. Sexto Piso, 1.173 páginas. OBRA MAESTRA.
Tan absorbente, que en contra de mi costumbre me dediqué a leerlo en exclusiva. Con una técnica de trama medio sacada de Las mil y una noches, abundan los homenajes, como el Quijote, Tristram Shandy, Rabelais. Una visión satírica y sardónica del mundo. Absolutamente lúbrica. Cada personaje va contando una historia que se va entrelazando con otras hasta que al final todas encajan a la perfección. La risa y la podredumbre humana se combinan a la perfección. Por ejemplo, un apéndice hace cuentas de los pequeños personajes que no han podido encajar su historia en la trama principal. Esta es una muestra de estilo y risa:

«Dick Merriweather, luego de haberle hecho la corte a la muerte en un centenar de odas y sonetos jamás publicados, logró seducir a la dama de la muerte con tanto éxito que, por fin, un día que su caballo se encabritó y lo arrojó al adoquinado, su enamorada transformó en abrazo eterno lo que él había concebido como una mera galantería.»

El mago. Trece cuentos japoneses, de Ryunosuke Akutagawa, ed. Candaya, 188 páginas.
Uno de mis favoritos en cuentos japoneses, del primer cuarto del siglo XX.

Gudari Gálvez, de Jorge M. Reverte, ed. Espasa, 235 páginas.
La serie de periodista Gálvez siempre proporciona un alegre descanso, con cierta dosis de análisis profundos, tras un libro como el de Akutagawa.

Zurita, de Raúl Zurita, ed. Delirio. 741 páginas. OBRA MAESTRA
Sin duda el mejor libro de poesía en lengua castellana editado en 2012. De la tarde y la noche del 11 de septiembre, y el día de pinochetazo, en realidad se extiende también a todas las barbaridades de asesinatos masivos de la Historia. Solo apto para muy amantes de la poesía.

Mientras agonizo, de William Faulkner, ed. Cátedra, 230 páginas. OBRA MAESTRA
Aunque es una novela pequeña, es la más intensa de todas las que he leído de W.F., me ha dejado con la boca abierta, aunque tuve que pagar el precio de leer acumulando información, peri enterarme de nada, hasta aproximadamente la mitad. Muy aconsejable. No creo que hoy en día se pueda escribir decentemente sin haberla leído en profundidad.

Elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki, ed. Siruela, 93 páginas
Ya la había leído, sin profundidad, hace años. Pero me la regaló en el pueblo una joven japonesa y esta vez, leyéndola dos veces seguidas, me ha llenado de placer (y de ideas sobre la vida y el arte).

Mecanismos internos. Ensayos 2000-2005, de J. M. Coetzee, ed. Debolsillo, 306 páginas.
Deliciosos artículos sobre escritores, en los que el sabio Coetzee informa y te hace pensar.

El papel de mi familia en la revolución mundial, de Bora Cosic, ed. Minúscula, 150 páginas
Narrada por un niño loco que vive con una familia de locos cuya casa se va llenando de camaradas comunistas, te partes de risa con esa revolución hechas por quienes no entendían nada de lo que estaban haciendo con ese cambio del mundo.


Es como el sorbete necesario tras una comilona brutal.

jueves, 11 de julio de 2013

Escalón 22 de Verónica y Nano




Ha pasado un año desde que dimos a conocer el escalón veintiuno de esta obra larga en el tiempo llamada Los 100 escalones. Quizá necesitábamos ese distanciamiento para volver con más ganas.

Pero después de tanto tiempo, algunos habréis olvidado cómo aparecen en este blog mío: doy prioridad absoluta a la belleza del trabajo de Verónica Leonetti, lo que significa que el trabajo completo (texto e imagen) solo se puede ver en su blog. Es fácil: solo tenéis que clicar en este enlace:


Además, los comentarios solo se pueden hacer en su blog.

Ojalá lo disfrutéis tanto como yo.

domingo, 7 de julio de 2013

microrrelato: último ejercicio del taller de L.M-


Las penas con lujo son menos

—Tenía sus defectos, pero siempre fue muy bueno —dijo la viuda mientras regresaban despacio y cogidas del brazo, en la agradable quietud del cementerio, hacia el coche con chófer al que ordenaron que las esperara fuera del recinto. Con la brisa fresca de finales de mayo, preferían pasear solas, charlar tranquilamente y no tener testigos de su dolor.
—Y generoso, nos ha dejado a las dos con un buen pasar.
—Quizá le hicimos trabajar demasiado y por eso se nos ha ido tan pronto. Además de atendernos en la cama, que siendo como somos debió de representar un gran esfuerzo. Era tan cumplidor
—No seas blanda, mujer. Los hombres han de trabajar mucho. Siempre te dije que, al mantener lo nuestro en secreto, le causamos un complejo de culpa, una ansiedad de que no se descubriera su lío conmigo y eso te hiciera daño. Era cuestión de tiempo que esa culpa acabara con él.
—Cierto. Era tan delicado en estas cuestiones.
—En fin, hecho está. Ahora, nuestro viajecito de tres meses. El estrés de la muerte repentina y el mes de papeleo legal y financiero nos han dejado exhaustas. Nos merecemos una buena recompensa. Pero el dinero no es eterno. Creo que al regresar debemos repetir la operación.
—Lo mismo he pensado yo. Seguimos siendo muy atractivas para un madurito, pero que esté ya forrado. Eso sí, esta vez te toca casarte a ti y, en cuanto pasen unos meses y empiece a perder la potencia del deseo, aparezco yo y lo seduzco.
—Es lo que te dije cuando te casaste con Paco: ningún hombre puede resistir la seducción de la amiga íntima de su mujer.

martes, 25 de junio de 2013

Cuando estoy en la montaña y el tiempo es bueno





Cuando estoy en la montaña y el tiempo es bueno, después de la pequeña siesta leo en la mesa auxiliar de la cocina, con las ventanas abiertas de par en par. En esos momentos, en la mesa hay un libro, un bloc pequeño y uno grande, un lápiz para subrayar y al menos dos pilots de colores diferentes. Casi siempre una taza de café o de té. En el alféizar, que tapa la mesa, un cenicero, porque con todo abierto el olor a tabaco se va por la ventana.

Procuro leer libros fáciles, para mirar cada rato los cerezos, el enorme a la izquierda y a la derecha uno de ocho metros, que nació solo a partir de una raíz del grande. Este no solo es alto, sino que se abre como un enorme paraguas protector para gigantes. Hay una lucha, porque todos quieren podarlo para que dé más cerezas (y más fáciles de recolectar), pero yo no quiero cerezas; solo quiero que exista como es. Sé que un día perderé la batalla.

También elijo libros muy difíciles, para quedarme en una frase y repetírmela viendo los árboles o la montaña, hasta que le encuentro sentido o renuncio a conseguirlo.

Cuando el sol se pone, bajo a la huerta, donde está Ardilla leyendo y nos ponemos cara al sol, que se va colando por entre los huecos del cerezo pequeño. Hablamos. A veces nos decimos que somos felices allí, los dos solos. Otras, uno acusa al otro de haber trabajado demasiado y estar de mal humor, que es una de las grandes tonterías que se puede hacer en un sitio así. Al que estaba de mal humor, se le pasa.

Cuando el sol se oculta tras la casa vecina, cerramos la puerta de la huerta y nos vamos de bares.


miércoles, 19 de junio de 2013

El flujo de conciencia en el Taller de Lara Moreno

[Ya conté en el preámbulo de long distance call 1 que tenía que escribir un ejercicio de diálogo, pero que paseando por esas calles se me ocurrieron tres partes. La segunda era un flujo de conciencia y cuando Lara dijo que el tema siguiente era ese grité eureka y me dije que ya le podía dar a la segunda parte. Quien no haya leído la primera, le aconsejo que empiece por ahí. La tercera tardaré, porque aunque sé todo lo que pasa, elegí el modo y estilo que me son más imposibles, así que todavía no sé si sabré hacerlo]



long distance call

Parte 2


animal vegetal geología es lo que hay a joderse buchito de vino de vino de la botella ay cuando era alcohol más fuerte que me calentaba desde el centro y era combustible de avión para el cerebro y caminar y otro vaso y caminar y pensar y otro que llegaba a casa como con una enciclopedia en la cabeza un animal salvaje pero ahora me duermo cuando tomo unos vasos de eso de animal a vegetal instantáneo aunque no plantado todavía en una maceta ¿podré librarme de eso, de la maceta y del dolor? es lo que veo en los ojos de los de mi edad ese miedo la geología no asusta es como mucho un cambio de conciencia que a lo mejor recuerda al animal mientras queden algunos que la alimenten con sus recuerdos de ti debería estar prohibido recordar a los muertos no vaya a ser que   considerarse un acto de impiedad otro trago de vino venga que calienta de a pocos y activa la mente para recordar la animalidad la única vida que ha merecido la pena si no fuera porque quiero leer un libro más de los mil que deseo leer y releer tres más de los tres mil que deseo releer no habría causa suficiente para el combate o por el cariño que siento por algunos si no fuera porque Clara me llamará cuando se haya acostado y la mentiré diciendo que yo también estoy en la cama pero ahora no duermo cuando ella no está me adormezco a ratos si no toco esa piel que me convenció que era mejor no amar a los hombres aunque solo sea poner la yema de un dedo en su espalda pero ahora no está porque a veces queremos estar solos venga  el último trago y abrir otra botella para inventarme la historia de este día y pero dónde habré dejado el sacacorchos

martes, 4 de junio de 2013

El diálogo en el Taller de Lara Moreno

[De las formas posibles de diálogo, elegí como práctica uno que solo tuviera diálogo, sin la menor narración y ninguna acotación. Es un ejercicio, pero en realidad, aunque no me ha dado tiempo a completarlo, paseando he escrito en mi cabeza dos partes más, una no dialogada y una tercera de diálogo absoluto. Quizá las escriba en unos meses o años, pero como es más fácil que no, pongo el ejercicio, que para mí fue un desafío].


Long distance call

— [...]
— ¡Abuelo!
— ¿Cómo estás, pequeña albóndiga?
— Ya no soy una albóndiga, he crecido.
— Tendré que verlo antes de cambiarte el nombre. Este verano eras una albóndiga que empezaba a estirarse como un espagueti. Pero solo empezabas
— ¿Por qué no llamas por el ordenador y nos vemos mientras hablamos?
— No tengo ordenador.
— ¿Nooo? ¿Eres pobre?
— Uff, siempre me haces preguntas difíciles. ¿La abuela es pobre?
— ¡Noooo! Me lleva al cine y al salir me invita a chocolate con pasteles, ¡todos los que quiera comer! Tiene mucho dinero.
— Entonces yo tampoco lo soy, porque la Abuela y yo lo compartimos todo, como tu mamá y papá.
— ¡Pues cómprate un ordenador y así nos vemos!
— Ya tengo uno en la casa de la ciudad, que conoces.
— Pero si no pasa nada por tener dos. Mamá los tiene.
— ¿Y para qué quiero un ordenador en la casa que alquilé en un pequeño pueblo, para pasar los meses en los que Abu ha ido a cuidarte?
— Podías haber venido con ella, en la cama cabéis los dos.
— Ya te dije la otra vez que hablamos que eso no es una buena idea. Así Abu se dedica a cuidarte solo a ti... y yo aquí tengo silencio y puedo escribir.
— ¡Pero si no tienes ordenador!
— Tengo decenas de cuadernos, muchos lápices y bolígrafos.
— ¿Y tienes televisión?
— No, señorito.
— Te tienes que aburrir mucho.
— ¡Qué va! Hay paseos muy bonitos por la montaña, y vacas, ovejas, perros sueltos, cerdos, gallinas. ¿A que en la ciudad no tenéis eso?
— Perros sueltos, no.
— Y de vacas y lo demás, ni sueltos ni atados. En el bar donde como y ceno, me he hecho amigo de José. A veces lo acompaño por la mañana a subir las vacas a un valle alto, para que coman, con unos perros grandes que las vigilan. Como me he hecho amigo de los perros y las vacas me conocen, si José tiene mucho trabajo por la tarde, le digo que no se preocupe y subo yo solo, con un palo muy largo. Los perros vienen a saludarme, porque hago una trampilla y les doy galletas. Las vacas, que me conocen y se fían de mí, me obedecen y me siguen hasta el corral del pueblo. ¿A que te gustaría bajar la montaña con las vacas y los perros?
— ¡Síii! Llévame.
— Cuando cumplas dos años más, dejamos solos a papá, mamá, el hermanito que viene y a Abu, y en verano te traigo aquí a que me ayudes a hacer de pastor de vacas.
— No creo que me dejen.
— ¡¿Cómo no te van a dejar, si te cuido yo?!
— Vale. ¿Quieres que se pongan mamá y papá?
— Noooo, que son muy aburridos, siempre hablando de ciencia.
— Eso lo hacen contigo, porque eres viejo. Conmigo juegan y hablan de otras cosas.
— Qué suerte tienes. Les has de enseñar a que también a mí me hablen de otras cosas. ¿Vale?
— Vale. ¿Te paso a Abu?
— No, Martinete. Con ella hablo todas las noches, cuando ya estamos en la cama.
— Pues colgamos, ¿eh?, que me va a llevar al parque.
—  Besos, que lo paséis bien.
— Lo de las vacas, es una promesa, ¿eh?
— Dentro de dos años. Prometido.
— Adiós, Abuelo.


miércoles, 29 de mayo de 2013

Soy solo, algunas veces, muy pocas veces


Deja que el viejo sueñe
mientras tanto. Esta noche nadie va a ninguna parte.
John Ashbery

Es como si te hubiera tocado un premio sabiendo
que no has jugado. No miras ninguna cara para inventarte
pequeñas historias vertiginosas. Te has vuelto de corcho por fuera
y los sentimientos de los que los otros se van deshaciendo
no te penetran.
Eres solo porque sí.
El pensamiento emite un discurso continuo, pausado
como la mantequilla que se deshace sobre la tostada.
Te duermes en mitad de una frase
que terminas al despertar.
Dentro de casa, te pones el sombrero,
como una manera de decirte que eres.
Sabes que no puede durar, pero eso es otra de las miles de cosas
que no tienen importancia.



sábado, 18 de mayo de 2013

No te preguntes lo que los hipermillonarios están haciendo contra ti; pregúntate lo que TÚ puedes hacer contra ellos


Reconozco a Warren Buffet como uno de mis enemigos, pero me cae bien. Habla un castellano clarito (bueno, en inglés). No chapurrea el guindés, no difiere ni simulacra, como en el cospedalés, no llama vino al pan y pan al vino, como se hace con el montorés, no se pronuncia entre las brumas, y se escucha como gemidos fantasmales, como pasa con el rubalcavés, no es una figura de plasma que sabe lo que nos conviene pero tiene que rectificar cada cuatro meses porque se había equivocado en los pronósticos. Le he leído, a mi respetado enemigo Warren, dos frases estupendas:

«Me da vergüenza pagar menos impuestos que mi secretaria».

«Sí existe la lucha de clases; y de momento la vamos ganando nosotros».

En resumen, esto no es una crisis, es una guerra. Dinero, hay a espuertas, pero está en los paraísos fiscales. Calentito, abrigadito, sin pagar los impuestos con los que se paga nuestra educación, nuestra sanidad, nuestra justicia. Todo se ha desregulado para que los que más tienen, el 1% de la población, acumulen “papelitos” que un día arderán con el Planeta si no nos los quitamos de encima más pronto que tarde.

No me digas que no puedes hacer nada, porque te mientes. Me juego el ojo bueno a que TÚ, que me lees, perteneces al 99%. Somos más, muchísimos más, y no necesitamos ser heroicos: con un poquito de cada uno, podemos. SÍ SE PUEDE, pero les tenemos que obligar, porque ellos NO QUIEREN.
Sobre todo, infórmate, que ahora es más fácil (lejos de los grandes medios de comunicación, cuyos propietarios mayoritarios son los bancos).
Cuando vayas teniendo información, piensa.
Cuéntale a tu vecina lo que has pensado.
Ve a manifestaciones.
Di no, ¡hasta aquí hemos llegado!
Vota “contra” ellos, total es un día cada cuatro años y no te va a producir tendinitis (tampoco esperes que solo con eso se arregla todo, pero todo suma).
Ponte delante del televisor que está viendo tu mujer y coméntale cómo van las cosas.
Si tu marido, deprimido por la vida que nos están dando (y nos la darán peor si les dejamos), comenta que “es que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, échale el plato de sopa por la cabeza y niégale la práctica del sexo.
Protesta si te das cuenta de que a tus hijos los amontonan cada vez más en las aulas. Si a tu suegra de 88 años le tienen que hacer un escáner y le dan cita para dentro de cuatro meses. Si el Metro te llama “cliente”, pero casi dobla las tarifas y el tiempo de espera entre tren y tren (de la misma manera que prefiero a Warren, también preferiría que por megafonía me dijeran “Estimado imbécil, le informamos que desde el miércoles puede renovar el bono mensual”).
Muévete. Si puedes, únete a otros que piensan como tú: un grupito de tres consuela más que ir solo por la calle de la amargura.

Somos muchísimos más. Solo necesitamos quitarnos la careta del engaño que nos han pegado en la cara. Aparecer en el mundo tal como somos. Y exigir. Todavía estamos a tiempo de cambiar el resultado de esta Guerra.