El chándal que apestaba a otros tiempos
Mientras tomo el whisky apaciguador
que sabe cómo rellenar con nubes las grietas que ha abierto el día, veo en el
espejo de la barra que Joaquín abre la puerta. Casi todos los taburetes están
vacíos y una vez que ha cruzado la puerta, y girado para acercarse, pierdo el
ángulo de visión. Musito una plegaria a los hielos del vaso, para que se siente
lejos; pero el cuerpo, mi cuerpo, es sabio. Los pelillos del antebrazo se ponen
de punta en señal de peligro y me dispongo a recibir a mi vecino de toda la
vida en el taburete de al lado. Con el chándal mugriento y restallante con el
que quiso perder peso en los tiempos de su pequeña gloria. Con el que ha ido
engordando hasta que envuelve su cuerpo como una película de plástico. Con el
pestazo a sobaquina.
—¿Molesto, Pepe?
—Ya sabes que sí.
—Soy un buen vecino y no te voy a
dejar solo mirando el culo del vaso.
—Ponte el mono, Joaquín, aunque ya
estés jubilado es la prenda con la que estabas más elegante. Y empieza a pedir
botellines, que mientras bebes no hablas.
—Eres un buen amigo, Pepe. Solo los
amigos se hacen los duros.
¿Amigos? Nos vemos tender la ropa. En
verano, con las ventanas abiertas, me convierte en experto en programas de
televisión, aunque no tengo televisor, y sobre todo es el enemigo del que huir
en el bar de abajo. Pero huir de él es hacerlo de un bar en el que el whisky
con hielo sale a 2,50 euros. ¿Qué loco querría huir de eso? Por suerte, solo se
sienta conmigo cuando no hay nadie más. Desde que se jubiló lleva ese chándal
que veo muy pocas veces en la cuerda del tendedero. No me parece serio. Él
mismo es una caricatura abominable.
Cuando vestía el mono azul y
trabajaba de fontanero, era una persona pasable. Vivía bien, como todos los
chapuzas, pues era un fontanero con fama de buen profesional y de no clavarte
demasiado. Una joya para el entorno. Pero se entusiasmó con Aznar y el milagro
económico español; según él, ese hombre estaba haciendo grande España y dentro
de poco no habría perros suficientes para atarlos con la abundancia de
longanizas. Así que nada más empezar lo que luego se conoció como la burbuja,
él ya soñaba con la pequeña empresa que acabaría siendo una multinacional,
“Joaquín’s Fontaneros”.
—¿Me lo podrías traducir al inglés,
Pepe? Te pago todo lo que bebas en un mes.
—Vete a la mierda, Joaquín, y deja de
soñar conque cotizarás en bolsa. Todavía no ganas dinero y ya estás gastando de
más. Fíjate bien en la cara de ese enano con bigote, que un día te llevará a la
pura mierda.
Con sus cuatro contratados, que llegaron
a ser más de veinte, comenzó a colocar tuberías y baños en barrios enteros.
Trabajaba barato y usaba materiales de calidad. Un empresario capitalista con
conciencia de fontanero de barrio no tiene mucho futuro. Las cosas no
funcionaban, pero como él decía, “Tengo mucho trabajo”. Tuvo que contratar a un
contable administrativo, que le hiciera todo el papeleo. Cuando el contable vio
con quién se la estaba jugando, lo limpió poco a poco hasta que tuvo lo
suficiente para desaparecer en Brasil.
¿Por qué tengo que vivir en un barrio
así, lleno de caricaturas de cómic? El sueño de un contable fullero era el
mismo que el del Dioni. Trincar y largarse a Brasil a buscar culos. Joaquín,
tras el trabajo del día, llegaba con su traje y corbata a su oficina, Joaquin’s
Fontaneros, pues por suerte no había encontrado a quien pusiera debajo la
réplica en inglés. Habría sido la rechifla. El contable le mareaba la perdiz
diez minutos hasta que a Joaquín le empezaba a latir una vena, decía que le
dejara en la mesa lo que había de firmar, se ponía el chándal y a correr.
—Es que no veas con qué gente me
junto, Pepe. Con coches de alucine y un cuerpo como el de Aznar.
—Te vas a morir de un infarto,
Joaquín. Y hasta creo que sería lo mejor, para no vivir hasta ver la hostia que
te vas a dar. ¿Te crees que cuando salen de la partida de pádel, tus atléticos
ricos se meten más de diez botellines, cada uno con su tapita de callos,
chorizo, queso, paella sobrante del menú del mediodía y todo lo que haya?
Pero vivió. El cabrón sobrevivió al
deporte con tapeo. Y batió el récord de ser la primera empresa de la
construcción que quebró en pleno florecimiento de la burbuja inmobiliaria. Dejó
de llevar traje, volvió al mono y fue contratado por una empresa que, a cambio
de la velocidad en el trabajo, pagaba salarios semanales astronómicos. Cuando
pasó de emprendedor inepto a recibir un sobre en negro, y una nómina oficial
decente, todo eran ganancias. Más de una vez me pasó por la nariz los billetes
de la semanada, diciéndome que eso no lo ganaba yo en un mes. Luego la cosa
estalló, fue al paro y luego a la jubilación. Ahora se pudre añorando la época
del traje. Lo perdió todo, pero fue feliz.
Habla siempre del pasado y tiene en
la sala, que lo veo yo por la ventana, la foto de Aznar. Lo único que permanece
como presente continuo es la peste que suelta el chándal por los sobacos.
Lo raro es que no tuviera la foto de Franco al lado de la de Aznar, se complementaban :)
ResponderEliminar¡Me ha encantado!
Salud
¡Qué bueno!
ResponderEliminarGENIN y QUIASINT: gracias, gracias, gracias.
ResponderEliminarY ahora os explico por qué. Había dejado ese taller porque tenía mucho trabajo. Pero se había ido vaciando porque casi todos los que han editado libros lo han dejado. Es un taller pobre, gratuito y autogestionado. Así que volví, sintiéndome obligado a tener un relato cada dos miércoles.Escribí unas palabras, a las que fui añadiendo otras, como si de la imagen del personaje "saliera solo el resto". Cuando terminé de leerlo este miércoles dije que sabía que era una mierda, que me perdonaran. Pero a todos les había gustado mucho. Así que lo he subido al blog y a los dos primeros comentaristas os ha gustado..
Me ha resultado sorprendente y creo que vuestro aprecio me hace pensar y abrir nuevas puertas.
Por eso mi agradecimiento.
Genín, Pepe solo puede ver tras el marco de la ventana de Joaquín. ¿Quién puede saber que el retrato de Franco no está en su habitación?
Fantástica descripción del momento..... en mi barrio hay un montón de Joaquines....y es muy triste..... Enhorabuena!
EliminarGracias, PACO. es una verdadera pena porque casi todos están esperando una burbuja que no puede volver. Piensan con simpleza que fue una buena política económica, en lugar de la trampa por la que ahora estamos sufriendo.
EliminarSi ese taller "pobre, gratuito y autogestionado" da acogida a a "mierdas" como esta, te agradecería me indiques donde encontrarlo. Me encantaría acercarme de alguna manera por allí para escucharlas.
ResponderEliminarEl esbozo de ese Joaquín creo va cargadito de información de la buena para merodear por los alrededores de lo que sucede y sucedió. Lo he disfrutado.
Un abrazo grande, Nán.
¿A que Joaquín se compró un Audi? ¿A que sí?....¿¡A que sí?!....¿A que lo tiene aparcado con una sábana de flores verdes encima y lo limpia y lo relimpia aunque no se lave jamás el chándal?
ResponderEliminarLa peste como hilo conductor del pasado y presente, pero además, la veo como una gran metáfora de ese hartazgo en que vivimos.
ResponderEliminarHas conseguido plasmar la realidad sencilla y estupendamente.
Un abrazo.
Me alegra que lo hayas disfrutado, JOSEP.
ResponderEliminarCon respecto a lo otro, y borrando lo de "mierda" porque conozco tu estilo excelente, te diré que hay una vertiente "virtual" que manda sus textos por mail (normalmente a mí, que estoy tan cerca del bar donde hacemos el taller que podría ir en pantuflas). Te escribo mañana un correo y te cuento.
Lamentablemente, una de las pocas reglas que tenemos es que las mulas deben ser talleristas presenciales, así que para la tuya va a serdifícil.
¡Abrazo!
¡Claro que sí, C.S.! Solo lo usaba para ir a las oficinas de las grandes constructoras. Desgraciadamente, lo compró con leasing y lo perdió al hundirse la empresa. Al menos, la sábana de flores verdes la conserva.
ISABEL, me has hecho bailar catala al leer lo de "plasmar la realidad sencilla y estupendamente".
Muy agradecido y fuerte abrazo para C.S. y para ti.
La cantidad de joaquines que se reían de gente como yo, con una salario mileurista, diciendo que para lo que yo cobraba no salían de la cama. Ahora, arrastran sus deudas, sus miserias, echando la culpa a otros de sus propios desastres y mirando con desconfianza de nuevo a gente como yo, que seguimos con nuestro mileurista salario haciendo bien lo que sabemos hacer: currar.
ResponderEliminarun relato sencillo pero contundente como un puñetazo a la barbilla.
Cómo me alegra encontrar personas que, como yo, se negaron a participar en esa fiesta indecente. Porque no todos nos volvimos locos. Muchos preveíamos el desastre, incluidas gentes que escribían libros del tema y artículos en periódicos, pero éramos ninguneados y tachados de aguafiestas amargados.
EliminarEl poder político eligió para todos el modelo irlandés e islandés. Ya sabemos lo que pasó con los tres "burbujeros", incluyendo ya a España. Pompas de jabón que luego se pagan con sangre y lágrimas.
Tengo una imagen tremenda que representa aquella inmundicia. Lo leí en un artículo de periódico. Con la burbuja irlandesa, muchos compraron caballos de postín. Cuando estalló la burbuja, no tenían dinero para albergarlos ni alimentarlos. Los dejaron libres y fueron muriendo de inanición, o matados para carne. Decía el artículo que en cuestión de meses se "liberaros" 20.000 caballos.
La imagen de 20.000 caballos enloquecidos, hambrientos, locos, cruzando el país para morir de hambre me parece muy potente para explicar lo sucedido.
Me alegra verte por aquí, Marisa.
Un abrazo
Me ha gustado mucho, Nán. Mezcla se pasado y presente, con humor también. En el fondo es un vividor. De manera regular un amigo de esos años, y anteriores también, me sablea, me dejo sablear, pero es muy triste, acabará mal. En fin, que me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, José Luis. A veces el humor es una forma posible de tratar lo más negro. Esa época no solo nos trajo irremediablemente a esta crisis de desigualdad y empobrecimiento, sino que sacó lo peor del interior de muchos de nuestros conciudadanos: el consumismo desbocado y la codicia.
EliminarTriste, lo de tu amigo.
Un abrazo