Hay horas
tranquilas en la jornada. Apoyada en la barra, veo la plaza y a las gentes del
barrio, que caminan rápido por la acera ancha y circular, o pasean por la
plaza. Ahora podría salir a fumar un cigarrillo, apoyada en la pared de cara al
sol, pero estoy viendo a la vieja Marisa con su perrilla, desaseadas las dos.
Me da pena, porque cuando empecé a trabajar aquí, en este bar de barrio, la
vieja iba arreglada y venía dos veces al día; a desayunar y a merendar.
Después, solo a merendar. Y más tarde, dejó de venir. La veía pasear a la
perrilla por la plaza, cada vez más desaseada ella; la perrilla, más sucia,
envejeciendo mucho más rápido que su ama. Ahora ya ni se agacha a recoger las
cacas, ella que siempre fue tan ordenada y cívica; y limpia, que con el
plastiquito verde le aseaba el culito a la perrilla. Marisa se mueve
lentamente, con esfuerzo, produciendo en los que la vemos una sensación de descoordinación.
Pasó por una época en la que todavía lo intentaba, pero cada vez le era más
difícil acercarse al suelo. Qué miedo me daba. Hasta rezaba para que dejara de
intentarlo, yo que nunca he rezado. Ahora imagino que también a ella se le
escapará un poco de caquita en la casa; que ésta olerá a caquitas de mujer
vieja y perrilla viejísima. La perrilla me da repugnancia; Marisa me da pena.
¿Qué le habrá pasado? ¿Tendría unos ahorrillos con los que completaba la
pensión? Se terminaron. Los dos únicos lujos que se podía permitir en esta
vida, un descafeinado con leche y una tostada con mucha mermelada y
mantequilla, ya no están a su alcance. Es una mujer vieja, sin recursos. Está
sola.
Una mujer
vieja, sola y pobre es casi lo peor que se puede ser en el mundo.
Ahora que han
desaparecido, salgo a fumar el cigarrillo y me digo que yo también soy una
mujer sola, con pocos recursos. Solo me falta ser vieja. Trabajo de 8 a 8 todos
los días, de lunes a sábado, por 750 euros al mes. Ahorro, porque en el suelo
está el desayuno y la comida. Por mi cuenta, añadí la cena, diciendo que tomaba
de lo que sobraba, pero Manolo, aunque no se opuso, me la hace pagar con más
trabajo. Todos los días, cuando le digo que he terminado y voy a cenar algo, me
dice que primero acabe esto o aquello, media hora más. Eso sí, me lo pide “por
favor”, la única vez en todo el día que me lo pide así en lugar de gruñir las
órdenes. De la hipoteca del pisito pago 350 al mes, más luz, teléfono. No queda
mucho para ahorrar.
Y eso que
procuro forzar las propinas. Tengo unos ojos bonitos y buenas tetas. Manolo me
dice siempre que me abra otro botón de la camisa, que eso “anima” a los
clientes, pero solo lo hago cuando por la tarde hay hombres bebiendo. Siempre
dejan las moneditas sobrantes; a veces un euro. Es lo que uso para comprar
ropa; barata, eso sí, pero es lo único que me hace ilusión. Ropa nueva y
artículos de embellecimiento.
Además de unas
buenas tetas, tengo unas piernas algo gordas, que los hombres también miran con
deseo. A mí me gustaría que fueran delgadas, como las de las chicas de la tele,
pero es lo que hay en las chicas campesinas de los países eslavos. Allí, te
querían follar y casarse contigo, para volver a medianoche, borrachos, y que te
levantaras de la cama a cocinar algo. Aquí te quieren follar, después de
haberte invitado a cenar en un restaurante que no es mucho mejor que el Bar
Manolo. Pero es mejor que ver la televisión un sábado por la noche, sola.
Estar de pie en la barra, o trajinando en la
cocina, me estropea la circulación de las piernas, me duelen mucho. Antes
tomaba un ibuprofeno a media tarde, pero ahora tomo otro por la mañana. Si sigo
con este trabajo, y no sé que otra cosa pueda hacer, terminaré tomándolos de
dos en dos. Qué miedo me da perder el trabajo, que Manolo, aunque más joven que
yo, cierre. Por lo que me cuentan otras amigas, que también son camareras,
ahora te pagan menos y una parte en sobre, así que la pensión será de miseria.
Me acabará
pasando como a Marisa. Es el miedo a la vejez de una mujer sola. Pero no tendré
perrilla, porque me dan asco. Aunque quién sabe, la soledad es tan mala si va
unida a la pobreza.
Recordaré con
nostalgia la plaza soleada vista por el cristal.
Joder NáN, lo único que se salva de las tinieblas -realistas por otro lado- del relato, es la plaza soleada, el resto dan ganas de salir corriendo de este sistema y del PP y su gobierno que lo hace para favorecer a los ricos y joder a los demás, yo creo que esto último por puro placer, como la ley del aborto y demás, porque está clara la amnistía de capitales corruptos, pero eso de que se suelte a narcos porque el gran Gallardón -que rima con mojón- ha cambiado la ley para plegarse a China, proteger franquistas y demás intereses podridos, no lo entiendo muy bien, o resulta que si pero quiero evitar las arcadas. no se, ya me cansé de pensar...:(
ResponderEliminarEn cualquier caso, decirte que cada día escribes mejor y que a mi me gusta :)
Salud y abrazo
Tienes razón, GENÍN. Uno se pone a pensar en las cosas que suceden y tiene que dejar de hacerlo por las arcadas y porque el derecho a disfrutar de la vida no nos los pueden quitar del todo.
ResponderEliminarFíjate que empecé el relato metido en la cabeza de una camarera de origen eslavo, de unos 40 años, mirando la plaza soleada tras el cristal y decidiendo que va a salir a fumarse un cigarrillo. Iban a psar otras cosas, pero de pronto, sin yo quererlo, veo a la vieja Marisa con la perrilla y todo cambia. Se convierte en soledad y dolor. Y por lo que respecta a la protagonista, en la "humanización" en un personaje de algo terrible, la pobreza laboral. Trabajar y ser pobre es uno de los regalos de este sistema.
Salud, amigo
La nacionalidad de la protagonista creo que evita cierto aire en exceso melancólico, nostálgico o pesimista sobre la vida en general. Su infancia y juventud probablemente no se desarrollaron en esa plaza. Parece que se conforme, mejor que otras camareras, sobre su situación, pero el resumen general es pesimista. Todo acabará mal, sola, pobre.Se ve reflejada en Marisa. El protagonista de "La gran belleza" no es pobre, pero muy acompañado tampoco está. En tu relato no hay belleza que salve la situación, ni la belleza de los objetos ni la de su vida anterior, al menos no se deduce del texto, creo. Es realista a matar. Me ha gustado mucho, Nán. Es difícil ser sencillo, simple, y profundo a la vez.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, JOSÉ LUIS. Me gusta que aprecies la sencillez, porque cuesta llegar a ella. Cierto que no es pobre el protagonista de LGB, pero siente que ha echado su vida a perder. Es una cuestión muy diferente, porque ha podido elegir. Nuestra camarera, no. Estamos rodeados de personajes así. Ha sido un buen ejercicio meterme en su piel.
ResponderEliminarUn abrazo
Es la segunda vez que vengo porque duele leerlo, como duele ver la pobreza en las calles aumentando día a día. Y me cabreo y mucho. Como dice José Luis " realista a matar". Abrazos.
ResponderEliminarRealismo a matar, sí, porque como dices pasear por las calles te enfrenta a un realismo que te mata. Con todo, creo que hay una cierta ternura en la camarera, Como decía José Luis, se conforma con su vida. No está en la pobreza extrema, aunque se solidarice con la vieja. Arriba del blog tengo tres frases, la última es: “Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”.
ResponderEliminarUn abrazo, ISABEL
La camarera, como tanas personas hoy día, es una trabajadora pobre. Porque ya ni trabajando nos salvamos de la pobreza. Pobre y con mucho que perder, porque si para conseguir algo más de sueldo las tetas son necesarias, apaga y vámonos. Pero la vieja y su perra, esas si son legión. Yo las veo cada día, curro con ellas, con las mujeres solas que cobran medias pensiones, con ls mujeres solas que no pueden ni pagar sus medicinas y optan por no tomarlas, que después de una vida dura de trabajo deben pedir para comer o coger comida de los contenedores. Al realismo a veces le llaman demagogia. a los capitalistas que nos llevan a estas situaciones yo les llamo ladrones. Gracias Nan por traerlas a tu ventana.
ResponderEliminarNo hay porqué darlas, Marisa. Empiezo a escribir un relato con una idea y a las tres líneas me vienen imágenes que lo llevan por otro lado.
ResponderEliminarYa que nos lanzamos: están saliendo (ellos) de la crisis. Han conseguido lo que querían, una flexibilidad que permita pagar miserias. El sistema económico político estadounidense, un país rico con un 30% de pobreza profunda, pensaba yo que no era exportable a Europa. Pues ya lo es, solo ha bastado una crisis-estafa para asustarnos a todos.
Un abrazo