Objetivo: contar o relatar algo sin que sea un cuento o un relato
No te lo vas a creer, querido. Ayer
me encontré con Asurancetúrix. Hasta se ha dejado bigote como el bardo. Estaba
sentado en un banco y al pasar me pidió una moneda, sin reconocerme; pero yo lo
reconocí enseguida, me levanté y le di un abrazo. No, no apestaba, aunque vaya
mendigando y sea un homeless, iba limpio. Le invité a tomar algo en un bar y
quise invitarle a cenar; me resultaba interesante su historia.
Estoy viendo cómo agitas tus brazos
peludos y mueves las manos como diciendo “Venga, hombre, ve al grano”.
Paciencia, como la tuve yo tirando de los hilos con recuerdos banales hasta que
me contó cómo había llegado a esa situación. Entre las banalidades, que para él
no lo fueron, repito lo de “no te lo vas a creer”: sigue pensando que fuiste tú
el que interceptó el poema que quería hacer llegar a una compañera de clase, lo
leíste en voz alta y le pusiste el mote por el que fue conocido desde entonces;
el que destrozó su autoestima en el colegio. ¡Si estaba clarísimo que había
sido yo! Este hombre ha vivido fuera de la realidad desde niño. Como puedes
suponer, no le he quitado la idea de la cabeza: por lo que a él se refiere, tú fuiste el culpable (y no
solo de eso, que recuerdo otra bromas que le gastamos... pero no tiremos de
archivos ahora).
Me quedé en lo de la invitación a
cenar. No pudo aceptar, aunque recalcó que estaba muy a gusto conmigo, porque
le cerraban el albergue donde duerme. Una pena, porque el que se lo estaba
pasando en grande era yo. Le hice una donación que le pareció generosa y se fue
muy contento. El pobre Asuran, con qué poco se conforma.
Y ahora el meollo de la historia: ya sabes que se casó y se fue a
trabajar a Valladolid, a una empresa de subcontratas de la red ferroviaria. No
tuvo hijos, como tampoco ambiciones, por lo que la mujer se convirtió en una
“pesadilla amenazante” (te lo pongo entre comillas por que esas fueron sus
palabras). Así que cuando lo despidieron, hace siete años, ni se atrevió a
decírselo. Una indemnización de toda la vida de trabajo y paro. Mucha pasta para
lo habitual en esa libreta de ahorros, pero de lunes a viernes se iba de casa a
la hora del trabajo y se pasaba el día en un barrio alejado (te estoy hablando
de Valladolid, donde el clima pasa del frío helador al calor asfixiante).
Llevaba así dos meses, sintiéndose cada vez peor, y una noche salió a comprar
tabaco, dio un paseo, pasó por la estación y se vino a Madrid. Llegó a un acuerdo y a ella le dejó
todo el dinero de la libreta y la casa, más todo lo que habían reunido en una vida
de trabajo y aburrimiento. Eran los tiempos de la burbuja inmobiliaria, así que
no le costó abandonar el paro y hacer trabajo menores en la construcción,
apañándoselas en pensiones baratas. Cuando la crisis de la constru, acabó en la
calle y, finalmente, agotados sus recursos, en un albergue cristiano, donde
está tan a gusto.
Te he contado ordenado y rápido lo
que a mí me costó tres horas de cafés y coñás (de los baratos) para ir sacando
piezas del puzzle que componen esa historia. ¿Quién iba a pensar que Asuran,
tan buena persona (lee “capullo”), terminaría así?
Pues, ¿sabes lo que te digo? Y sé que
no debería decírtelo por escrito, sino charlando y dispuesto a negar siempre
haberlo dicho. Me quedé triste, pero no por él, que parece tomarse la vida con
tranquilidad, sino por mí; y por ti; por los dos. Aquellos años, cuando nos
descubrimos como dos hombrecitos deseantes y temblamos de amor el uno por el
otro, tú y yo vivimos el mejor amor de nuestra vida (no lo niegues, cabezota).
He vuelto a esa adolescencia con
nostalgia. Ya ves. Se puede ser maduro tirando a viejo y seguir guardando
dentro una capa sentimental, enrollada sobre sí misma. Un trapo sí, pero con su
luz. En cambio, fuera de ese núcleo que ocultamos, no somos más que un
montoncito de lorzas oscuras.
Ya sé lo que me vas a proponer, que
busquemos dos chicos más jóvenes y los invitemos a un viaje a New York, a
Tokio, donde más les deslumbre y les ponga viciosillos. Que así se me pasarán
estas chocheces de viejo sentimental. Y ya sabes mi respuesta: ¡Sí, por favor,
organízalo pronto!
Besos donde tú sabes, zorra mía.
Pues a mí me ha gustado, pero sigue sindo un cuento y un relato, aunque lo hayas disfrazado de estilo epistolar. La próxima vez, vete al parque y escribe a la letra cualquier conversación de las mamás que tengas más cerca. Será infinitamente más coñazo, pero cumplirás con las premisas exigidas por la seño
ResponderEliminarLa verdad es que como ya supondrás, a mi, si es o no un cuento o un relato me la trae al pairo, el caso es si me gusta o no, y lo has logrado...jajaja
ResponderEliminarSalud
También pensé la posibilidad, C. S., de copiar el prospecto de ibuprofeno 600, pero tenía poca acción. ¡No me digas que nunca has ido 121 km/h por una autovía! Pues este incumplimiento mío, es lo mismo. Pecadillo venial.
ResponderEliminarUn abrazote
¡Esa es la actitud, GENÍN! Que te haya gustado y lo hayas leído hayas el final, es lo importante.
Otro abrazo
Oh, Nán, agárrate a la gorra querido, que el ibuprofeno tiene mucho vértigo para mi, que es tomarme uno y caerme redonda, otros dirán que es una alergia de caballo; pero yo le llamo suspense.
ResponderEliminarY se fueron o se quedaron?. Me ha gustado, ahora me imagino a Asuran ganado la primi y retirándose a un lodge en la sabana. Lo suyo eran los elefantes, por la trompa.
Oh, CS ha oído mis conversaciones en el parque, glups. Mi gran preocupación actual es que el nene no corre lo suficiente para jugar al fúrbo. Pero guapo, redios, guapo para tirarse para atrás, tiene lista de espera. Sí, cs, la petarda esa era yo.
Besiabrazos.
Usa drogas de esquina, IRENE, de las pastillitas de colores, que despejan un montón. Ah, no sé si se fueron. Según la teoría, "desenlace" es aquello que termina y no importa lo que pasa después.
ResponderEliminarNo creas, los niños enfeecen mucho. Necesitará tu apoyo psicológico cuando los granos y las greñas.
Me gusto esto NaN, y sobretodo el final:
ResponderEliminar" Besos donde tú sabes, zorra mía."
Es ineludible imaginarme una guarreria con este final, pero es lo pense y no es pecado confesarlo, verdad?...O si?.
besos
Es evidente que un cuento es esa novela que rezuma filosofía en cada uno de sus poemas. No se dejen ustedes confundir por esa brevedad aforística y paren la debida atención a las novecientas páginas que el micro ha necesitado para poder ubicarse a un paso del haikú y a dos de la copla.
ResponderEliminarDe nada.
Por cierto, mi querido amigo, esa agrupación de palabras que has escogido para que signifiquen lo que a cada uno le plazca, me ha parecido excelente.
Pd. En mi versión, llegaron al aeropuerto, pero allí les dio la risa y acabaron en Moratalaz; eso si, tristes sin tristeza y ebrios sin matices.
En el amor no hay pecado, ROCIOLAT. Perdona la tardanza, pero he estado fuera cinco días.
ResponderEliminarBesos
Qué alegría, JOSEP, que me versionées. Si duda es lo mejos que se puede hacer. Y me regodeo de placer con lo de has escogido para que signifiquen lo que a cada uno le plazca.
Gran abrazo