Monzón seco
Me quedé
mirándola desde la puerta de la habitación. Tendida boca abajo en la cama, aferrada
con los brazos extendidos a los barrotes, con el pelo cortado a lo chico que
dejaba al descubierto la suavidad de la nuca, una camiseta vieja que, por los
brazos estirados, desnudaba un trozo de espalda hasta los pantalones gastados
de pana de raya fina, de un azul descolorido, que la cubrían hasta los pies
descalzos que sobresalían por los barrotes de la parte inferior. Solo el
culito, carnoso y en forma de manzana, distinguía sexualmente su cuerpo
andrógino que tan deseable me resultaba. A ella, en esos períodos, no podía
desearla ni quererla. No era ella ni para ella misma.
Cerré la puerta
y salí al jardín, fumé un cigarrillo sentado en los escalones de piedra y
entretuve después el pensamiento arrancando malas hierbas de la huerta. No era
la primera vez que un viento interior, frío y seco, la derribaba e interrumpía
nuestra vida. Tendría que llamar, una vez más, a su hermana. Entre dos es más
fácil cuidar de las necesidades físicas de un bebé ensimismado de 54 kilos.
Los ojos de la
locura absoluta, cuando todo contacto con la propia realidad y los recuerdos se
ha borrado, son el peor abismo que se puede mirar. Los ojos, no la mirada; una
loca así no la tiene. Hasta los muertos guardan la huella de su última mirada.
Escrutarla da miedo y parece una acción vergonzosa: un intento de robarle la
intimidad de lo último que vieron. Por eso la piedad, para con el muerto y con
los vivos que lo rodean, exige cerrarles los ojos. Los ojos de una loca así son
como un tejido celular corrosivo que vaya a comerse todo lo que hay dentro. O
eso me parece a mí. No miran, porque todo les resulta extraño y bárbaro. Cuando
los he mirado yo, he visto en ellos el terror ancestral de lo animal en un
mundo que estaba todavía formándose.
Una vez fui
testigo del retorno. Le estaba dando cucharadas de sopa, concentrado, cuando
sus ojos se animaron en un instante, me miraron y se abalanzó sobre mí,
abrazándome y derribando el bol de sopa. Qué distancia o tiempo habría cruzado
en esa fracción de segundo, era imposible saberlo. Pero me amedrentó; la
impresión me resultó tan potentemente emotiva que procuro no mirar sus ojos
para no presenciarlo más.
Duermo en el
sofá del estudio. Su hermana en el cuarto de invitados. Hacemos lo que tenemos
que hacer, somos activos, pero no hablamos; nunca tuvimos nada que decirnos.
Paseo por el jardín, miro las nubes, desatiendo todas mis actividades de la
vida normal. Y espero. Volverá a ser ella misma cualquier día y todo este
período no habrá existido. Yo tendré que combinar mi amor con el miedo a ese
pasadizo que sé que seguirá abierto en algún lugar de su cerebro. Será siempre
un amor con una base de desconfianza. No importa que sepa bien que ella es
inocente. Desde que vi en qué instante mínimo daba el salto tengo miedo no a
que se repita, sino a la seguridad de que ese mundo sigue en su interior.
Agazapado.
Me ha gustado mucho, Nán. Una mirada a los daños colaterales de la locura. Qué interesante cuando desarrollas el motivo de que se les cierre los ojos a los muertos.
ResponderEliminarYo quisiera morir con los ojos cerrados y sin un ápice de locura...
ResponderEliminarSalud y abrazo
Enormes gracias por tus palabras, JESÚS. Son un estímulo para mí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me dan ganas, GENÍN, de contestarte con unos versos de El Amargo de Lorca:
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Lo importante es no tener miedo ni ansiedad a la muerte. Pero quién no lo tiene a hacerlo en el desvalimiento.
Mucha salud y mucho abrazo.
Durísimo. Lo cuentas muy bien, NáN. Un abrazo
ResponderEliminarAbismos y laberintos compartiendo esquina. La muerte es, o debe ser a mi confuso entender, un camino sin camino, un lugar sin paisaje, por lo que no debería asustarnos en exceso; la locura sí es un paisaje, si es un lugar, aunque del todo inaccesible, irreproducible, irrazonable. El temor a ella parece tener toda la razón.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu forma de aproximarte a "eso tan indecible".
Un abrazo, Nán.
Pues hace un par de semanas estuve pensando en la muerte, en los instantes previos, en cómo debe ser eso de saber (si es que se sabe) que vas a dejar de tener consciencia. No es solo cerrar los ojos, es ... bueno, no sé lo que es.
ResponderEliminarTu relato me ha recordado a ciertos pasajes de "Sobre héroes y tumbas" de Sábato.
Me ha gustado.
Un abrazo.
Gracias de verdad, ELVIRA. Otro abrazo para ti.
ResponderEliminarYa sabes, JOSEP, que aproximarnos a lo indecible es nuestra obligación. Empujar las fronteras un milímetro más. Y me gusta la diferencia que haces entre no-paisaje y paisaje inaccesible al que “debemos intentar acceder. Un abrazo, querido amigo.
Me gusta que te guste, SUE. Quizá porque fui hijo de padres mayores (para la época, en la que la edad media de la muerte se producía 20 años antes que ahora), la muerte fue un pensamiento casi diario para mí. De esos últimos momentos, lo que sé es que me gustaría poder hacer una señal y que me dejaran solo. Besos.
Es la segunda vez que vengo y quiero más. ¡Hay tantas clases de estaciones¡ Yo no me atrevo a juzgar ninguna.
ResponderEliminarUn abrazo
Dado que escuché 'Monzón seco' de viva voz del autor (¡JA! ENVIDIA), mi apreciación nace de más elementos que comentar. Y mi apreciación es la siguiente: qué grande, niño.
ResponderEliminarAhora voy a dar instrucciones para cuando me muera yo. Exijo que algún alma de bien me ponga una moneda debajo de la lengua. Ya está. También me gustaría que en mi funeral sonase alguna canción de Santy Pérez o Rafa Pons, por ejemplo. Y que alguien baile con tutú. Y que mis cenizas sean vertidas en un cubata que se beba Risto Mejide. Para estar dentro de su cuerpo, ya que él no estuvo dentro del mío.
(Escribes mejor que el Foster Wallace ese que tenéis sobrevalorado. A ti se te entiende y no repites palabras como un gilipollas).
Pues deberías atreverte, JONHANCOME, porque escribir es una forma depurada de leer. Va a haber mucho más, porque además del Taller de toda la vida (autogestionado, sin maestros y gratuito; al que estás invitado si vives en Madrid), me he apuntado a un taller con maestra, Lara Moreno, que es todos los martes, uno de teoría y otro de práctica. Eso quiere decir que cada semana escribiré un relato, una para el autogestionado y la siguiente para el de Lara. Y prácticamente dedicaré el blog a subir cada semana el ejercicio, correspondiente.
ResponderEliminarUn abrazo para ti.
Pues que se sepa, LARISA, que en el Taller del miércoles pasado fuiste “oreja” invitada, así que confirmo que me oíste. Como se suele decir, “El escritor, grande; ande o no ande”, así que gracias.
No es posible sobrevalorar a David Foster Wallace, lo mejor que nos han dado los años 90 y el primer decenio del XXI. Pero como todos los que aportan mucho nuevo, requiere “pillarle” el paso.
Tus instrucciones, aquí quedan escritas. Me apunto a ser el del tutú.
Besos
Es la segunda vez que entro, la primera al leer tu texto me recordó a alguien y me tuve que ir, había dolor.
ResponderEliminarHoy con más tiempo vengo a decirte que esa respuesta en mí, ya habrás adivinado, es por cómo lo cuentas: muy bien y conciso porque en estos temas no hace falta extenderse.
Abrazos
Hay dos temas. Me ha gustado mucho la reflexión del pudor sobre la mirada de los muertos, q nos apresuramos en cerrar.
ResponderEliminarSobre la locura, la he mirado a los ojos muchas veces. Tantas, q está desmitificada: a algunos el cuerpo no les produce suficiente insulina y son diabéticos, algo común y aburrido, y a otros la dopamina y otros neurotransmisores les van como quieren, y acaban sicóticos. No hay más. Lo bueno, como anotas, NaN, es q tras un tiempo, volverán a la "realidad".
Siento poner la nota prosaica en algo tan bien escrito. Era por dar otro punto de vista, y porno estar al nivel poético. ;)
muxus
di
Gracias, ISABEL, por lo de "conciso". Llevo años con varias batallas, y esa es una de ellas (que creo que voy ganando): la eliminación de lo "superfluo" a la historia, por bonita que sea la frase.
ResponderEliminarRespecto a lo otro, siento que te haya recordado algo doloroso.
Un abrazo.
Está muy bien la "nota prosaica", DI. Al fin y al cabo, técnicamente morimos de una parada cardiaca, provocada por otros asuntillos físicos: y no conviene olvidarlo.
Pero tampoco podemos olvidar las emociones humanas que provocan esos hechos en las personas que rodean al afectado. Niveles inferiores de descontrol de la realidad.
Baci
Llegará como y cuando quiera.
ResponderEliminarEl texto me araña el estómago ¿ No te doy pena?
Un abrazo
No me das pena, no, AQUÍ. Lo que sí me da pena es que hayas cerrado el blog.
ResponderEliminarBesos
* Nán.
EliminarNo esta cerrado. Lo tengo descansando. Desde el verano hasta ahora no he tenido mucho tiempo y preferí guardarlo a dejarlo abandonado.
Siempre que veo un blog así, me hago mil preguntas sobre lo que habrá sucedido a su autora o a su autor.
Lo abriré de nuevo.
Un abrazo
Oh, querida AQUÍ, se me perdió tu comentario en un post atrasado. No me des sustos y abre.
EliminarBesos
Oiga, NáN, a mí eso de desbrozar se me da de maravilla. Si quiere, se lo dejo en dos líneas.
ResponderEliminar:-D
Es usted - afortunadamente- incorregible.
Eliminarun abrazo
Hágame el favor, QUIA SINT, de sacar la desbrozadora de mi huerta. que me está echando a perder las tomateras y la parcela de cebollas.
ResponderEliminarSi lo hace así, un abrazo y nos tomamos una botella de vino (que usted paga)