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“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.
NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein
“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”
Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16
miércoles, 30 de marzo de 2016
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martes, 1 de marzo de 2016
domingo, 17 de enero de 2016
Brendan Beham: Aspectos de una biografía caníbal (por Fernando Clemot)
Cuanto más viejo me hago más entiendo lo que me decía
mi abuela.
—¿Sabes la diferencia entre formar parte de la República
de Irlanda y ser parte del Imperio Británico?— preguntaba ella.
—No —respondí yo—. ¿Cuál es?
—Que te van a mandar la orden de desalojo escrita en
irlandés, junto a un arpa, en lugar de una en inglés junto al león y el
unicornio.
Brendan Behan: Memorias
de un rebelde irlandés.
No sabía quién era este autor hasta que leí en Quimera, en el nº 385 (diciembre de
2015), un artículo de Fernando Clemot sobre él.
La noche que nació, su padre estaba en la cárcel. Cuando
Beham era todavía muy joven fue condenado a tres años de cárcel. Al poco de
salir, se metió en otro lío y fue condenado a catorce años, que cumplió en gran
parte, cambiándole lo que faltaba por una orden de deportación a Francia.
En los años de cárcel leyó todo lo que tenía a su alcance y
se hizo escritor. En los de deportación, enfermó de diabetes y alcoholismo, lo
que le llevó a una muerte temprana (Dublín, 1923-1964). Famosísimo en Irlanda por sus escritos y, entre las clases bajas, por las anécdotas de bar que se
contaban sobre él.
El extracto que he puesto revela la valoración que hizo de haber
perdido la juventud y la vida por la Causa. Su abuela supo valorar bien, para él,
las causas nacionalistas. Otra cosa distinta sería un país en el que te
desalojan de tu casa y otro en el que no es posible dejarte con los muebles en la calle. (Esto último es mi
opinión o creencia).
jueves, 17 de diciembre de 2015
Taller Bremen: narración en primera persona
Ante los que os habéis reído de mí, deshago la mentira
Vecinos, familiares, conocidos: un pudor que ahora reconozco
estúpido me impidió enfrentarme al infundio que de mí se dijo, desenmascarando
al culpable cuando debí hacerlo y achacándoselo a él. Entonces yo era una presa
fácil ante el ser abyecto que lo lanzó. La vida, que aborrecía y aborrezco, me
hacía preferir la huida constante; además, moralmente escrupuloso como era en
ese tiempo, no quería cargar a ese ser la ignominia que se merecía y que él había
lanzado sobre mí.
Creo que peco de grandilocuente y
vacío de contenido al culpar a “la vida”, por no mencionar que esa acusación
era la que, con fundamento y realismo, hacía yo a la mayoría de las personas
que forman la sociedad: la de expresarse con grandilocuencia y sin el menor
sentido. La vida la forman también todos los elementos de la naturaleza y no
podemos culpar a una serpiente que nos muerda si vamos descalzos por la selva,
ni a una tormenta con rayos que caiga sobre un bosque al que hemos ido a
pasear. En cambio, sí podemos acusar a la mayoría de las personas por el modo
superficial, cursi e inoperante con el que usan el lenguaje.
Y eso, criticar el vacío de los
pensamientos que expresaban los que me rodeaban, o decían desde los medios de
comunicación, es lo que empecé a hacer, más con desdén que con justificada
indignación —nunca he dicho que yo haya sido o sea una buena persona que
pretende conducirse con moralidad—, con prácticamente todo lo que decían los demás. Incluso a mi compañera,
poseedora de un alto nivel de bondad, que es una de las cualidades más elevadas
de la inteligencia, la atacaba despiadadamente. No podía evitarlo, a pesar del
dolor que criticarla me causaba. Lo único que podía hacer era obligarme a un
silencio casi continuo: si lo que vas a decirle es desagradable, es mejor que
calles, me repetía a mí mismo.
Y fui callando, hasta que convivir
conmigo se convirtió en una hazaña insoportable. Había cortado la relación
mediante palabras con todos y, al final, lo hice también con ella. La única
relación que nos unía era ya solamente física, pues seguí recorriendo con los
labios y la lengua, interminablemente, sus muslos kilométricos. Por esa
costumbre, que tan placentera era para los dos, me llamaba a veces “mi
caracol”. Era un apodo íntimo, aunque a veces, en momentos afectuosos, se le debió
escapar fuera de la casa. He pensado si eso fue escuchado por oídos
inconvenientes, que alteraron el apelativo y fortalecieron la ignominia que había
caído sobre mí. Es probable, aunque imposible estar seguro.
El caso es que mi presencia la hacía
sufrir y alquilé una buhardilla en la que aislarme. No te cabrán apenas libros,
me dijo, preocupándose todavía por mí, a lo que le contesté que ya no los leía,
que podía quedárselos todos. Y es que fui dejando de leerlos, de ir al cine o
al teatro, de ver exposiciones. Al irme a la buhardilla, el abandono fue
absoluto. Desde entonces solo leo revistas de literatura, cine, teatro y arte,
con críticas y reseñas. A partir de ahí, acostado, rehago y me cuento los
libros, creo las películas y representaciones teatrales, veo las obras de arte:
todo a mi placer. Cuando he leído todas las revistas que me interesan en las
bibliotecas públicas, compro las restantes. Me gusta esta vida en la que he
mediatizado los originales.
Pero aunque me guste, sé que es poco
atractiva, que resulto repugnante; lo que sucede es que no me importa. Lo que
no estoy dispuesto a aceptar por más tiempo es el bulo que mi padre lanzó
públicamente sobre mí, contando por todas partes que había visto, aterrado, mi
transformación. Lo afirmo y aseguro: no soy yo quien se ha convertido en un
escarabajo. Tuve que ver con mis ojos, con un desagrado que me provocaba
arcadas, cómo él, el padre que me ha acusado de lo que a él le sucedía, desplegaba
en su casa la nueva forma de escarabajo en la que se ha convertido, arrastrando
bolas de suciedad con sus patas, aterradoras por el tamaño. Qué astuto, cruel,
maligno ha sido al desviar la atención de su metamorfosis acusando de ésta al
más débil de sus hijos. Sabed, los que me leéis, que esa fue la mentira lanzada
por el más desagradable y asqueroso de los padres.
viernes, 11 de diciembre de 2015
Actualización de Globalízate en diciembre de 2015
George Monbiot
¿Qué es lo que han aprendido los gobiernos de la crisis
financiera? Podría escribir una columna explicándolo. O podría hacer lo mismo
con una sola palabra. Nada.
Gonzalo Andrade
Un estudio reciente confirma que la masa de hielo del
casquete polar antártico ha aumentado durante las últimas décadas, sin embargo,
dicho aumento no ha sido generalizado, y no hay garantías de que vaya a seguir
produciéndose.
Pepe Cáceres
Ahora que se están produciendo las negociaciones vinculadas
a la cumbre del clima (COP -21), conviene
recordar el efecto de la actividad humana sobre el clima del planeta.
Globalízate
Decenas de miles de personas en todo el mundo se han
manifestado hoy para exigir a los gobiernos medidas efectivas en la próxima
cumbre del clima para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que
provocan el calentamiento del planeta.
Ivanka Puigdueta
Bartolomé y Alberto Sanz-Cobeña
La solución del problema climático es necesaria para generar
estabilidad en diferentes lugares del planeta y, a escala global, supondría una
vía para acabar con la pobreza y las desigualdades.
Met Office
Esto representa un hito importante de la influencia humana
en el calentamiento.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
Taller Bremen: sobre lo fácil
A veces relaja que el destino sea azaroso
El corto tramo de incorporación a la autovía desde la
gasolinera se terminaba y un coche venía lento por el carril derecho, sin
señales de desviarse al izquierdo para dejar que me incorporara con seguridad.
Dudé de la velocidad del coche lento y frené, perdiendo la oportunidad de
incorporarme. Pasó, a mucha menos velocidad de la que le había supuesto; tan
reducida que, de no haber dudado, habría podido salir. Pero ya era demasiado
tarde. Estaba frenada al final del tramo de incorporación; tendría que acelerar
desde 0 km por hora. El coche lento que pasó sin abandonar su carril iba
conducido por un viejo que miraba fijamente al frente. Noté que aferraba el
volante con las dos manos. El viejo era incapaz de salirse de su camino, de
interactuar con los otros, de hacer un favor. Hijo de puta, pensé, cabrón.
Seguí pensando insultos e imaginando las maldades que le haría si
pudiera. Me he quedado con tu cara. Si en una calle solitaria viera que
te iban a atracar, seguiría mi camino sin avisarte, cabrón. No les ayudaría a
darte de hostias porque soy buena persona. Tuve tiempo para pensar eso y más,
porque durante un minuto largo las dos vías se ocuparon con coches y camiones.
No podría salir hasta que dejaran de pasar. Que no me pitaran los dos coches
que se habían puesto detrás de mí era la prueba de que no podía hacer otra cosa
que quedarme detenida allí. Por culpa del viejo, que iba a una velocidad tan
lenta que debería estar prohibida; tan lenta que no pudo imaginarla e
introducirla en sus cálculos: soy un estorbo para la vida que fluye, si me paso
al carril de la izquierda ese coche no necesitará quedarse ahí, esperando que
yo pase. Viejo cabrón, ¿por qué no te mueres o te quedas en tu casa?
—¿Te has dado cuenta de que te estás
convirtiendo en un camionero mal hablado, hipertrofiado por la mala leche y el
miedo, cuando eres una tía que acaba de cumplir 35 años?
—Y tú, ¿te has dado cuenta de que la
historia no había terminado? Dos kilómetros más allá me detuve, porque se había
producido un accidente múltiple. Tenía ocho o diez vehículos por delante.
Frente a ellos, un infierno de humo y coches retorcidos. El primero de ellos,
el del viejo, parado a cien metros del accidente. El único que ni siquiera
intentó ayudar.
—Ah, lo que me quieres contar es que
gracias al viejo no te viste envuelta en el accidente. Que de no ser por él
hasta podrías haberte visto metida en él.
—Que te calles hasta que termine.
Primero, el tipo se llama El Puto Viejo. Pero, ¿por qué eres tan pesimista? ¿No
se te ocurre pensar que si él no me hubiera detenido habría estado ya por
delante del accidente, sin tener que presenciarlo todo, y habría llegado a mi
hora a la cita. Con una propuesta de trabajo decente, no con la muerte. Una
cita a la que llegué tan tarde y tan alterada que fue como si no hubiera ido.
—Por culpa del viejo, ¿no?
—Del Puto Viejo de los Cojones, para
ser exactos.
—Pues, tal como yo lo veo, es posible
que le debas la vida al Anciano Adorable Enviado por un Ángel para que me
puedas estar contando esto.
—Cómo se nota que tienes un trabajo a
la medida de tu preparación, que es estable y que te pagan bien. Yo, en los
meses mejores, me saco 700 euros como teleoperadora de La Gran Mierda a Su
Servicio. Para ti todo es tan fácil.
—Y para ti no es terrible como
presumes. Compartimos todo. En conjunto nos arreglamos bien, tú y yo.
—A lo mejor tú y yo nos apañamos,
pero en el paquete real general no cuentan ni mi doctorado de cuatro años ni el
carísimo Máster de dos. El paquete entero apesta.
—Y la culpa es del viejo, ¿no?
—Del Puto Viejo Cabrón, sí. Es lo que
estoy intentando contarte. Que la aparición de su coche a siete kilómetros por
hora pudo ser la causa de que mi azar, un azar que por una vez a lo mejor pudo
ser favorable, se fuera al carajo.
—Que sigas viva, sin un rasguño en el
cuerpo ni en la carrocería, no te lleva a pensar en el destino.
—El destino es cosa de los
cuarentones acomodados como tú. Los pobres estamos en manos del azar... y ya
sabes lo que les pasa a los adictos a los juegos de azar. Por cierto, lo que es
el azar cuando nos viene con una sonrisa: volviendo a casa, el azar mismo, en
la forma de El Hombre, me puso dos MDMA en el camino. Con eso y lo que gastemos
en salir, dependeremos del crédito de tu tarjeta hasta el lunes, que cobramos.
—Eres una cabrona.
—Una Dulce Cabrona, que los creyentes
en el destino no sabéis adjetivar, si no es en el lado oscuro de la
ampulosidad.
—Y no tenía ganas de salir.
—Ya no la tienes ningún viernes,
estás viejo. Por suerte, el destino me puso en tu camino.
viernes, 27 de noviembre de 2015
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