A veces relaja que el destino sea azaroso
El corto tramo de incorporación a la autovía desde la
gasolinera se terminaba y un coche venía lento por el carril derecho, sin
señales de desviarse al izquierdo para dejar que me incorporara con seguridad.
Dudé de la velocidad del coche lento y frené, perdiendo la oportunidad de
incorporarme. Pasó, a mucha menos velocidad de la que le había supuesto; tan
reducida que, de no haber dudado, habría podido salir. Pero ya era demasiado
tarde. Estaba frenada al final del tramo de incorporación; tendría que acelerar
desde 0 km por hora. El coche lento que pasó sin abandonar su carril iba
conducido por un viejo que miraba fijamente al frente. Noté que aferraba el
volante con las dos manos. El viejo era incapaz de salirse de su camino, de
interactuar con los otros, de hacer un favor. Hijo de puta, pensé, cabrón.
Seguí pensando insultos e imaginando las maldades que le haría si
pudiera. Me he quedado con tu cara. Si en una calle solitaria viera que
te iban a atracar, seguiría mi camino sin avisarte, cabrón. No les ayudaría a
darte de hostias porque soy buena persona. Tuve tiempo para pensar eso y más,
porque durante un minuto largo las dos vías se ocuparon con coches y camiones.
No podría salir hasta que dejaran de pasar. Que no me pitaran los dos coches
que se habían puesto detrás de mí era la prueba de que no podía hacer otra cosa
que quedarme detenida allí. Por culpa del viejo, que iba a una velocidad tan
lenta que debería estar prohibida; tan lenta que no pudo imaginarla e
introducirla en sus cálculos: soy un estorbo para la vida que fluye, si me paso
al carril de la izquierda ese coche no necesitará quedarse ahí, esperando que
yo pase. Viejo cabrón, ¿por qué no te mueres o te quedas en tu casa?
—¿Te has dado cuenta de que te estás
convirtiendo en un camionero mal hablado, hipertrofiado por la mala leche y el
miedo, cuando eres una tía que acaba de cumplir 35 años?
—Y tú, ¿te has dado cuenta de que la
historia no había terminado? Dos kilómetros más allá me detuve, porque se había
producido un accidente múltiple. Tenía ocho o diez vehículos por delante.
Frente a ellos, un infierno de humo y coches retorcidos. El primero de ellos,
el del viejo, parado a cien metros del accidente. El único que ni siquiera
intentó ayudar.
—Ah, lo que me quieres contar es que
gracias al viejo no te viste envuelta en el accidente. Que de no ser por él
hasta podrías haberte visto metida en él.
—Que te calles hasta que termine.
Primero, el tipo se llama El Puto Viejo. Pero, ¿por qué eres tan pesimista? ¿No
se te ocurre pensar que si él no me hubiera detenido habría estado ya por
delante del accidente, sin tener que presenciarlo todo, y habría llegado a mi
hora a la cita. Con una propuesta de trabajo decente, no con la muerte. Una
cita a la que llegué tan tarde y tan alterada que fue como si no hubiera ido.
—Por culpa del viejo, ¿no?
—Del Puto Viejo de los Cojones, para
ser exactos.
—Pues, tal como yo lo veo, es posible
que le debas la vida al Anciano Adorable Enviado por un Ángel para que me
puedas estar contando esto.
—Cómo se nota que tienes un trabajo a
la medida de tu preparación, que es estable y que te pagan bien. Yo, en los
meses mejores, me saco 700 euros como teleoperadora de La Gran Mierda a Su
Servicio. Para ti todo es tan fácil.
—Y para ti no es terrible como
presumes. Compartimos todo. En conjunto nos arreglamos bien, tú y yo.
—A lo mejor tú y yo nos apañamos,
pero en el paquete real general no cuentan ni mi doctorado de cuatro años ni el
carísimo Máster de dos. El paquete entero apesta.
—Y la culpa es del viejo, ¿no?
—Del Puto Viejo Cabrón, sí. Es lo que
estoy intentando contarte. Que la aparición de su coche a siete kilómetros por
hora pudo ser la causa de que mi azar, un azar que por una vez a lo mejor pudo
ser favorable, se fuera al carajo.
—Que sigas viva, sin un rasguño en el
cuerpo ni en la carrocería, no te lleva a pensar en el destino.
—El destino es cosa de los
cuarentones acomodados como tú. Los pobres estamos en manos del azar... y ya
sabes lo que les pasa a los adictos a los juegos de azar. Por cierto, lo que es
el azar cuando nos viene con una sonrisa: volviendo a casa, el azar mismo, en
la forma de El Hombre, me puso dos MDMA en el camino. Con eso y lo que gastemos
en salir, dependeremos del crédito de tu tarjeta hasta el lunes, que cobramos.
—Eres una cabrona.
—Una Dulce Cabrona, que los creyentes
en el destino no sabéis adjetivar, si no es en el lado oscuro de la
ampulosidad.
—Y no tenía ganas de salir.
—Ya no la tienes ningún viernes,
estás viejo. Por suerte, el destino me puso en tu camino.
¡Qué montón de tacos! ¡Al infierno irás!
ResponderEliminarS.
La sociedad me lo está poniendo fácil, S.: hace ya tiempo que sin darnos cuenta nos ha ido metiendo en él.
Eliminarhttp://thekankel.blogspot.com.es/2009/06/el-aullido-del-mudo-de-raul-nunez.html
EliminarS.
Mientras leía, estaba apostando que el viejo estaba conduciendo tan despacio porque estaba muerto, o que le estaba dando un infarto y no podía reaccionar, lo descubrirían en el accidente, pero no, no he acertado esta vez... :(
ResponderEliminarSalud
Ajá, Genín, y resulta que iba de otra cosa. Te he engañado. ¡Bien por mí!
Eliminar"El destino es cosa de los cuarentones acomodados como tú. Los pobres estamos en manos del azar."... me encanta! :)
ResponderEliminarTiene cierto tono cortazariano... pero mi mayor temor de ocnducir por autopista es precisam esas salidas... en las ciduades voy como pez en su caballito de mar, pero en autopista... brrr... se lo paso a mi piloto y soy co-
muxus
di
Alguien me dijo una vez: "Si vas a "sonar" a otro escritor o intentar parecerte a él, que al menos sea de los buenos".
EliminarParece más bien una metáfora de lo que estorban los viejos. Buen planteamiento y mejor diálogo.
ResponderEliminarAlgo de eso hay, Isabel. Pero, ¿de verdad podemos extrañarnos? La cantinela de "nosotros luchamos por conseguir los derechos" pierde efecto conforme pasa el tiempo y la situación de los jóvenes es cada vez más desesperada. En 2015, en los primeros seis meses, otros 50.000 jóvenes no encontraron otra salida que el aeropuerto. Ni es nuestra culpa ni la de ellos, pero es lógico que desconfíen de nuestros minúsculos privilegios.
EliminarUn abrazo de yayo sin flauta.
Qué mal hablada, se parece al personaje de cierta obra de teatro que no voy a mencionar por no publicitarla (no lo merece), suerte que escribes tan requeté BIEN que salvas cada taco.
ResponderEliminarMe ha gustado eso de que los pobres estamos en manos del azar, lo que me turba es que alguien que gana 700 al mes pueda permitirse un coche, pues me han contado que son como un hijo tonto...
Hola Sue, el coche es de su pareja, por supuesto. A mí de esa pareja me gusta que sean tan distintos, que vivan en un desequilibrio mutuo total y que, sin embargo, parece que... ¡funciona!
EliminarBueno, me parece advertir cierto resentimiento social (en el personaje femenino, quiero decir). La edad parece que acentúa nuestros defectos y diluye nuestras virtudes, aunque se llevan bien. Hay que ir, en este caso, en transporte público, para no coger estas espirales de violencia. A mí me ha gustado mucho, ya lo sabes.
ResponderEliminarUn abrazo
No me atrevo a decir si ese resentimiento es o no justo, José Luis, pero he detectado muchas veces que existe. Y ahí lo he expresado. No se puede culpar al dedo que señala la luna.
EliminarAbrazote.
¡Extraordinario Nano!
ResponderEliminarY yo creo en el destino, y también en lo difícil.
Hola, Nán. Tienes el blog un poco abandonado, yo también. ¿Qué arte crees que se desprenderá de un gobierno como el de Trump? Al hilo de "No derrames...".
ResponderEliminarUn abrazo
Poco abandonado es poco. Ya veremos si vuelvo.
EliminarDesafortunadamente, creo que un arte de "resistencia", centrado en lo cotidiano necesario y alejado, por tanto, de los temas humanos eternos, que son los que más me interesan... salvo en los Grendes Creadores, que sabrán tratar las dos cosas simultáneamente.
¿Y los afines...?
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