“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.

NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein

“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”

Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16




jueves, 23 de octubre de 2014

Tengo miedo a los libros


Con las librerías atestadas, fui usando tres mesitas de libros de lecturas urgentes que ahora, por estar amontonados en equilibrios inestables, amenazan con derrumbamientos de imprevisibles consecuencias. A veces tengo que encajarlos horizontalmente, condenándolos a una difícil visibilidad  en los espacios mínimos que quedan sobre los colocados verticalmente. Por la noche, entre sueños, los oigo conversar y quejarse de su situación, hacen cálculos de los años de vida útil que me quedan de capacidad lectora, y saben que no todos ellos podrán ser leídos: les enfurece mi falta de previsión. El problema es que no los compro por impulsos estúpidos: cada uno de ellos ocupa un lugar precioso en mis necesidades, me lo he traído a casa por un razonamiento que lo convierte en moralmente imprescindible. Si tienen razón en sus aritméticas será el fracaso más grande de mi vida, que se cerrará con una lista larga de acciones pendientes que me robará esos últimos minutos de serenidad. Ayer, por ejemplo, decidí que no me apetecía cocinar y cogí dinero para comer fuera, contrariando mi postura de que no comer en casa es tonto. Me gasté el dinero en un librito de bolsillo y tuve que regresar y hacerme una tortilla de patatas, sumido en un estado de humillación por mi conducta. Cuando por la noche oigo sus conversaciones, aprieto la almohada sobre el oído que no está aplastado sobre el colchón. El temor no desaparece con esa trampa infantil. Imagino que en cualquier momento me atacarán cayéndome encima, o lanzándose sobre mi cabeza.

sábado, 11 de octubre de 2014

Ya nada sucede

Ya nada sucede
eso perteneció a los tiempos
en los que lo del deseo, lo de la voluntad, lo de la curiosidad,
cuando les sucedíamos a las cosas, que te ignoran si no vas hacia ellas.
Como polillas inocentes nos lanzábamos
sobre los puntos de luz, las oscuridades,
y salíamos chamuscados o helados de frío,
pero el mundo nos premiaba dejándonos
traspasar el cristal de la ventana cerrada.

¿Mereció el placer, vale desde el hoy la pena?
Las preguntas directas no tienen respuesta
he llegado a la etapa de la delicadeza
de abrir una botella de vino con dos copas
conversar sin la necesidad de levantar la voz
circunvalar los asuntos, no hacer sangre.
Nada sucede a nada le sucedo.
Ya no se aceptan propinas
ni respuestas.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Lou (ejercicio del Bremen)

Lou

Lou estaba en un descampado de las afueras, la espalda apoyada en un muro bajo, tomando el fresco y mirando el cielo. Se aproximó un coche hasta unos 30 metros y le hizo un cambio de luces. Lou cruzó las manos por detrás de la nuca y no hizo nada. El coche le enfocó la larga. Ni cerró los ojos por la molestia. Alguien bajó del coche por la puerta del conductor y la luz enfocó su silueta desde atrás: era un hombre fornido.
—Ven aquí.
—Ven tú, que estás de pie y te es más fácil.
El hombre hizo un disparo y la bala se incrustó a 50 centímetros a la derecha de Lou.
—Vale, vale, ya voy. No te pongas nervioso.
Al acercarse, vio que había dos sombras más en el coche, una en el asiento del copiloto y otra atrás. También comprobó que el conductor no era fornido, sino gordo. Lou iba con unos vaqueros con agujeros por el desgaste y una camiseta gris bastante limpia. El gordo lo miró de cerca y, durante unos segundos, el silencio trajo de nuevo los sonidos de la noche.
—No eres quien esperaba.
—Hablas como mi padre. Esto no va a ser divertido.
El hombre le examinó los brazos a la luz de los faros.
—No te pinchas, eso es bueno. ¿Qué te pones?
—Nada, me gusta más comer. Si me das 5 pavos por dispararme y hacerme venir aquí, me tomaré dos hamburguesas y te bendeciré.
El gordo dejó las luces puestas, deslumbrándolo, y habló con las sombras. Volvió enseguida.
—Hoy es tu día de suerte. Me vienes mejor que el tirado que iba a venir y parece que un dinerito en el bolsillo te vendrá bien. Esto es lo que vamos a hacer: ¿conoces el restaurante chino que está al final de la calle Lexington —Lou asintió—. Pues mañana por la noche vas allí. Te invitarán a cenar cuando digas “Carter me invitó”. Al irte, te darán una mochila, como si fuera tuya. La entregas donde te digo ahora. Son unos moteros un poco broncas pero no habrá el menor problema. Por la noche, a esta hora, nos vemos aquí y tendrás tus billetes de a cinco. ¿Lo has entendido todo? Pues lo tomas o lo dejas; pero si lo tomas, cuidado con jugármela.
—Es fácil. Adelántame un billete.
—Te prefiero con hambre. Así no te olvidarás de ir a la cena.

Cuando pasó por la calle de los moteros, vio en el jardín a dos hombres con traje. Siguió el camino y se fue al descampado con la mochila. A la misma hora de la noche anterior, llegó el Gordo.
—Temí que te hubiera pasado algo, hubo problemas en la casa de recepción. ¿Llegaste a hacer la entrega antes del lío?
—¿Con la secreta en el jardín? ¿Y luego me ponía las esposas yo solo? Lo que quieres está detrás de ese arbusto.
El gordo recogió la mochila, miró el interior, se sentó a su lado, en el suelo y le invitó a un cigarrillo.
—Eres un chico listo. Cumplidor, pero sobre todo listo. Toma —le dio 200 dólares.
—¿Qué haces? Soy un chapucillas que a veces pide dinero en la calle. Si la poli me ve contigo y ven que estoy forrado, me pierdes. Pero si soy un pobretón, podré decir que me mandas a comprar cigarrillos. Con tres billetes de cinco me vale.
Estuvieron allí sentados, charlando hasta fumarse el paquete entero.

Tras tres años de Filosofía Analítica, había decidido que quería ser un vago y abandonó los estudios. El Gordo encontró un amigo que le ayudaba a ordenar las ideas, tanto en la vida personal como en la profesional: Lou las veía venir desde lejos y el Gordo le cayó bien desde el primer instante.
Fue el principio de una larga amistad.








lunes, 8 de septiembre de 2014

Somos más tontos que pasado mañana (Call me Cassandra)

Me encanta esa frase que se usa en la montaña: “ese es más tonto que pasado mañana”. Es un tiempo futuro no comprometido. Quedar hoy, mañana o el fin de semana (recalcando el día) es una cita más en firme. Pasado mañana te da opción de que “surja algo” y puedas anular la cita.

Y sin embargo, ese día puede llegar cuando ya te habías olvidado de él, pillándote desprevenido e indefenso. Por eso es el día de los tontos.

Empecé el Verano de las Vacas enterándome de que se hacía la Celebración del Centenario de la IGM. ¿Por qué no realizaron la Lamentación? Mal vamos, pensé.

Y ya en Madrid, me desayuno con una posible guerra de corte nacionalista entre un nuevo Gobierno que desbancó al que había con el impulso de las fuerzas filonazis y una posible escalada con el Gobierno homófobo de Mr. Putin. Si fuera por la carretera y solo encontrara solamente esos dos restaurantes, ¿qué haría? Sin dudarlo, buscaría hierbas y bayas en el campo. Aunque el problema no es lo que haré yo, sino lo que harán los que tienen la capacidad de hacer y, de momento, se dedican a una escalada muy peligrosa.

Por otra parte, en el Mundo Árabe las cosas se calientan con unas gentes que dejan a los yihadistas en pañales. Tantos decenios de hacer las cosas mal terminan por pasarnos un precio de espanto. Tantos decenios calentándolos a ellos con bombas. ¿Cuál es el precio de tanto tiempo de una política global necia y ciega? 

Por otro lado, vi el otro día dos fotos de un casquete polar fechadas en la misma temporada en 1980 y 2013. La masa de hielo es la mitad de lo que era. Peor vamos.

Y nuestro paradigma económico da como resultado la desigualdad más absoluta entre países y dentro de cada país.

¿Cuándo comenzó este pasado mañana? Pues mira, sin volver a los césares romanos, podríamos decir que hizo su Baile de Presentación Mundial en 1980. Qué coincidencia. Y no hicimos nada ni contra el cambio climático ni contra el paradigma económico de la desigualdad.

¿Cuándo debimos hacer frente a esto? La respuesta es fácil: antesdeayer.


¿Pero se puede hacer algo ahora? La respuesta es complicada: tú mismo.

sábado, 21 de junio de 2014

Flâneur (2). Lenguaje oscurecido por una bruma que hay que traspasar para entender


[Según la Irreal Academia, la tercera acepción de flâneur es:

  • Dícese de quien pasea mucho y va haciendo flanes de arena con raspaduras de asfalto.]





A las 18:15 de la tarde bajo por la calle Ruiz y me detengo, como siempre, a contemplar la calle Galería de Robles, que es la que más me gusta de mi barrio. Porque nunca la cruzan coches, es inútil para el tráfico, y no se puede aparcar en ella. Esta vez hay una africana a la que veo desde atrás. Limpia, con vaqueros y camiseta de rayas azules horizontales sobre blanco. Su cuerpo es hermoso. En su lengua africana, está riñendo a dos personas, a las que señala con el dedo distinguiendo entre la una y la otra, sin error alguno al indicar la posición (ultra)física de sus dos contertulios. Está verdaderamente enfadada con los dos, les pone los puntos sobre las íes. Al seguir caminando, la veo un momento de frente y me doy cuenta de que la juventud de su cuerpo se contradice con unas canas en la parte delantera del pelo y con arrugas.

A las 18:20 subo por Espíritu Santo y en uno de los banquitos de madera que sacan a la acera algunos de los establecimientos está sentado un alcohólico de edad indefinible, grueso, sucio, de barba y pelo largos, sucios, despeinados. Mira hacia abajo y farfulla en mi idioma, pero no se le entiende nada. Parece más enfadado con él mismo que con los demás.

Dos discursos que el lenguaje impide comprender. Pero que transmiten algo que se entiende perfectamente. Nos regalan historias.

lunes, 9 de junio de 2014

El trajeáo y la pandilla

Los pronósticos estaban contra él, por alcohólico, pero también es cierto que cuanto más bebía él, más comía la gorda de su mujer. Era su manera de combatir la vergüenza que le daba el comportamiento indecoroso del marido, quien a su vez intentaba ahogar en ginebra la repugnancia, espiritual al principio y física después, que ella y la vida que le obligaba a llevar le producían. Murió ella y él ganó. A la mierda la vida triste en ese barrio. A la mierda el trabajo de ejecutivo con el que pagaba lo que ella llamaba una vida decorosa. Nunca le tuvo en cuenta ese sacrificio, nunca sus días de color gris detuvieron los reproches de ella. A la mierda ella  y la vida que había llevado hasta entonces
Una empresa de subastas se llevó todos los cuadros, esculturas, muebles, antiguas vajillas, cuberterías de plata y cristalerías valiosas. Sentado en un butacón, se maravilló del ruido que hacían, el mínimo necesario; le pareció un sonido ordenado, musical. Hizo dos maletas diferenciando la de primavera-verano y la de otoño-invierno, cada una con 4 trajes grises, seis pares de zapatos negros de calidad, camisas blancas y dos sombreros negros. Las apartó, llamó a una ong para que se llevara todo lo que había quedado en casa. Esa era la condición, que se llevaran todo. Cuando solo quedaban las dos maletas, vendió los coches, volvió a la casa, que había puesto en venta, y pidió un taxi. Le llevó hasta un bajo minúsculo que había comprado con los escasos muebles del anterior propietario. Se fue a vivir a ese barrio de la periferia de la periferia porque había decidido que los suyos tenían que ser el contrario absoluto de aquellos que le habían rodeado en su vida de casado. El pisito era tan pequeño que podía encargarse él del orden y la limpieza en no más de 10 minutos. Previamente, había llevado ya una amplia colección de sus clásicos preferidos y unas bolsas grandes con dos abrigos y dos gabardinas. Pensó que no necesitaría nada más.
Se equivocó ligeramente. Empezó allí su nueva vida, donde beber no era una ofensa a la decencia y el buen gusto, sino algo que hacen los hombres de gesto triste, como el suyo. Incluso bebía algo menos, porque le desapareció la rabia mal contenida. No se podía imaginar a sí mismo sin traje gris y sombrero negro, pero las camisas y los zapatos ingleses desentonaban. Los dejó en el bar de al lado, para quien los quisiera. Entró en un chino, donde compró varias deportivas sin preocuparse por los colores chillones y varias camisetas de su medida. Ya estaba todo. Ahora empezaba a vivir.

Dando vueltas por el barrio, en círculos cada vez más grandes, fue conociendo los bares, donde bebía y si tenía hambre comía con gusto un menú del día o algún bocadillo, con un vino sencillo que le resultó placentero: del que se bebía a tragos largos, como si fuera agua, rascando la garganta. Encontró en una esquina un parque de pequeño tamaño y lo incluyó en sus paseos. Un día, al llegar al final vio en un banco a tres personas bebiendo vino de un brick: una mujer muy delgada, un hombre hosco que miraba al suelo y un gordito que parecía afable.
—Jefe, ¿nos das unas monedas para reponer el vino?
—Como sabéis dónde lo venden, comprad cuatro —respondió dándoles un billete de 20 euros—, si me admitís como compañero, claro.
El hombre hosco cogió el billete y salió zumbando.
—Siéntate con nosotros, amigo. Yo me llamo Herme, de Hermenegildo y esta es La Paca.
La Paca ensayó una sonrisa, mostrando una dentadura lamentable. Saludó y, con Herme interpuesto, le llegó a Samuel un tufo agrio. No le importó, porque sabía por la lectura de El infierno de Dante y algunas experiencias personales que el mal olor no era un tormento duradero, ya que la nariz se habitúa a él con facilidad.
—Me llamo Samuel.
—Tú te llamarás así, pero en el barrio te conocemos como El Trajeáo. Eres todo un personaje. A mí me caen bien los que no meten líos. Gente tranquila como tú. El que ha ido por el vino es Legía, porque estuvo en la legión.
Samuel invitó a fumar y lo hicieron en silencio, como si fueran buenos amigos de toda la vida. Se sintió mejor que en mucho tiempo. Antes de terminarlos, ya estaba el portador del vino.
—Me ha dado para cuatro y ha sobrado para tabaco. No te importa, ¿verdad? —dijo mientras pasaba a cada uno su brick personal. Al ver que todos estaban fumando, abrió el paquete y encendió un cigarrillo.
Bebieron, hablaron poco, se sintieron a gusto y se fueron cuando el sol dejó de calentar el banco del extremo más tranquilo de parque. Al salir, quedaron para la tarde siguiente a la misma hora. Samuel ya tenía pandilla.

Era agradable tener amigos y se aficionó al vino peleón, abandonando la ginebra, de lo que resultó una mejora de su energía y estado físico. Hablaban a poquitos, normalmente de anécdotas actuales; salvo que el vino pusiera llorón a Paca o a Legía y contaran, en una narración confusa, historias de su vida pasada. Todos escuchaban respetuosamente, sin preguntar. Samuel y Herme nunca tuvieron una llorona. Hacia las nueve se separaban. Paca y Legía hacia una residencia en la que les daban de cenar y dormir, Herme se perdía en la noche y Samuel regresaba al barrio.
Una noche, Herme le hizo una propuesta:
—¿Estás cansado?
—Nada.
—Pues vente conmigo a conocer la noche de otros sitios. Puedes dormir por la mañana. Invítame al autobús. Para que no te asustes, hoy iremos por lo que llamo el segundo círculo del centro.
Lo recorrieron casi entero, deteniéndose en varios bares en los que era conocido y bien recibido. No pagaban en ninguno y en algún momento el dueño le pasaba unos billetes, que contaba en un segundo abriéndolos en abanico, como si fueran naipes.
Tanto en los paseos pausados de uno a otro, como dentro, tomando vino, su conversación era sorprendente. Lo sabía todo de la literatura clásica, como si la hubiera vivido. También conocía historias que no estaban en la literatura y pontificaba sobre temas que afectaban a lo más profundo del carácter humano. Samuel creía flotar en un mar de sabiduría. A las seis de la mañana regresaban en un taxi que pagaba Samuel. Tenía su lógica, ya que gracias a Herme habían bebido gratis toda la noche. Estos paseos por los diversos círculos de la ciudad se repetían un día a la semana, la noche de los miércoles.
—¿Por qué te dan dinero en todos los sitios que visitamos?
—Por las mañanas, hago trapis, organizo a gente que hace cosas para los de los bares. Se mueven mercancías a buen precio.  Eso requiere estar alerta todas las mañanas, moverme.
—Entonces hay una noche que no duermes y no lo recuperas al día siguiente.
—No duermo nunca.
Esta conversación se produjo una noche que se habían quedado solos y no era miércoles. Se acostumbraron a seguir juntos cuando Paca y Legía se marchaban. Si no llovía, iban más allá del parque, sobre una repisa de tierra que daba a una pendiente de descenso. Hablaban, fumaban y bebían más vino, o se quedaban en silencio contemplando las estrellas. Samuel interrumpió el silencio.
—Me apetece recitarte un pequeño extracto de un himno homérico.
—Me encanta ese viejo mentiroso. Adelante.
—Es una descripción del dios Hermes: «de multiforme ingenio, de astutos pensamientos, ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los sueños, espía nocturno, guardián de las puertas, que muy pronto habría de hacer alarde de gloriosas hazañas ante los inmortales dioses».
—Ji, ji, jí. Bueno, tampoco mentía siempre. Pero, ¿por qué me cuentas eso?
—Me ha venido a la cabeza ahora que te conozco mejor.
—¿Te imaginas que eso hubiera sido posible, que Zeus encargara a Hermes llevar un mensaje velozmente y que, por el impulso, se pasara de velocidad y no solo cruzara el espacio, sino también el tiempo? Seguro que llegaría aquí, a este tiempo, que no dura más que un parpadeo de los dioses del Olimpo, que probaría el vino actual, muchísimo mejor, en su sabor y efectos, que la asquerosa ambrosía. Sería fantástico pero, claro, no puede ser verdad. Te veo inspirado, Samuel.
—Cierto, sería bonito; pero no puede ser cierto. Por eso tenemos que rellenar con fantasía los vacíos de la verdad.



lunes, 2 de junio de 2014

El precio del crecimiento: el caso de China



Louis Lasalle para Globalízate, 24/05/2014 


La revista Science acaba de publicar una nota extractando los principales resultados del informe que el Ministerio de Medioambiente chino acaba de publicar1. Se pueden resumir de la siguiente forma: el 19.4% de los suelos agrícolas están contaminados por diversas sustancias tóxicas como son los metales pesados, los pesticidas y los hidorcaburos policíclicos aromáticos (PAHs). Las causas principales son las actividades mineras e industriales y la hiperintensificación de la agricultura.


La intensificación de la agricultura en China no tiene parangón ya que China consume un tercio de los fertilizantes sintéticos del mundo y su aplicación de pesticidas es 2.5 veces superior a la media mundial. El número de artículos documentando las tendencias y efectos de esta contaminación creciente se multiplican. Guo et al.2 mostraron cómo en tan solo 20 años los suelos agrícolas Chinos se han acidificado significativamente debido al uso masivo de fertilizantes. Las actividades agrícolas e industriales han incrementado también el depósito de compuestos nitrogenados a niveles que existían en los picos registrados en Europa en los años 80 antes de que diversas normas medioambientales redujesen las emisiones3. En un artículo publicado este mes en la revista Science of the Total Environment 4 se muestra cómo el arroz chino proveniente de diferentes muestras presenta concentraciones de plomo significativamente mayores a las de otros países y cuando ese arroz proviene de áreas con actividades mineras las concentración de plomo es aún mucho mayor.


Lassaletta et al.5 estudiaron recientemente cómo China ha pasado de ser un país ligeramente exportador de alimentos en los años 80 a depender un 20% de importaciones en 2009. Por tanto, cabe preguntarse por el presente y el futuro de un país que ya no es autosuficiente y que tiene contaminados un 20% de sus campos agrícolas, o en otras palabras, una quinta parte de la población se verá forzada consumir alimentos en mayor o menor medida contaminados o a abandonar los campos contaminados reduciéndose progresivamente la seguridad alimentaria del país.


Vivimos en un mundo en el que se nos repite como un mantra que el crecimiento económico es el único camino para que avancen las sociedades. Da igual que se repita hasta la saciedad que no se puede crecer hasta el infinito en un mundo finito, que la especulación lleva a burbujas con finales tristemente conocidos y que el hiperconsumo no sólo no da la felicidad sino que destruye nuestro medio. Sin embargo a veces los datos nos bajan desde las nubes especulativas hasta la tierra: ¿De qué servirá tanto dinero cuando en nuestro plato servimos sustancias que nos enferman? Por otro lado, es de justicia decir que ese dinero que se está creando en China está enriqueciendo solamente a una nueva clase dirigente y multimillonaria. La revista Science 6 ha publicado esta semana la evolución del índice de Gini Chino (medida del grado de desigualdad de un país) indicando cómo conforme crece el producto interior bruto de China las desigualdades se multiplican. En estos días convulsos en los que se siguen promoviendo soluciones basadas en el crecimiento perpetuo, el caso de China es un ejemplo paradigmático para hacernos reflexionar sobre el mundo en el que queremos vivir y que nos gustaría que nuestros hijos heredasen.


References
1. Chen, R., De Sherbinin, A., Ye, C., Shi, G. 2014. China's Soil Pollution: Farms on the Frontline. Science 344, 691.
2. Guo, J.H., Liu, X.J., Zhang, Y., Shen, J.L., Han, W.X., Zhang, W.F., Christie, P., Goulding, K.W.T., Vitousek, P.M., Zhang, F.S., 2010. Significant Acidification in Major Chinese Croplands. Science 327, 1008-1010.
3. Liu, X., Zhang, Y., Han, W., Tang, A., Shen, J., Cui, Z., Vitousek, P., Erisman, J.W., Goulding, K., Christie, P., Fangmeier, A., Zhang, F., 2013. Enhanced nitrogen deposition over China. Nature 494, 459-462.
4. Norton, G.J., Williams, P.N., Adomako, E.E., Price, A.H., Zhu, Y., Zhao, F.-J., McGrath, S., Deacon, C.M., Villada, A., Sommella, A., Lu, Y., Ming, L., De Silva, P.M.C.S., Brammer, H., Dasgupta, T., Islam, M.R., Meharg, A.A., 2014. Lead in rice: Analysis of baseline lead levels in market and field collected rice grains. Science of the Total Environment 485–486, 428-434.
5. Lassaletta, L., Billen, G., Grizzetti, B., Garnier, J., Leach, A.M., Galloway, J.N., 2014. Food and feed trade as a driver in the global nitrogen cycle: 50-year trends. Biogeochemistry 118, 225-241.
6. Hvistendahl, M., 2014. While emerging economies boom, equality goes bust. Science 344, 832-835.