[El bonito tema del Taller de esta semana era la “hipotaxis”,
que aunque se presta a muchos chistes en realidad es algo tan sencillo como la
subordinación oracional en los párrafos. O sea, como suelen hacer los
franceses, Proust a la cabeza, cuando empiezan una frase y la van enredando con
subordinaciones, paréntesis intermedios, guiones dentro de los paréntesis y todo
tipo de subordinadas, de manera que tienes que ir constantemente hacia atrás
porque entre el sujeto y el predicado hay 27 líneas y ya no te acuerdas de cuál
era el sujeto. Lo he llevado al extremo de que solo tiene el punto final.
En los relatos del Taller siempre pongo “Ejercicio”, porque
pueden quizá ser la base de relatos verdaderos. En este caso no: como la
escritura hipotáctica se te puede ir de las manos poniendo lo que se te ocurra
en cada momento, lo he trabajado con un plan de hierro, escribiendo primero en
una hoja todos los temas, subtemas,
entre-subtemas, lo que quería decir y lo que quería ocultar. Puede
gustar o desagradar; es posible dejar de leerlo a la décima línea; pero tiene
un plan perfecto, he escrito exactamente lo que quería y no quito ni pongo nada
más. Lo doy como relato cerrado que firmo como mío.
Además, he
aprovechado para tratar cierto asuntillo interno del Taller: es un
Relato-Manifiesto].
El problema erótico de la falta de ganas
Que apetezca no
es suficiente, porque vale, reconoces que sí te apetece follar, pero el
cansancio es mucho mayor y la apetencia no basta, a diferencia de lo que le
pasa a tu compañera o compañero, porque ella (es mejor darle este sexo para no
andar todo el rato añadiendo esa “o” —que es una de las cosas que de verdad me
molestan; puedo aceptar el “Damas y caballeros” al comienzo de un espectáculo
de circo o de un burlesque de provincias, porque ya no están todo el rato con
lo mismo—, que es una tortura cuando se lee, pero si se escucha pasa al grado de insufrible, así que lo mejor es que si
usted tiene compañero, piense en él cuando me refiera a una hipotética y
generalizada “ella”) no tiene una simple apetencia de follar, sino unas ganas
bien asentadas, una de esas ganas que mueven el mundo, si el asunto, cuando va
más allá de un polvo, es importante y de gravedad, o al menos ponen en orden
los asuntos personales o marcan el inicio de un fracaso que es muy difícil, y
quisiera recalcar en este caso el adverbio “muy”, impedir que el fracaso vaya
cogiendo carrerilla hacia la línea del abismo (es decir, tú te dormirás
agradecido a la vida, pero en la primera media hora, en esa conversación
emocional soterrada, que va de cerebro a cerebro, te están inoculando unas
sensaciones por las que como mínimo despertarás con tortícolis, o al menos sin
esa sensación de sueño reparador), y eso como no suceda que despiertes con
ganas de, porque en ese momento no convendrá para nada que acerques
inocentemente (¿es válido usar “inocentemente” para estos asuntos?) el miembro al
que ahora ya no solo le apetece, a diferencia de lo que le sucedía la noche
anterior, sino que tiene ganas verdaderas, a la persona que se durmió tarde,
con un fuerte componente de rencor hacia ti y después de haberse aliviado en
unas condiciones poco óptimas, que tampoco estoy diciendo con lo anterior que
en toda situación en la que se produzca un conflicto entre la apetencia y las
ganas, aunque haya que darle una salida, el final haya de ser de rencor, pues
puede ser que se solucione el conflicto con respeto, amistad y deseo de que
algún día, de cualquier manera (y digo lo de “cualquier manera”, no en el
sentido de una cosa mal hecha, como nos decía el maestro cuando nos ponía un
cero a un trabajo que sí, ciertamente, habíamos hecho mientras dedicábamos la
atención no al trabajo escolar, sino a la conversación de nuestra madre con las
vecinas —lo que acepto que tiene poca lógica, ya que jamás prestábamos atención
a lo que decía nuestra madre en momento alguno de nuestra vida; salvo, y ya es
mala suerte, cuando debíamos escribir una redacción sobre “los romanos” que
incluyera las escasas nociones que teníamos de ellos: más bien nos quedábamos
empantanados en cuanto escribíamos “Los romanos se llamaban así porque eran de
Roma”; pero el caso es que precisamente en esos momentos la conversación nos
resultaba atrayente; cosas que pasan—, y las escuchábamos a las vecinas no
apoyados en la mesa, mordisqueando el lápiz porque luego olía muy bien, sino
como si, derribados, hubiéramos caído sobre la mesa, posición esta en la que
era imprescindible que una parte de la cara, generalmente la contraria a la de
la mano que sujetaba el lápiz, quedara pegada a la superficie, lo que resultaba
molesto si la mesa estaba cubierta por un tapete de ganchillo que dejaba marcas
en la cara), con lo que, con la información de estos paréntesis, está ya claro
que “de cualquier manera” no significa “mal”, sino de un modo que todavía no
sabemos cuál puede ser, que queremos dulce, de los que dejan puertas abiertas,
pero sí sabemos que será, tal como puede pasar, por poner un ejemplo, en un
Taller de escritura al que a casi todos sus miembros les apetece pertenecer,
pero con el tiempo han ideo perdiendo las ganas de participar activamente, por
lo que si van es, como mucho, para escuchar con ganas el trabajo de otros, y
compartir activamente las bebidas del antes, el durante y el después, pero ya
perdieron las ganas de escribir, con lo que los poquísimos que van con el
relato escrito se dan cuenta de que las ganas se les van convirtiendo en una
simple apetencia, que está muy bien —personalmente reconozco que los “apetitos”
son los que me mantienen en pie—, pero le lleva a pensar a uno que un día no se
presentará nadie al Taller, ni siquiera se subirá un Acta al blog privado, a lo
que se podría añadir una sensación de autoculpabilidad que impediría siquiera
enviar un mensaje para preguntar lo que ha pasado, no ya un “qué está pasando”,
que es una pregunta que conduce a la acción, como un principio de actividad,
sin un “qué ha pasado”, que es una pregunta de perdedores de bienes intangibles
que se reconocen ya como perdedores, como una muerte en la ignorancia que de
antemano produce una gran tristeza que debería impulsar, me refiero a los
miembros del Taller, a aclarar las cosas para que no llegara a producirse, pues
somos adultos y es mucho mejor reconocer que no tenemos ganas, de manera que
cada uno de sus miembros se alivie a su manera, pero sin rencor, en lugar de
hacernos los locos y desaparecer sin más cualquier día nublado del otoño.
Pues lo he leído entero, ¡que velocidad¡ me ha hecho sonreir. ¡Qué pasotas somos, hombre¡
ResponderEliminarUn abrazo
:D
ResponderEliminarA mí también. Y has logrado sacarme un poco de mi odio hipotático a la hipotaxis, generado a buen seguro por una mentalidad anglosajona.
besos enormes,
K
Gran sabio NaN, el que firma, osea yo mismo, que es proclive a este tipo de escritura ensortijada entre subordinadas sin orden ni concierto y copulativas castas(no de la cópula de su relato sino de la gramatical) agradece muy afectuosamente, el nombrajo que añade a mi intución literaria un plus de erudicción técnico nominal.
ResponderEliminarAbrazos
Que la palabra, amigo CHICO DLC, haya venido después de la escritura, es importante, pero no tanto como la escritura misma. Conocer la palabra es importante para la comunicación: "Me ha mordido en el bosque un animal parecido a un cerdo pero con mucho pelo y colmillos". "Un jabalí". "Eso, me ha mordido un jabalí". Más corta y eficaz la comunicación.
ResponderEliminarPero es endiabladamente difícil, con esta escritura, no poner adornos innecesarios, que no estén sopesados al milímetro. Es como los adjetivos: que matan. El maestro en esto, es Proust.
Agradecido de tu comentario.
Un abrazo
Por dios, al llevar mis comentarios a Word, para la cosa de las erratas, perdí los dos primeros. Decía, JONHANCOME, que me alegra mucho tu sonreír. Y que el tema, por una vez hasta tengo "tema" y todo, es exactamente ese: el pasotismo. Hemos perdido un porcentaje saludable de "compromiso", de que nuestros actos no estén dirigidos por las apetencias de ese momento.
ResponderEliminarUn abrazo para ti.
Y a ti, KIKA, creo que te decía que como, además de sonreír, he rebajado un poco tu odio a algo, también me contento. Esta mañana ha sido una alegría leer los tres comentarios; de verdad de la muy buena.
También creo que te decía que me parece bien la "mentalidad anglosajona", pero que en lecturas no debemos huir de nuestras raíces: todos los días leo un rato en inglés, francés e italiano. Así equilibro mis fuerzas y capacidad lectora.
Besos grandes y que sea pronto.
Querido NáN: Primera vez q me siento frente a una pantalla de ocio desde q volví a Londinium. Y te escribo a ti (dame sardinita). Pero dolida porque concluyo que la hipotaxis es, entonces, la manera culta de divagar... Podías habernos citado a nosotras en lugar de a ese Proust. Ah, y puedo sugerir a tu profe de taller como tema futuro la epistaxis.. bueno, casi cualquier palabra con x me gusta.
ResponderEliminarmuxu
di
PS: Yo no he sonreído,directamente me he reído mucho mucho. Eres genial.
Gracias, DI. Tengo que decirte que este Taller es autogestionario: no hay maestro y nos enseñamos unos a otros. En caso de trifulca con "golpisa", que dirían los latinoamericanos, la "epístaxis" podría ser un tema excelente. Lo puedo proponer, ya que somos todos para uno y uno para todos.
ResponderEliminarYa te contaré. Pero el tema siguiente es "El retorno". Creo que cualquier fontanero podría escribir un relato excelente del que todos aprenderíamos mucho.
Muxus Muxus.
Onanismo, si, creo que ese es su éxito, el termino medio entre el polvo y la nada, la masturbación puede ser la solución...
ResponderEliminarSalud
Tengo la impresión de transitar por un terreno algo íntimo y no lo digo por la comparación manifiesta, sino porque, y al leer los comentarios lo entiendo mejor, ese taller sin profe es tan particular como el patio de mi casa.
ResponderEliminarY no me cabe duda, aún sin conocer mucho, por eso me arriesgo, de que hay un lider que empuja como un "descosio" para que la desgana, apatía, etc. no agache los ánimos, porque como decía mi abuela "todo lo que sube, baja".
Con los tiempos que corren no se puede permitir perder la ilusión, ésta es como la líbido, cuando coge escalera abajo, no hay quien la pare.
Espero no pierdas mi comentario buscando las erratas, esas que, a veces, también dan vidilla al texto, que eres un perfeccionista, jeje...
Un abrazo.
La mano se va a la mar, GENÍN, cuando anuncia la tormenta. Tan natural como toser cuando pica la garganta: algo personal y sin épica. Pero al pobre Onán le han cargado con lo que no era. Obligado por la ley a casarse con la viuda de su hermano mayor, no quería tener hijos con ella, así que se retiraba en el último momento, por lo que ella lo denunció ante las autoridades religiosas competentes.
ResponderEliminarUn abrazo
Mira tú, andaluza ISABEL, que he visto tu mensaje cuando estaba en una guerra particular con las vecinas de arriba. Por la ventana abierta me atronaba la misa y, aprovechando que me he comprado unos altavoces de ordenador cojonudos, he contra-atacado con la Leyenda Del Tiempo de vuestro José Monje, o al camarum.
Él soñaba con el tiempo
flotando como un velero
flotando como un velero
Y se ha hecho el silencio en el patio. Ese tío era como el Cid, que gana batallas después de muerto.
Y sí que es particular, sí, pero nadie lidera, lo juro. Como mucho, alguien agita el árbol de vez en cuando para que caigan los frutos. Es tan particular que aunque haya miembros que se hayan ido separando (solo en dos casos por picarse), porque o le regalas el tiempo que el Taller necesita o te sientes mal, se ha creado una relación de amor tan grande que de vez en cuando, por una ocasión especial, como que alguno presenta un libro, o simplemente porque sí o por una fiesta de cumpleaños, nos volvemos a unir todos los que ese día pueden (10, 15 o incluso más). Cuando escuchas los relatos de alguien, de su propia voz, durante dos años, lo conoces como la madre que lo parió y lo quieres.
Es fácil, es gratis y es muy recomendable.
Ni me entero de las erratas en los mensajes (en un libro es otra cosa). Suelo meterlas a puñados en mis comentarios, porque la cabeza va más deprisa que los dedos.
Un gran abrazo
Sin leer nada todavía, ni texto ni comentarios:
ResponderEliminar¿Y yo por qué no me estoy enterando de los temas de los talleres, desde hace ya un par de meses?
Necesito enterarme, porque necesito el taller para escribir, y necesito (de nuevo) escribir.
HELP!!
pero chico, entra en nuestro blog!!! Si no tienes acceso (que debes tenerlo), escríbele a Juan. Pero yo te he leído comentarios en el blog.
EliminarEs verdad, es verdad...
EliminarSi es que estaba todavía con la cosa de los correos, y entre eso y mi desenchufe veraniego, me había quedado fuera de juego.
Gracias.
Me has hecho recordar las hipotaxis de Vargas Llosa y al final no me enterado muy bien si estamos hablando de las ganas de follar o de escribir ¿una inapetencia va unida a la otra?...
ResponderEliminarEn cualquier caso, lo leído todo, guiones incluídos, y me ha gustado. Es cierto eso de que el lápiz huele bien cuando se muerde. Voy a morder uno mientras lo leo otra vez.
;)
La falta de ganas lo destruye todo, hasta la Revolución, SUE. No es lo mismo "me apetece un helado" que "vosotros hacer lo que queráis, pero yo voy a caminar 2 kilómetros hasta la única heladería que sé que está abierta".
ResponderEliminarY así, con todo.
Besarracos
Escribir es follar y ser follado por amantes inasibles e improbables (los puntos, mentiras para darse impulso). Me ha parecido excelente este "coitus apenas interruptus".
ResponderEliminarUn abrazo de un tirón, Nan.
Gracias de seguido, amigo JOSEP. Porque sabes que en la mente todo se mezcla y combina.
ResponderEliminarUn abrazo