El
Sol brilla cada vez menos y ya no transmite calor. Empezó a suceder hace mucho,
tan poco a poco, y a intervalos tan irregulares, que nadie se pone de acuerdo en
cuándo comenzó todo. Algún día, diferente para cada persona, fuimos
comprendiendo que era algo perdido, estable. La energía fue haciéndose más cara
y porciones crecientes de la población ya no se la podían permitir para
calentar la casa. En poco tiempo, las reservas de gasolina solo se podían usar
para mantener una endeble industria. Gente que no se conocía tomó los edificios
de muros más anchos y comenzó a arracimarse en una sola habitación para dormir
todos juntos y aprovechar el calor desprendido de los cuerpos. Cuando salían a
trabajar, si a lo que hacían se le podía llamar trabajo, se ponían varias capas
de ropa. Solo iban a los bares-restaurante que estuvieran abarrotados, donde a
cambio del certificado del trabajo del día recibían sopa con verduras y tantos
destilados caseros como fueran capaces de beber. La gente se había convertido
en la principal fuente de calor.
Los
que cruzaban la Frontera Climática, donde el problema era el calor asfixiante,
no regresaban. Si lo hacían, era para contar que la situación en la zona de
calor era invivible. Aunque no era fácil pasar de la zona caliente a la fría, y
viceversa, ya que entre ellas había una estrecha franja que se libraba de las
condiciones extremas y sus ocupantes no permitían traspasarla. Toda la información
se transmitía de boca a oreja y se iba bifurcando en leyendas dispares.
Frank
soportaba bien el frío, la escasez, a cambio de la comunicación incesante.
Todos hablaban continuamente con todos y a él siempre le habían gustado las
historias, sin preocuparle la veracidad, pero lo que estaba percibiendo ahora le
inquietaba. Quizás, pensó, se debiera a la intensa comunicación entre las
personas; pero temía que fuera algo más siniestro, que por el hecho de dormir
tantas personas juntas, apiñadas, en una habitación, estuvieran enlazando los
sueños, soñándolos entre varios. Aquello le parecía una monstruosidad difícil
de creer. Pensaba que era lógico que en esa vida que llevaban, en la que él,
que había sido poeta y vivido de múltiples trabajos menores, ahora trabajaba
como campesino en invernaderos cerrados por varias capas de plástico y
calentados por generadores que funcionaban con las reservas de petróleo, su
mente tenía que haber cambiado; y con ella, la pauta de sus sueños.
En
buena lógica, lo que era de esperar eran sueños terribles potenciados por la
ingesta de destilados alcohólicos caseros. Sin embargo, la frecuencia de sueños
agradables y sueños horribles no se había alterado. Simplemente, tuvo la
sensación de que esos sueños no le correspondían, de que su materia procedía de
otras mentes con otras experiencias.
Lo
habló con Louise, una exingeniera con la que acabó compartiendo el colchón y
parte de su vida libre, aunque, como todos, follaba con ella en los servicios
del bar restaurante comunal, que no funcionaban para su propósito primero.
—Con
tu ayuda, puedo entender todos los fenómenos que nos rodean desde que el cambio
del vórtice polar se estabilizó. Pero esto se me escapa.
—Intenta
explicarlo mejor, concrétalo con el menor número de palabras posible. Olvida
tus rodeos y defínelo.
Frank
encendió un cigarrillo de hierba, dio un trago largo al destilado y guardó
silencio hasta consumir el cigarrillo:
—La
materia y las experiencias de los sueños no me pertenece.
—Hagamos
una cosa: me vas a ir contando con detalle todos los sueños, los que has tenido
y los que irás teniendo.
Cuando
empezó a contarle sus sueños, con todos los detalles que podía recordar, un
día, de pronto, Louise se inquietó, diciéndole que ese caballo en esa cerca
eran el caballo y la cerca que su familia tenía cuando era pequeña; después
apareció su dormitorio de la universidad; y una noche en el coche con su novio.
Louise, que no tenía ese control de sus sueños, le propuso que empezara a
contarlos en el dormitorio. De vez en cuando, alguien decía que esa casa de ese
sueño se parecía muchísimo a una en la que había vivido; que la descripción de
esa mujer mayor podría haber servido para su suegra. Fueron tantas las
coincidencias que dejó de contar públicamente sus sueños, aunque a los demás
les divertía y les producía una ansiedad deseable ir encontrando partes de su
propia vida en los sueños de un compañero de dormitorio. Todos terminaron
explicando que sus propios sueños contenían paisajes y personas que les eran
desconocidos. Pero otros los reconocían como propios.
Louise
y Frank hablaron de ello, de que por motivos de supervivencia se habían
organizado como un hormiguero o una colmena. El nuevo salto, que también
hubieran empezado a compartir los contenidos mentales de los otros, les resultó
repugnante. La pauta climática cambiaría en mil años, cuando se eliminaran de
la atmósfera las partículas de gases de efecto invernadero. Pero no querían
esperar esos mil años, ni siquiera mediante sus descendientes. Ni los miles de
años que pasarían antes de que la mente colectiva se fuera individualizando y
reapareciera la mujer y el hombre. Esa misma noche, llevando una ropa de abrigo
que les impidiera desfallecer a cientos de metros del área comunal, y con dos
botellas de alcohol cada uno, se alejaron por la nieve. Precisamente esa noche
había una ventisca de grado medio.
Si es que ya lo dice el refrán, "no hay mal que por bien no venga," estos aplicaron otro dicho "a follar que se acaba el mundo", no es una solución, pero para pasar un rato es genial, te da gustirrín y estás calentito y hasta se suda :)
ResponderEliminarMe ha gustado mucho :)
Salud y abrazo
Me ha FLIPADO.
ResponderEliminarEcos de Bradbury...pequeño NáN.
Desde luego tu texto, tan bien escrito, nos lleva a libros y pelis de los que se nos han quedado imágenes parecidas.
ResponderEliminarLa cercanía de la muerte siempre aviva los deseos.
Un abrazo.
En estos tiempos gélidos lo màs jodido de soportar es la despersonalización. El regocijo en reconocer el pasado en el suenho de otro es comparable a la salida del anonimato que brinda el minuto de gloria en televisión. Los fuertes vientos que azotan las caras de los vivos ululan: huid!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTus palabras suenan como una premonición en estos tiempos. Tiempos duros, en los que encontrar calor es cada día más difícil Y pensar que ni los sueños nos pertenecen, que hasta el más mínimo de nuestros pensamientos está cosificado y flotando entre la masa de los sueños de otras personas acojona.
ResponderEliminarQué miedo y qué buen relato.
Picaruelo GENÍN, tienes razón: no es una solución, pero sí un buen pasatiempo.
ResponderEliminarUn abrazo y salud.
Pues QUÉ BIEN, MOLINOS. Hasta los 25 años leí unos 150 libros de C-F. Hasta que en uno me planté, pensando que ya tenía suficiente. Los ecos y los modos, están dentro para cuando los necesito.
Besos
Cierto, ISABEL, no he inventado la rueda, pero la extrapolación de este género es ideal para expresar los miedos (creo que en este caso bien fundamentados científicamente). Si consigo que dos personas me presten atención y cada una de ellas transmite esto a dos personas más, la toma de conciencia será exponencial.
Si no pensara que “estamos a tiempo de detener esta deriva terrible”, me callaría.
Besos
Creo, TALIESIN, que te has metido en mi mente o en mis pesadillas: la despersonalización, que en el relato se produce en una escala profunda (la de los sueños) y en la vida real en la televisión nos arrastra a una falsa individualización. Como diría Molinos, somos ñus que no se dan cuenta de que pertenecen a una manada. Prefiero al ñu que tiene su personalidad, pero sabe que su destino está ligado al del grupo.
Y las respuestas son dos: lucha o huye. Cada uno elige.
Un abrazo
Pues sí, MARISA, acojona porque se lo ve venir. Pero, ¿cuándo el miedo nos ha detemido? Bueno, vale, algunas veces. ¡Pero no siempre!
Besos, amiga.
Nan.
ResponderEliminarEn el texto no aparece la disyuntiva: luchar o huir. La que aparece es entre colectivización o individuación. Huir es la decisión de la individuación y es lo más parecido a una lucha. La individuación de dentro de miles de anhos serà posible gracias a la huida. Lo comunal, desgraciadamente, aparece como una prisión. El dolor de los que nos sabemos nhus es que nos repugna la manada.
El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio.
ResponderEliminarToda la ciencia de los hombres: palabras.
Los pueblos, las bestias y las flores de los siete climas:
sombras.
El resultado de tu meditación perpetua: nada
Omar Khayyam
A mí también me ha gustado, aunque creo que no he visto películas que hagan referencia a esto, y no lo siento. Leer algo sin apenas referencias para mí me gusta, aunque cada vez es más difícil.
ResponderEliminarUn abrazo
Una distopía que angustia, sin duda, no solo por la escasez material sino por la pérdida de toda ilusión.
ResponderEliminarMe ha gustado, a pesar de la angustia.
Un beso.
¿Nos veremos el 22M?
Perdón por el retraso.
ResponderEliminarLo de la huida o la lucha, TALIESIN, lo saqué del final de tu comentario. Creo que en el texto más que de colectivización se habla de insectivización: no de una vida compartida, sino de una mente compartida. Pero se puede interpretar como tú y seguiría sin que se pudiera decir que es el pensamiento del autor.
Un abrazo y reitero las excusas.
No puedo estar más de acuerdo, QUIA SINT... y sin embargo, vivo como si eso no fuera cierto (porque posiblemente no lo sé hacer de otra manera).
Un abrazo
En el estilo y el modo de contar esa vida, JOSÉ LUIS, sí hay muchas referencias, pero en la finalización de la trama de este texto no recuerdo ninguna; tiene su puntito de original.
Un abrazo
SUE, no le digas a un autor que su texto te ha provocado angustia, porque se pone a bailar de alegría, ¡qué cabrones!
Lo del 22M, sípi. Mándame información
Besos
El pensamieto del autor poco importa, efectivamente. Un texto és mas de um lector que le da sentido que de um autor que no se lo da.
ResponderEliminarUm abrazo
Efectivamente, Taliesin. Creo que ya lo he dicho, porque es una de mis creencias: un texto es del autor mientras lo escribe, pero cuando se da a conocer por cualquier medio, es del lector, quien con su experiencia de la vida sabrá interpretarlo, para sí mismo, mucho mejor que el autor.
ResponderEliminarA tí no te leo, querido amigo, te mastico. Huida o lucha y sus alrededores que juegan a confundirse y a confundirnos; tal vez la única honestidad posible sea no perder de vista a ninguna "otredad"; mirar y saber ser lo mirado, eso más algo de ternura y un pellizco de ironía que nos permita un mínimo anclaje.
ResponderEliminarUn abrazo de montaña, Nán.
ResponderEliminarHola, NáN.
Obras atractivas.
Usted es el excelente artista.
Doy las gracias por su apoyo habitual y abundante.
Que tengas una buena semana.
Un abrazo.
Desde Japón, ruma ❃
Desde luego, Josep, que sin salpimentar la vida de ternira e ironía estamos perdidos. Supongo que tu mula estará feliz: ella sabe bien lo que es importante.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Ruma!, he visto tu blog y, dado mi apego por lo japonés, tus fotos me han maravillado. Transmiten una delicadeza de lo natural. Cuéntame como visitante habitual.
Un abrazo
Hola, chico.
ResponderEliminarPues ahora leo esto...
Y me ha gustado mucho, NáN, mucho. Y sí que recuerda a Crónicas marcianas, un poco, sí.
Un abrazo muy fuerte.
Hola Porto, cierto que estamos todos poco blogueros. Subo un post y lo dejo un mes: así te da tiempo a leerlo antes o después.
ResponderEliminarYa sabes que he vuelto al Bremen y estamos tratando de remontarlo. Y hasta ahí puedo leer.
Un fuerte abrazo