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miércoles, 12 de diciembre de 2012

T.L.M, Ya va siendo hora de ahogar a Aristóteles en el río de Heráclito

[Objetivo: planteamiento, nudo y desenlace]



Ya va siendo hora de ahogar a Aristóteles en el río de Heráclito

El pequeño de los Castaignon nació demasiado tarde. Inesperado, indeseado, intrascendente, pero con ganas de quedarse: nueve meses de aburrimiento y soledad en el líquido amniótico desarrollan recursos. Aprendió a patinar con las manos cruzadas a la espalda, inclinado elegantemente hacia el frente, por el lago helado de la cosa de la familia; se quebró la crisma emocional y física varias veces en el reducido entorno social, a ratos opresivo y a ratos expansivo, que se le abre a un niño de provincias; reconoció las ventajas de rehacerse como un niño modélico, atento, de sonrisa tímida ante todo poder adulto. Y comenzó a vivir con el mundo exterior una paz tan duradera, al menos, como la romana. A la espera de tiempos mejores.
—Este niño es tonto de capirote —comentó la abuela paterna, de extracción popular, desde su tumba.
—Pues a mí me parece un encanto —le contestó la abuela materna, de buena familia y, por tanto, más dada a mirar la vida con una perspectiva sacada de la lírica romántica. La diferente visibilidad vital que da el cocinar o tener cocinera.
Aunque en un nivel subfibroso el pequeño de los Castaignon captó esas conversaciones desde muy pronto, nunca se preguntó  cómo ni por qué se producía esa charla frecuente, esa radio Inter Cementerios; se acostumbró, con los años, a soportarla sin que le ensordeciera. Desde los más de 400 kilómetros físicos que las separaban, las consuegras charlaban. Cosas de mujeres, pensó el pequeño, echando como de costumbre balones fuera.
Tuvo libros a su alcance, así como muchos tebeos gracias al intercambio en el patio del colegio. Leía, callaba y esperaba.

Cuando se fue a estudiar a una ciudad grande, abrió los ojos, se desperezó y el mundo le pareció un parque de atracciones enorme que no te pedía ticket para participar en la diversión. La moneda de uso eran los deseos. Hurgó en los bolsillos y vio que tenía algunos; se dio cuenta de que cuantos más gastaba, más y mejor se reproducían. Rebosaba de deseos y se subía a todas las montañas rusas, trenes de la escoba, casas de los espejos. Compartió su mundo con ejércitos de deseantes, bebió mucho, comió mal, y eyaculó, eyaculó y eyaculó, ante, cabe, bajo, dentro, sobre, de propia mano, de mano ajena, de frente y de perfil. Tenía sorbido el sexo.
—Demonio de muchacho —comentó la abuela paterna.
Yes, indeed —contestó su comadre, a quien le gustaba recordar que había tomado el té de las cinco.
Para pertenecer al grupo de Los Deseantes las normas eran pocas: grita No a todo lo que te habían explicado que dijeras Sí; susurra sí a todo lo que te habían rogado que dijeras no; mantén un cuerpo joven razonablemente limpio. A una velocidad que casi nunca podían captar los ojos de párpados pesados de las viejas fuerzas del orden intemporal, intercambiaban piedras de cantos afilados, navajas, besos y libros.
Fue entonces cuando el pequeño Castaignon leyó muchos libros y como era de esperar escribió los suyos, con un efecto sorprendente: todo lo que escribía era hiriente para sus familiares y amigos. Aunque, dejada atrás la ira santa de la infancia y pudiendo comparar con otras familias, le pareció que la suya no había sido tan mala como creyó, sino más bien al contrario. O bien no se lo merecían, o bien carecía del imprescindible instinto asesino, por lo que dejó de escribir y se centró en los peligros de la vida. Una noche, por medio segundo consiguió apartar la cabeza del espacio que cruzaron dos balas.
—Casi nos lo matan, al pobre —comentó una de las abuelas, pero por el viento fuerte Castaignon no supo adivinar cuál de ellas.
—Pues con lo que le espera a partir de ahora, casi habría sido mejor —contestó la otra con ese tono de distanciamiento del asunto con el que hablan las mujeres cuando se están limando las uñas; acción que, dadas las circunstancias, era imposible.

La naturaleza sigue al arte y convierte la vida en un nudo errático. A pesar de las violencias exógenas y endógenas, los deseantes echaron las cuentas y la sensatez de los porcentajes les reveló una verdad: “Muchos son los llamados y pocos los muertos”. Contemplaron en la mengua de sus fuerzas vitales el anuncio claro de “Ya no sois jóvenes”. Se negaron a ser mordidos por el cocodrilo de Lacoste, pero no pudieron evitar ser ensartados por el gancho del Capital Garfio: Peter Punk había muerto. Les llovieron torrencialmente las dos máximas de la vida adulta: “Aburríos los unos a los otros”, “Engordad y multiplicaos”. Era ya demasiado tarde para ser joven.
El pequeño Castaignon se dispuso a cumplir y con su compañera se fue a uno de esos barrios-velatorio que hay en la periferia, para reproducirse. El tiempo, que allí era un chicle estirado y poco sabroso, daba de sí para mucha lectura tranquila. Solo le faltó fumar en pipa como un intelectual de la cómoda e inane retaguardia, aunque lo intentó y se miró al espejo usándola; pero no tiraba bien.
—Te doy en la razón en lo que dijiste el otro día, este niño es tonto —dijo la abuela materna refiriéndose a lo que veinte años antes había dicho su consuegra.
El pequeño de los Castaignon empezó a escribir mucho, metódicamente, pero desorganizado en sus objetivos. Es decir, sentía horror por la prescripción aristotélica y los que la siguieron tras la aparición de las vanguardias: «... dirigiéndose a una acción total y perfecta que tenga principio, medio y fin, para que, al modo de un viviente sin mengua ni sobra, deleite con su natural belleza, y no sea semejante a las historias ordinarias, donde necesariamente se da cuenta, no de un hecho, sino de un tiempo determinado, refiriéndose a él cuantas cosas entonces sucedieron a uno, o a muchos, sin otra conexión entre sí más de la que les deparó la fortuna». Lo que a él le gustaba eran las “obras ordinarias”, enloquecidas, llenas de puntos de intensidad; además, lo de Aristóteles le resultaba muy empalabrajado. Kandinski lo explicaba mucho mejor al hablar del punto y la línea. El pequeño de los Castaignon no había leído el libro, pero había meditado mucho sobre el título. La “línea” tiene un principio, un desarrollo y un final; es una ordenación humana del caos, que precisa de inteligencia en el autor, de un orden mental que le permita la previsión en lo que crea. El “punto”, en cambio, es un estallido, un desorden, una epifanía, una fulguración. La “línea” es de inteligentes; el “punto” es de colgados que no pueden contar una película porque en una escena que les gusta se quedan y la sueñan a su manera, por lo que cuando vuelven a la película han pasado varios minutos y ya no pueden saber lo que pasa.
Partidario de las fulguraciones, se dedicó en su periferia urbana a escribir textos ilegibles que le apasionaban recién terminados, pero de los que abominaba, y por ello rompía, al cabo de dos semanas. Aburrido, cuando ya apuntaba canas, dejó de escribir, entregándose con pasión a la lectura y la vida corriente.
—¿Cómo le va al niño? —preguntó el abuelo paterno.
—¡Vaya, José! ¿Y a ti, que llevas 40 años sin decir nada?
—Bueno, es que estoy muy entretenido, mirando el mar aquí en Mallorca.
Fue oír eso y el pequeño de los Castaignon supo, como un fulgor que irradiaba verdad, de quién procedía espiritualmente.

El pequeño de los Castaignon ha vuelto a vivir en el centro, con su familia, después de quince años en la periferia. Ahí la vida bulle. Los bares son hermosos y cálidos; y cierran a las tantas. Las personas son hermosas, hasta la vieja más decrépita. Ya no escucha las conversaciones de sus muertos. Quizá estos tienen una segunda vida y, por fin, se han muerto de verdad. Al caminar, nota que cada vez que pone un pie en el suelo le sube por él una corriente de energía. Que la vida podía volver a ser esto no había sido capaz de imaginarlo. Encuentra gente con la que escribir y compartir lo escrito. Finalmente, va a un curso en el que una maestra le enseña todos los trucos y modos de la escritura: las filfas en las que no se había querido fijar hasta el momento. Es divertido aprender a reflexionar sobre la escritura. Si se esforzara, hasta podría encontrar el modo de hacerlo para ahogar a Aristóteles y sus teorías para siempre. Hay autores que lo están consiguiendo y querría aprender de ellos: conocer todas las normas y practicar todos los modos de negarlas. Pero, como de costumbre, quizá sea ya demasiado tarde.

20 comentarios:

  1. ¡Pobre "Castañón"!
    ¿Como le irá en la vida?
    ¿Cual de las abuelas tendria razón?
    ¿Será verdad que es tonto?
    A lo mejor tiene oportunidad de despertar de la tontera... Ju nos...
    Tiene pinta de que lo va a captar el PP...jajaja
    Salud brother.

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  2. Ah, GENÍN, ¿quién puede saberlo? Los cuentos terminan siempre antes de tiempo. Parece que los príncipes que se enamoran y se casan vayan a seguir para siempre siendo tan jóvenes y guapos... pero nos tememos que no será así.

    Al pobre muchacho de este cuento, ya mayor, no le auguro nada bueno.

    Un abrazo

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  3. Nano, todo el rato me acordé de esta imagen (aunque no lleve las manos a la espalda... ahora sale un enlace del copón de largo):

    http://www.google.es/imgres?um=1&hl=es&sa=N&tbo=d&rlz=1C1SVEE_enES427ES427&biw=1680&bih=949&tbm=isch&tbnid=QnFa1yRjWgVnwM:&imgrefurl=http://lepisma.liblit.com/2009/03/23/francisco-casavella-lo-que-se-de-los-vampiros/&docid=AgwxhaoV9vxuYM&imgurl=http://farm4.static.flickr.com/3356/3304235790_de0e20fec8.jpg&w=330&h=500&ei=Pq7JUJn9KYzMtAbC9oDIBA&zoom=1&iact=hc&vpx=85&vpy=92&dur=282&hovh=276&hovw=182&tx=118&ty=109&sig=112319993608750115700&page=1&tbnh=152&tbnw=100&start=0&ndsp=56&ved=1t:429,r:1,s:0,i:86

    Creo, de verdad, que este relato hay frases de escribir en la pared (cada uno en su casa ¿eh?). Me gusta mucho que sea "partidario de las fulguraciones", je...

    Un abrazo de una colgada cualquiera que se queda boba soñando escenas a su manera. Un punto.

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  4. Creo que no furula en enlace, pero era la portada de Casavella de 'Lo que sé de los vampiros'. Eso.

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  5. Carina AROA, sí furula el enlace. Hay que copiarlo entero y pegarlo en el cuadro de direcciones de Internet.

    Cuando puse esa frase pensé en la imagen de un cuadro de uno de esos patinadores de hace 2 o 3 siglos.

    Otro que no puede ser nacionalista porque, sea de donde sea, siempre está en Babia.

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  6. O esos de Brueghel el Viejo, aduéñandose de los canales helados, ribeteados de molinos.
    ¡Cómo me gusta ese petit Castaignon! Es tan parecido al que se escondía detrás de las cortinas, seguramente también con las manos a la espalda, para escuchar lo que decían sus abuelas vivas...

    Un beso muy fuerte, Nano querido.

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  7. No llegué a conocerlas, salvo a la paterna. El primer recuerdo de mi vida es cuando me acercan a darle un beso a su cadáver... y monto un numerito histérico.

    Esos patinadores son deliciosos, ¿verdad?

    Besos Freia

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  8. http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=5tBnhe8ciCw

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  9. Pues yo creo que a Castaignon le sientan tan bien el punto como la línea. Es ese Morse que emplea el que me permite entenderlo tal bien...

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  10. QUIASINT, creo que hay que abandonar la fase de cabreado enloquecido y pasar a la de "romper napias".

    C.S., entre locos nos entendemos muy bien.

    Besos a ambos.

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  11. ¡Me ha gustado mucho¡

    Me guardo algunas frases para enmarcarlas en mi blog (¿me dejas?)
    Esta: El “punto”, en cambio, es un estallido, un desorden, una epifanía, una fulguración.

    Esta otra sin embargo te la critico: "La diferente visibilidad vital que da el cocinar o tener cocinera." ¡No puedo evitarlo¡ por esas dos razones que tú ya conoces. Seguro que el narrador quiere expresar la opinión de dos personas con un pensamiento "antiguo" pero como está escrita de forma impersonal, como un pensamiento al viento, una idea vital, podría haber cambiado lo de "tener cocinera" por "tener alguien que cocina". No soy radical, para nada, los odio.

    Esta también me ha gustado mucho, ¡es genial¡: "A una velocidad que casi nunca podían captar los ojos de párpados pesados de las viejas fuerzas del orden intemporal, intercambiaban piedras de cantos afilados, navajas, besos y libros." ¡Pura vida¡

    Abrazotes y besos


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  12. Gracias por tu complacencia, JONHANCOME.

    Por supuesto que puedes usar siempre lo que quieras, sin pedir permiso y sin citarme.

    La frase crítica no la puedo cambiar. Pongamos que la conversación se produjo a mediados del siglo XX y, en ese momento, la frase tenía una connotación clara.

    Besos

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  13. Esta vez no voy a leer los elogios. Gracias Paino. Súblime. Lloro porque soy feliz de leerte. ¡Qué gran regalo esa compañía tuya! Esa visión desdibujada de mi misma.
    Besote

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  14. "La naturaleza sigue al arte y convierte la vida en un nudo errático".

    Yo tambien lloré.

    Besos.

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  15. Vaya, SUE, me estáis convirtiendo en un escritor-cebolla. A lo mejor es porque antes de escribir he pasado mucho tiempo mirando con atención lo que me rodea.

    Besos para ti.

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  16. Leyéndote parece que lo que cuentas nos suceda -incluso pienso que nos sucede de veras-. Como en el juego de la rayuela, brincamos de una frase a otra con el ímpetu y la alegría del que se sabe en juego y precisión. Levísimas gestas que abarcan enormes proezas.

    Un pedazo de placer.

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  17. Y un pedazo de chute de adrenalina ha sido tu comentario, JOSEP. Un paso más allá de recordar al lector experiencias propias o deseadas, es que sienta que vive lo que lee. Las mejores lecturas se hacen de niños, cuando vivimos lo que leemos.

    Así que... pedazo de abrazo

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  18. De tarde nada, monada. (Me permitirás la confianza) La única que llega tarde a todas partes es una servidora; trataré de enmendarme como sea, pues no te mereces este maltrato que te doy. :-)
    Coincido tu aprecio por Kandinsky y aplaudo tu poética sobre el punto fulgurante, casi podría servir para el microrrelato, un género que siendo joven, a veces parece viejísimo... Por qué será.
    Y sobre todo celebro esa vida plena resumida en un par de hojas de ficción, tan vibrantes. Un beso grande, Nano. Te deseo una feliz escritura para este 2013 (como estás en buenas manos, no albergo dudas de que así será...)

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  19. Seamos pacientes con lo que escribimos, GEMMA, que vamos por caminos aceptables.

    Pues yo, mira, ni te he visitado todavía. Todo está tan loco que pospusimos la noche de Reyes, que celebraremos hoy, jueves 10 de enero.

    Muchos besos

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