Siempre ha recordado con nostalgia la felicidad que, con
unos 10 años, me produjeron dos libritos para niños o jóvenes que debieron ser
de mis hermanos mayores; o incluso ellos los habían heredado de alguien de más
edad todavía. Una versión para jovencitos de La Ilíada y de La Odisea.
Aunque no de gran tamaño, tenían unas tapas duras, como de imitación (supongo)
de piel; las hojas eran gruesas; la tipografía era clara, con la tinta fuerte;
en la portada, sobre un vaciado en la piel, estaba pegada una estampa a todo
color referente a la historia; en cuatro hojas en blanco del libro, habían
pegado otras tantas. No solo por las historias, que a cualquier enano de 10
años le enloquecían (recordemos que eran versiones para jovencitos, de las que
se habían eliminado enumeraciones y todo aquello que se alejara de la línea
argumental), sino por la forma en que se habían editado: incluso el pequeño
tamaño, para adaptarlo a manos pequeñas. Cada vez que volvía a coger uno de
esos dos libros, me sentía feliz.
Con la parte-objeto de los libros de esta Yacaré, he
recuperado esa sensación de felicidad. En ellos todo está pensado y hecho para
que el libro físico que tienes en las manos y miras con los ojos añada todas
las posibilidades a la narración que cuenta. Incluso, ahora, las estampas son
maravillosas ilustraciones que cubren todas las páginas, con el texto sobre el
mismo color base de la ilustración, repartiéndose el espacio. Lees, miras y
tocas. El tacto de estos libros está pensado y hecho, sin escatimar, para
potenciar la felicidad que transmiten.
Las narraciones pertenecen al siglo XIX, principios en el
caso de Le Fanu, último tercio en el de los otros tres, fallecidos estos a
finales del primer cuarto del XX. Pertenecen los autores a lo mejorcito de la
historia literaria europea de esa época. Anteriores a la revolución de Joyce,
Kafka y Proust. Cuando lo importante de las historias era la inventiva y saber
contarlas... porque en aquellas épocas era habitual que alguien de la familia
las leyera en voz alta a otros. La emoción de las historias narradas.
En este primer post sobre Yacaré he elegido los dos libros
que podrían soportar una lectura infantil, El
Desván, de Saki, ilustrado por Eduardo Ortiz y traducido maravillosamente
por Juan Gorostidi, y los dos relatos de Leopoldo Lugones, Yzur y La lluvia de fuego,
ilustrados por Carlos Cubeiro. Cada relato tiene su portada. Al terminar uno se
gira el libro hacia el frente y aparece el otro con su propia portada.
El Desván
Saki
La primera vez que leí a este autor, sobre todo los relatos
sobre niños, me sobresalté. Siempre había pensado que hasta los 10-11 años los
niños pertenecíamos a un grupo aparte, casi a una clase socio-cultural
distinta. Posiblemente mi infancia es lo que mejor recuerdo, la fase más
importante y auténtica de mi vida. Y era persistente la idea de que no tenía
nada que ver con mis padres, tíos y hermanos, incluso tampoco con mi hermana,
que me llevaba solo 5 años... aunque temo que era por que ella era una chica, y
nada más alejado que una niña de aquella época con respecto a los varoncitos de
esa edad, que vivíamos una historia heroica totalmente apartada, y conflictiva,
con respecto a los adultos: todos aquellos infelices que tenían más de 12 años.
Puedo contar que un verano, en
la casa que alquilábamos en verano, en la que con todos los familiares se iban
a celebrar las bodas de plata de mis padres, mi madre cometió un grave error: me
vistió con una horrorosa ropa “de bonito” y me dejó salir a pasear, “pero sin
jugar ni ensuciarte”. ¡Qué crueldad e ignominia! Merecedora de cualquier
contraataque. Me encontré con un amigo que se iba en coche con sus padres a una
casa que tenían en la montaña. ¿Te quieres venir? ¡Claro! Pues pide permiso a
tus padres, que volveremos hacia las 11 de la noche. Di un paseo y volví
diciendo que les parecía bien. Cuando volvimos a esa hora, me estaba buscando
hasta la Guardia Civil. No comento lo que pasó, pero mi espíritu decía que mi
acción había sido justa.
Esa guerra implacable, incluso
sabiendo que al final los rayos y truenos pueden caer sobre ti, la encontré,
¡por fin!, en la literatura. En los relatos de Saki, en los que no siempre las
historias terminan mal para el inteligente niño heroico, como sucede en este
relato.
Yzur y La lluvia de fuego
Leopoldo Lugones
No conocí a este autor, poeta,
narrador, ensayista, periodista y político argentino, hasta que en la
Universidad me apunté a dos cuatrimestres de literatura hispanoamericana y tuve
el gozo de leerlo.
Aquí Yacaré nos presenta dos
cuentos fantásticos (de fantasía) montados sobre ideas casi filosóficas, sin
que se note, que me han hecho feliz a mí y espero que os lo hagan a vosotros al
leerlos. Tenemos que leer más a los hispanoamericanos.