Yacaré libros:
lecturas felices, 1
Hoy me centro en este
delicioso, y siniestro, libro de Guy de Maupassant, con deliciosas y siniestras
ilustraciones de Yolanda Mosquera, una traducción impecable de María Luisa
Pierrugues y una introducción imprescindible de Juan Gorostidi, el editor.
En el primer tercio del siglo
XX, escritores como Joyce, Proust, Kafka, Faulkner y algunos otros levantaron
un muro difícilmente franqueable de la Literatura, que en el segundo medio
siglo los posmodernos americanos empujaron hacia adelante (no sabría decir cuál
es ese “adelante”, pero sí que es otra vuelta de tuerca, otra dirección). Nos
entregan un conocimiento del ser humano, alejándose de lo que hasta entonces se
había considerado la novela.
Pero no creo que haya ningún
furibundo seguidor de estos escritores, como es mi caso, que hubiera podido llegar
a ellos si antes no se hubiera atiborrado de los libros que cuentan “historias”...
y no solo antes, pues seguimos haciéndolo con placer. Esos libros anteriores
parece como si estuvieran escritos para ser leídos en voz alta, después de la
cena, para toda la familia. Bueno, imagino que Maupassant no, porque sus temas,
como bien explica el Editor en su introducción no me parecen aptos para los más
pequeños. Así que supongo que sería como un cine de doble sesión: primero lo
que estaba al alcance de los más pequeños y después los autores para los
mayores.
En mi casa pasaba lo mismo,
pero no con lectura de libros, sino con la narración de historias de la familia
y de los conocidos. Los primeros 30 minutos eran Aptos Para Todos los Públicos.
Después nos mandaban acostar a mi hermana y a mí y empezaban las historias más
jugosas: las sacadas de la Guerra y de los Deseos de algunos familiares y
conocidos.
Lo que pasa es que cuando me
acostaban en el dormitorio, que daba al salón, me levantaba inmediatamente,
tapado con una manta, y me sentaba pegando la oreja a la puerta, así que conocí
historias que podrían haber salido de escritores como nuestro Guy. Me convertí
así en el historiador secreto de la familia y me familiarice con “el mal”... al
menos con el mal que era posible contar en aquellos tiempos de auge del
Franquismo.
Supongo que ya estáis mayores
para sentaros, tapados con una manta, al otro lado de una puerta. Y aunque lo
hicierais, solo oiríais programas de TV. Menos mal que hay quienes, del modo
más bello posible, se preocupan de traeros estas historias. Como Yacaré Libros.
Maldito sea quien se salte la
introducción de Gorostidi.