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viernes, 6 de diciembre de 2013

¿Estamos jodidos?


Por qué necesitamos una eco-revolución

Naomi Klein, 21/11/2013, www.sinpermiso.info 
Reproducido en http://www.globalizate.org

En diciembre de 2012, un investigador de sistemas complejos con el pelo teñido de rosa, Brad Werner, se abrió camino entre una multitud de 24.000 geólogos y astrónomos en el Congreso de otoño de la Unión Geofísica Americana que se celebra cada año en San Francisco. Las conferencias de este año acogían participantes de renombre, desde Ed Stone, del proyecto Voyager de la NASA, que explicaba un nuevo hito en el camino hacia el espacio interestelar, hasta el director de cine James Cameron, que compartía con los asistentes sus aventuras en batiscafos de profundidad.
Sin embargo, fue la sesión del propio Werner la que levantó más controversia. Tenía por título "¿Está la tierra jodida?"(título completo: "¿Está la tierra jodida? Inutilidad dinámica de la gestión medioambiental y posibilidades de sostenibilidad a través del activismo de acción directa.").

De pie en la sala de conferencias, el geofísico de la Universidad de California en San Diego, mostró a la gente el avanzado modelo informático que estaba usando para responder a dicha pregunta. Habló de los límites del sistema, de perturbaciones, disipaciones, puntos de atracción, bifurcaciones y de un puñado de muchas otras cosas que son tan difíciles de comprender para quienes somos legos en la teoría de los sistemas complejos. No obstante, el tema de fondo estaba más que claro: el capitalismo global ha hecho que la merma de los recursos sea tan rápida, fácil y libre de barreras que, en respuesta, "los sistemas tierra-humanos" se están volviendo peligrosamente inestables. Cuando un periodista le presionó para que diera una respuesta clara sobre la pregunta "¿estamos jodidos?", Werner dejó a un lado su jerga para contestar: "más o menos".
Sin embargo, había una dinámica en el modelo que ofrecía alguna esperanza. Werner lo denominó "resistencia": movimientos de"gente o grupos de gente" que "adoptan un cierto tipo de dinámicas que no encajan con la cultura capitalista". Según el resumen de su comunicación, esto incluye "acción directa medioambiental y resistencia proveniente de más allá de la cultura dominante, como las protestas, bloqueos y sabotajes perpetrados por indígenas, trabajadores, anarquistas y otros grupos activistas.".

Las reuniones científicas serias, normalmente, no implican llamadas a la resistencia política en masa, mucho menos acciones directas y sabotajes. No es que Werner estuviera exactamente convocando estas acciones. Simplemente tomaba nota de que los levantamientos en masa de la gente (en la línea del movimiento abolicionista, de los derechos civiles o del "Ocupa Wall Street") representan la fuente más probable de "fricción" a la hora de ralentizar una máquina económica que está escapando a todo control. Sabemos que los movimientos sociales del pasado han tenido una "tremenda influencia en...cómo la cultura dominante ha evolucionado", señaló. Así que es lógico que "si pensamos en el futuro de la tierra, y en el futuro de nuestro acoplamiento al medio ambiente, tenemos que incluir la resistencia como parte de la dinámica.".Y eso –argumentó Werner-, no es una cuestión de opinión, sino un "verdadero problema de geofísica".

Muchos científicos se han visto forzados a salir a la calle por los resultados de sus descubrimientos. Físicos, astrónomos, doctores en medicina y biólogos se han situado al frente de movimientos contra las armas nucleares, la energía nuclear, la guerra, la contaminación química y el creacionismo. Así, en noviembre de 2012, la revista Nature publicó un comentario del financiero y filántropo medioambiental Jeremy Grantham, urgiendo a los científicos a unirse a esta tradición y a "ser arrestados si fuera necesario", porque el cambio climático"no es solo la crisis de vuestras vidas: es también la crisis de la existencia de nuestra especie.".

No hace falta convencer a algunos científicos. El padrino de la moderna ciencia climática, James Hansen, es un activista formidable que ha sido arrestado alrededor de media docena de veces por su lucha por el cierre de las minas de carbón en las cimas de las montañas y contra los gaseoductos de gas de esquisto (incluso este año dejó su trabajo en la NASA, en parte para tener más tiempo libre para sus campañas). Hace dos años, cuando fui arrestada en las inmediaciones de la Casa Blanca en una acción masiva contra el gaseoducto de gas de esquisto Keystone XL, una de las 166 personas que había sido esposada ese día era un glaciólogo llamado Jason Box, un experto sobre el derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia mundialmente reconocido.

"No podía seguir respetándome a mí mismo si no iba," dijo Box en aquel momento, añadiendo que "parece que, en este caso, no es suficiente con votar. También necesito ser un ciudadano".

Es admirable. Pero lo que Werner está haciendo con su modelo es diferente. Él no está diciendo que su investigación le llevara a tomar parte activa contra una política en particular; lo que está diciendo es que su investigación muestra que todo nuestro paradigma económico es un desafío a la estabilidad ecológica. Y, claro está, desafiar este paradigma económico con un movimiento de masas reactivo resulta la mejor baza humana para evitar la catástrofe.
Eso es muy fuerte. Pero no está solo. Werner forma parte de un pequeño pero cada vez más influyente grupo de científicos cuyas investigaciones en el campo de la desestabilización de los sistemas naturales (de los sistemas climáticos, en particular) les está llevando a conclusiones transformativas, incluso revolucionarias, similares. Y para cualquier revolucionario en el armario que alguna vez haya soñado con derrocar el actual orden económico a favor de algún otro que como mínimo no lleve a los pensionistas italianos a colgarse en sus casas, este trabajo debería serle de un especial interés. En gran medida, porque hace que cruzar el abismo entre este cruel sistema y otro nuevo (tal vez, con mucho trabajo, un sistema mejor) no sea ya una mera cuestión de preferencia ideológica, sino más bien de una exigencia para la existencia de nuestra especie en este mundo.

Al frente de este grupo de nuevos científicos revolucionarios se encuentra uno de los máximos expertos en cuestiones climáticas en Gran Bretaña, Kevin Anderson, director adjunto del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático, que en muy poco tiempo se ha situado como una de los centros de investigación sobre el clima más importantes en el Reino Unido. Dirigiéndose a todos, desde el Departamento para el Desarrollo Internacional hasta el Ayuntamiento de Manchester, Anderson se ha pasado más de una década popularizando pacientemente los resultados de la ciencia climática más moderna a políticos, economistas y activistas. En un lenguaje claro y comprensible, ha ofrecido una rigurosa hoja de ruta para la reducción de la emisión de gases contaminantes que persigue frenar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados centígrados, objetivo que la mayoría de los gobiernos consideran imprescindible para evitar la catástrofe.

Sin embargo, en los últimos años, los documentos y las diapositivas de Anderson se han ido haciendo más alarmantes. Con títulos como "El cambio climático: más allá de lo peligroso... Cifras brutales y esperanzas endebles", señala que las probabilidades de quedarse en algo parecido a unos niveles de temperatura seguros están disminuyendo rápidamente.
Junto con su colega, Alice Bows, experta en control climático en el Centro Tyndall, Anderson señala que hemos perdido tanto tiempo con políticas ambiguas y con tímidos programas climáticos (mientras las emisiones globales crecían sin control), que ahora tenemos que enfrentarnos a recortes tan drásticos que incluso llegan a desafiar la lógica fundamental de priorizar el crecimiento del PIB por encima de todo.
Anderson y Bows informan de que el tan a menudo citado objetivo de reducción a largo plazo (un recorte de más de un 80% de las emisiones de 1990 para el 2050) ha sido fijado por razones de conveniencia política y que no tiene "ninguna base científica". Esto es debido a que los impactos sobre el clima no provienen de lo que emitamos hoy o mañana, sino del cúmulo de emisiones que se han ido sumando en la atmósfera a lo largo del tiempo. Además, avisan de que centrarse en objetivos de aquí a tres décadas y media –en lugar de enfocarlos hacia lo que podemos hacer para recortar carbono de forma tajante e inmediata- supone un grave riesgo de seguir permitiendo que las emisiones aumenten vertiginosamente en los próximos años, y que de ese modo se superará con creces nuestro "objetivo de carbono" hasta los 2 grados centígrados, y, entrado el siglo, nos encontraremos ante una tesitura imposible de encarar.
Esta es la razón por la que Anderson y Bows argumentan que, si los gobiernos de los países desarrollados se muestran serios a la hora de alcanzar el acordado objetivo internacional de mantener el calentamiento por debajo de los 2 grados centígrados, y siempre que las reducciones vayan a respetar cualquier tipo de principio equitativo –básicamente, que los países que han estado arrojando carbono durante casi dos siglos necesitan recortar sus emisiones antes que los países en los que más de mil millones de personas todavía no tienen electricidad-, entonces, las reducciones deben ser mucho más profundas y tienen que llegar mucho antes.

Incluso disponiendo de una probabilidad de 50/50 de alcanzar el objetivo de los 2 grados (la cual, como ellos y muchos otros avisan, ya implica enfrentarse a una serie de impactos climáticos bastamente dañinos), los países industrializados necesitan empezar a recortar sus emisiones de gases de efecto invernadero alrededor de un 10 por ciento al año. Y deben empezar ya. No obstante, Anderson y Bows dan un paso más, al señalar que este objetivo no puede lograrse con modestas penalizaciones por emisión de carbono o con las soluciones ofrecidas por la tecnología ecológica, normalmente defendidas por las grandes "corporaciones verdes". Desde luego que estas medidas pueden ayudar, pero no son suficientes: una reducción del 10 por ciento en las emisiones, año tras año, resulta inaudita desde el momento en que empezamos a energizar nuestras economías con carbón. De hecho, los recortes por encima de un 1 por ciento al año "se han visto históricamente asociadas a recesiones económicas o a crisis políticas",tal y como indicó el economista Nicholas Stern en su informe de 2006 para el gobierno británico.

Ni siquiera con la desintegración de la Unión Soviética hubo reducciones de tal duración y profundidad (los países soviéticos experimentaron un promedio de reducciones anuales de apenas un 5 por ciento en un período de diez años). Tampoco ocurrieron tras el crack de Wall Street en 2008 (los países ricos experimentaron un descenso de un 7 por ciento de emisión entre 2008 y 2009, pero sus emisiones de CO2 remontaron fuertemente en 2010, y las emisiones en China y en la India han seguido creciendo). Solo después de la gran crisis de 1929, los Estados Unidos vieron, por ejemplo, como las emisiones descendían durante varios años consecutivos más de un 10 por ciento anual, según los datos históricos del Centro de Análisis e Información de Dióxido de Carbono. Pero esa fue la peor crisis económica de los tiempos modernos.

Si queremos evitar ese tipo de carnicerías a la hora de lograr nuestros objetivos con base científica en las emisiones, la reducción del carbono debe gestionarse con cuidado a través de lo que Anderson y Bows describen como "estrategias de decrecimiento radicales e inmediatas en EEUU, la UE y en otras naciones ricas". Lo que está muy bien, si no fuera por el hecho de que resulta que tenemos un sistema económico que fetichiza el crecimiento del PIB sobre todo lo demás, sin importar las consecuencias humanas o ecológicas, y en el que la clase política neoliberal hace tiempo que ha rechazado su responsabilidad de gestionar nada (ya que el mercado es el genio invisible a lo que todo debe ser confiado).

Así que lo que Anderson y Bows están realmente diciendo es que todavía queda tiempo para evitar un calentamiento catastrófico, pero no según las reglas del capitalismo tal y como hoy se plantean. Algo que tal vez sea el mejor argumento que jamás hayamos tenido para cambiar esas reglas.

En un ensayo de 2012 aparecido en la influyente revista científica Nature Climate Change, Anderson y Bows lanzaron un guante, acusando a muchos de sus colegas científicos de no ser transparentes a la hora de exponer los cambios que el cambio climático precisa de la humanidad. Vale la pena citarles por extenso: "...a la hora de desarrollar los marcos de emisión de gases, los científicos constantemente subestiman las implicaciones de sus análisis. Cuando se trata de la cuestión de evitar el aumento de los 2 grados centígrados, se traduce "imposible" por "difícil, pero se puede hacer"; "urgente y radical", por"desafío": todo para apaciguar al dios de la economía –o, más concretamente, al de las finanzas-. Por ejemplo, para evitar salirse del porcentaje máximo de reducción de emisiones dictado por los economistas, se asumen los anteriores niveles máximos "de forma imposible", junto con ingenuas nociones de "alta"ingeniería y con las tasas de utilización de infraestructuras bajas en carbón. Y lo más inquietante es que cuanto más menguan los presupuestos sobre emisiones, más se propone la geoingeniería para asegurar que el dictado de los economistas permanezca incuestionable".

En otras palabras, para aparecer razonable en los círculos económicos neoliberales, los científicos han estado haciendo la vista gorda de manera escandalosa con las consecuencias derivadas de sus investigaciones. Hacia agosto de 2013, Anderson estaba dispuesto a ser incluso más tajante, al escribir que habíamos perdido la oportunidad de cambios graduales. "Tal vez, durante la Cumbre sobre la Tierra de 1992, o incluso en el cambio de milenio, el nivel de los 2 grados centígrados podrían haberse logrado a través de significativos cambios evolutivos en el marco de la hegemonía política y económica existentes. Pero el cambio climático es un asunto acumulativo. Ahora, en 2013, desde nuestras naciones altamente emisoras (post-) industriales nos enfrentamos a un panorama muy diferente. Nuestro constante y colectivo despilfarro de carbono ha desperdiciado toda oportunidad de un "cambio evolutivo" realista para alcanzar nuestro anterior (y más amplio) objetivo los 2 grados. Hoy, después de dos décadas de promesas y mentiras, lo que queda del objetivo de los 2 grados exige un cambio revolucionario de la hegemonía política y económica"(la negrita es suya).

Probablemente no debería sorprendernos que algunos climatólogos estén un poco asustados por las consecuencias radicales de sus propias investigaciones. La mayoría de ellos solo estaban haciendo tranquilamente su trabajo, midiendo núcleos de hielo, elaborando sus modelos de climatología global y estudiando la acidificación de los océanos, hasta llegar a descubrir, tal y como dijo el experto climatólogo australiano Clive Hamilton, que "estaban, sin quererlo, desestabilizando el orden social y político".

Sin embargo hay mucha gente bien informada de la naturaleza revolucionaria de la climatología. Es la razón por la que algunos gobiernos que han decidido tirar a la basura sus compromisos con el clima para seguir produciendo más carbón han tenido que encontrar maneras todavía más bestias para acallar e intimidar a sus propios científicos. En Gran Bretaña, esta estrategia se está haciendo más patente en el caso de Ian Boyd, el principal consejero científico del Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales, al escribir hace poco que los científicos deberían evitar "sugerir que políticas son buenas o malas" y que deberían expresar sus puntos de vista "colaborando con asesores oficiales (como yo mismo), y siendo la voz de la razón, más que de la disidente, en el ámbito público".
Para saber a dónde conduce esto, solo hace falta mirar lo que ocurre en Canadá, donde vivo. El gobierno conservador de Stephen Harper ha hecho un trabajo tan eficaz a la hora de amordazar científicos y cerrar proyectos de investigación críticos que, en julio de 2012, un par de miles de científicos y simpatizantes celebraron un funeral bufo ante el Parlamento en Ottawa, quejándose de "la muerte de la evidencia". Sus carteles decían: "no hay ciencia, no hay evidencia, no hay verdad.".

Pero la verdad siempre reluce. El hecho de que el negocio-habitual-de-búsqueda-de beneficios y crecimiento este desestabilizando la vida en la tierra ya no es algo que tengamos que leer en las revistas científicas. Los primeros síntomas se están desplegando ante nuestros ojos. Y el número de personas que están reaccionando también crece a medida que sucede: bloqueando las explotaciones de gas de esquisto en Balcombe, interfiriendo en las perforaciones en el Ártico en aguas rusas (a un tremendo coste personal); llevando a juicio a las compañias de energías bituminosas por violar la soberanía indígena, entre otros muchos incontables actos de resistencia, grandes y pequeños. En el modelo informático de Brad Werner, esta es la"fricción" que se necesita para frenar las fuerzas de desestabilización. El gran activista del clima Bill McKibben lo llama los "anticuerpos" que se producen para luchar contra la "fiebre alta" del planeta.

No es una revolución, pero es un comienzo. Y puede que nos consiga el tiempo suficiente para imaginar una manera de vivir en este planeta que sea claramente menos jodida.

Naomi Klein es autora de La doctrina del shock y No Logo, está trabajando en un libro y una película sobre el poder revolucionario del cambio climático.

Traducción para www.sinpermiso.info: Betsabé García Álvarez



22 comentarios:

  1. He pasado, tendré que volver a leerlo para enterarme de mucho...la climatología es una cosa etérea para mi, y lo es precisamente porque al haber hecho algún programilla algo complejo, sé que es verdaderamente difícil hacer un modelo predictivo.
    Pero me despierta simpatía esta implicación de los climatólogos. Vamos que la gente de la parte física-geológica de la ecología se movilice me parece maravilloso.

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  2. Parece que está claro que la especie humana se comporta como un virus destructivo para el planeta. Si, como dice el artículo, la esperanza está en la resistencia, se hace necesario que esta resistencia sea masiva. El problema está en convencer a la gente de que abandone su egoísmo de la "lucha por mí" y que se vuelque en esa cosa que todos en la infancia comprendíamos tan bien: "por mí y por todos mis compañeros". Pero parece que no estamos maduros para este tipo de revolución. Me parece que de momento la lucha contra el capitalismo y los sistemas neoliberales se vuelve secundaria hasta que no pongamos en marcha lo que más urge: una revolución contra el miedo que les tenemos.

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  3. Queridas IRE y C.S.: me admira (y os lo agradezco) la velocidad con la que os habéis leído este texto y habéis opinado. El estilo de Naomí Klein es muy denso, para tocar varios temas en un espacio reducido, por lo que hay frases que con 20 palabras dicen muchísimo; y son seguidas por otras frases semejantes. Reconozco que he leído 5 veces el artículo para asegurarme de su importancia.

    Esta gente trabaja con sistemas complejísimos y herramientas muy potentes; aún así, los resultados obtenidos son dispares (aunque siempre dentro de la tragedia). Y la explicación que dan, poco comprensible para los legos en la materia. Pero no son incomprensibles las consecuencias a las que llegan.

    En cuanto a la dificultad de que esa nueva Resistencia surja y avance, soy muy pesimista. Pero, como siempre en estos casos, hago lo que debo hacer y no me pregunto más.

    Las extremosidades meteorológicas (que fueron predichas como el inicio visible de la debacle) ya las estamos viendo. Quizá el dolor de los otros sirva de ayuda.

    Besos

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  4. Denso el tema, pero en cortito te diré mi opinión, que no solamente hay que hacer una ecorevolución, hay que hacer una verdadera REVOLUCIÓN así con mayúsculas, empezar de cero mirando para el bién de TODOS los humanos y el PLANETA, eliminar a estos chupocteros que se benefician de este sistema no sostenible y que solo les beneficia a ellos, pero los que vengan detrás, aunque sean suyos, no se van a comer ni un rosco.
    Y si, estamos bien jodidos.
    Salud

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  5. Ay, GENÍN, la Revolución es imposible, Todo el mundo está cagado de miedo de perder lo poco que tiene. Te bajan el sueldo de 1.000 euros a 640 y otros te dirán que eres "afortunado".

    La necesidad de acabar con este tardocapitalismo voraz, en cambio, se afianza con la lucha por la supervivencia de nuestra especie en este planeta. Sobre todo para los que tenemos descendientes, debe convertirse en algo capital. Porque serán ellos los que desaparecerán cuando se produzca el desastre. Y esa ecorevolución no tiene otro medio que el de acabar con todos esos codiciosos de la parte alta. Que no les sea rentable.

    El día que nos demos cuenta de que estamos condenando a nuestros descendientes a un enorme sufrimiento, y posiblemente a su desaparición en accidentes meteorológicos, o por el hambre y sed, quizá se nos quite el miedo.

    Un abrazote.

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  6. Ay, Nán, qué maravilla de texto que nos traes. Y que utópico. Me explico (espero ser breve).

    La política actual es cortoplacista y el reto al que nos enfrentamos es medio/largoplacista. No se trata de reducir un 10% anual las emisiones de CO2 (que también), se trata de un cambio de modelo social, político, económico, etc.

    Para empezar y antes de meternos en revoluciones, aunque las estimo ya necesarias, tenemos que cambiar nuestra manera de vivir, nosotros mismos, desde nuestras casas. No podemos esperar que los poderosos hagan nada porque no lo van a hacer, no les interesa, no va con ellos. Dentro de cincuenta años la mayoría de nuestros dirigentes estarán muertos y creo (estoy segura a tenor de los hechos) que les importa muy poco los que vengan detrás. Es así de triste.

    El primer mundo no se quiere bajar del carro y los países emergentes quieren subirse. Además el primer mundo no quiere asumir el coste del efecto invernadero él solito y los países emergentes y tercer mundo no quieren pagar los platos rotos de nuestros doscientos años de industrialización desmedida... Las cumbres del clima solo sirven para degustar platitos nouvelle cousine y salir en las fotos de prensa.

    Se me va la tecla con este tema, sería capaz de escribir un artículo tan largo como el de Klein en tus comentarios. ;-)

    Empecemos nosotros cerrando los grifos, apagando luces, utilizando los pies, las bicis y el transporte público para movernos, bajando los grados de calefacciones y aires acondicionados, reciclando, reusando el agua de la ducha mientras se calienta y sobre todo consumiendo menos (ser pobre de necesidad me ha hecho comprender con mayor claridad la cantidad de cosas que creemos imprescindibles y que no lo son) y mejor (¿qué hay del colmado que hay debajo de nuestra casa? A lo mejor es un poco más caro, pero primero estamos favoreciendo el comercio local, y segundo no quemamos combustibles fósiles desplazándonos a grandes superficies).

    Supongo que cuando las masas, osease nosotros, empecemos a cambiar y el modelo comience a derrumbarse (¡tenemos ahora una oportunidad de oro para el cambio con esta crisis que nos ha venido!) los políticos tendrán que tomarse las cosas de otra manera. En nuestro mundo las leyes van por detrás de la realidad social (por suerte, no vaya a ser esto como Minority Report, y por desgracia).

    Ya lo dejo. Perdona por la extensión, Nán.

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  7. La revolución ya empezó hace tiempo, pero se está gestando poco a poco, tan poco a poco que parece que no se mueve, pero sí, algo se mueve y de eso nos damos cuenta unos cuantos. Muchos cuantos.
    Estoy de acuerdo con Calamidad, el cambio tiene que surgir de cada uno, no de los dirigentes, hay que empezar a usar una palabra para que se acepte como válida en la RAE ¿no? pues aquí lo mismo. Hay que empezar a cambiar pequeños hábitos para que todo cambie. Hay que ser austeros que es muy bonito. Yo ya lo voy intentando desde hace tiempo.

    Fdo: la austera amargá.

    :)

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  8. Desgraciadamente, CALAMIDAD, tienes razón en el planteamiento de las dificultades. Lamentablemente, el tiempo se acaba. El otro día leí uno de los “Escritos corsarios” de Pasolini, en el que hablaba de la desaparición de las luciérnagas por el embate de la primera oleada fuerte de industrialización, y pensé que era verdad y no me había dado cuenta. En las noches de verano, cuando yo era niño, los gusanos de luz iluminaban el campo. Pero han desaparecido. No me había dado cuenta de eso, pero ya no existen. Es una más de los millones de cosas pequeñitas que suceden sin que nos demos cuenta. Ahora sabemos por los Medios que ha desaparecido el 40% de las abejas, y que el ritmo de desaparición es galopante. No tomaremos miel, podemos pensar, pero enseguida viene la idea amarga y real: ¿quién polinizará las plantas?

    Es decir, no nos damos cuenta, pero se agota el tiempo de reaccionar. Estamos sufriendo ya, sin darnos cuenta (salvo en el aumento del número y la potencia de los desastres “naturales”) esa subida media y casi constante de la temperatura, a lo que hay que sumar la contaminación (Europa ha reconocido que un 7% de las muertes se producen antes de tiempo impulsadas por la contaminación.

    Y desde aquí os respondo a ti y a SUE: No hay tiempo. La ética personal de la austeridad es necesaria, pero los que la practicamos somos una gota en el océano. El Sistema económico impone el consumo (reduciendo al mismo tiempo la cantidad de posibles consumidores). De ahí que la Klein, repitiendo palabras de científicos de élite, nos diga que ha llegado el momento de la revolución por algo que no puede esperar. Los esclavos pueden esperar siglos a que se produzca su liberación, pero la Tierra no espera. El objetivo de esta “revolución” sería terminar con este Sistema aunque solo sea porque el Planeta que nos sustenta no va a esperar.

    No tengo el menos optimismo en el sentido de que ese mensaje vaya a calar. Sé que la gente quiere seguir consumiendo y que los que ahora no lo pueden hacer por la pérdida de los derechos sociales y económicos, lo único que esperan es otra “burbuja” que les dé acceso a consumir durante unos años.

    Pero nunca he necesitado ser optimista para hacer lo que creo que debo hacer.

    Besos, amargos, a las dos

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  9. La resistencia parece que produce un tipo de resiliencia. Pero no se preocupen: al final nos invadirán los chinos, cuando su gobierno cambie desde el actual pseudocomunismo a un imperialismo de facto (emperador mediante). Y nosotros nos dejaremos invadir, como cuando acá nuestros antepasados dejaron entrar a los musulmanes a paso de trote equino (tardaron en invadir lo que se tarda en pasear). ¿Por qué se dejaron invadir tan fácilmente los ibéricos de entonces? Porque cuando se comparaba a los godos (que estaban todo el día a la gresca, el que más mandaba era el que tenía la espada más gorda y más gente a caballo, el señor feudal te violaba a la mujer en la noche de bodas y le tenías que dar hasta las gracias...) con los árabes que llegaban, estos parecían angelillos al lado de aquellos. Pase Usted, señor del turbante. Está Usted en su casa (y así se salvó la península ibérica de una edad media chunguísima).

    Quién sabe. Lo mismo el Emperador estará aconsejado por científicos medioambeintalistas. Y yo lo mismo también me dejo invadir, y todo. Pero tampoco hay que preocuparse por esto: la dinastia caerá tras tres generaciones. Y no estaremos aquí, pero se va a generar otra edad oscura del mismísimo carajo, entonces...

    (Así habló Zaratustra, y dijo cosas un montón de raras).

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    1. ¿Te refieres al tardocapitalismo protocomunista?

      Pues no sé si será mejor que dejemos las cosas como están y nos vayamos muriendo de tristeza de a pocos.

      Un abrazo

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  10. Yo, que soy más de pueblo que una amapola, tenía todos los años alrededor de octubre un botecito con jalea pura (amarguísima) que me regalaba mi primo, un apicultor de vocación. Con la miel pasaba lo mismo. El pobre hace ya unos tres años que se quedó sin colmenas. :-( No os podéis llegar a imaginar la catástrofe de las abejas, en serio.

    Lo de las luciérnagas no lo sabía y me entristece. Desde que murió mi padre no he vuelto a "cazarlas" en las calurosas noches de verano, pero me gustaría que cuando mi sobri sea algo más mayor ir con él a hacer lo mismo. ¿Podré? Rezo porque así sea.

    Micro: amén. Ojalá ese emperador sea un militante de Greenpeace, por ejemplo.

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    1. No, no podrás. Lo que se pierde es para siempre o casi siempre. Los pesticidas hacen su trabajo:

      "A mediados de 1950 los esquimales no sabían qué era padecer cáncer. En los sesenta se encontraron trazas de plaguicidas en su organismo y empezaron a aparecer los primeros casos de esta enfermedad".

      A los insectos y plantas no se les hacen pruebas, así que caen en masa.

      Aquí encontrarás mucha información. Para mí ha llegado el momento de tomarme la cuestión muy en serio. Siento lo de tu primo; por él y por todos los que compraban su miel.

      http://www.api-guia.com.ar/primavera%20silenciosa/primavera_silenciosa.htm

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  11. En efecto, NáN, somos una gota en el océano y yo tampoco soy optimista en este sentido.
    Joder.

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    1. Pues nos toca convertirnos en olas gigantescas, SUE. Sirva o no sirve.

      Besos

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  12. Si no fuera porque es tremendo, te diría que magnífico, NáN.

    Un abrazo.

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    1. Creo que estamos a tiempo de convertir los tremendo en magnífico. Ojalá nos demos cuenta una mayoría o una minoría luchadora suficiente.

      Un abrazo

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  13. Hola a todos, llego tarde, pero llego. Creo q estamos todos en la misma línea: como decía aquella famosa cita "educacition education education". De momento somos cuatro, pero hemos de seguir. Ahora en mi barrio en Londinium tenemos tres basuras: reciclaje,orgánica e inclasificables. La orgánica la han puesto hace poco y es un asquito, pero lo hacemos. Lo del reciclaje lo hacemos con ilusión, pese a q la bolsa ocupa la mitad del piso. Y luego está lo de No-me-de-bolsa, no-imprima, no-compre-si-no-es-necesario. Todo esto unos cuantos lo hacemos. Pero luego vas al ECI y ves a toda esa gente q no, ni tiene intencion, pq salen con paquetes enormes q caragn en su 4x4. Lo cual no nos desincentiva para seguir en nuestro mundo austero, muy felices porque lo q nos da la ídem no se esté comiendo el planeta (y el futuro de los q vienen detrás), hemos de seguir. Pero lo q tendría q pasar, (hoy es ya un mundo utópico),es q los dirigentes se sentaran en una mesa tras haber sido asesorados por científicos y dijeran, a partir de hoy esto se hace así. Top-down. Esto no va a ocurrir pq ya no mandan los dirigentes sino las corporations, q son sicópatas como se sabe, y miopes.

    Me vienen imágenes de "The road", por ejemplo. Y me vienen,si sobreviviéramos, gente del futuro viendo a la humanidad del día de hoy como enloquecida, haciendo oídos sordos a los q avisan de lo q vendrá.

    Grcias NaN por compartirlo

    muxus

    di

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    1. Ahora somos cuatro gatos. Y lo más importante no es reciclar, sino reducir el consumo... con lo que nos enfrentamos así a ese "crecimiento" que dicen que es necesario. Pero solo lo es para el bienestar de los tardocapitalistas, no para los habitantes del planeta.

      Vienen tiempos duros y debemos ser puros y duros.

      Besos, DI

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  14. ¿ Más de un mes sin escribir?
    Raro, raro

    Abrazos

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    1. No tan raro, AQUÍ. Las fiestas navideñas me dan un montón de líos y me dejan exhausto. Casi ni entro en Internet.

      Iré volviendo en mí poquet a poquet.

      Un gran abrazo, Y felicidades por tu trabajo actoral en la cabalgata.

      Besos

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  15. Nunca mejor dicho, NáN.
    Un buen trabajo actoral en un pueblo muy pequeño.
    El otro día decía un bloguero que es una barbaridad mentir a un niño de esa manera.
    Puede que sí, puede que no.
    Vivir lo que viví ha merecido la pena, de todas, todas
    Un abrazo

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