“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.

NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein

“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”

Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16




martes, 14 de mayo de 2013

El clon pequeño de Louis Armstrong ya tiene una sonrisa dental del 70%, pero la mirada le traiciona con un 80% de tristeza



A Ana yo la Mato

Escribí sobre Samuel varios posts atrás, pero había dejado de verlo. Lo encontré la otra tarde junto a una boca de metro, repartiendo propaganda. Iba vestido con ropa más alegre, recogida en no sé qué reparto. La chaquetilla de colores, deportiva, era un poco macarra, pero estaba contento. Nos dimos un abrazo y me contó que a su hermana la operaron y no perderá el ojo; estará unos meses con el ojo tapado y cada dos semanas irá de la aldea al hospital a que le hagan curas. En pocos meses, tendrá los dos ojos en perfectas condiciones.
Me contó también que no lo había visto porque la migraña le había golpeado fuerte y salía lo necesario para tener unos cuantos euros para comer, pero que el dueño de una ferretería cercana, que sufre de lo mismo que él, cada vez que compra la cara medicina reparte con él las pastillas, y ahora está ya fuerte, “vende” la Farola y reparte propaganda. Que los médicos de la Seguridad Social han hecho lo que han podido por él, recibiéndole sin que tenga derecho a ello, pero está bien diagnosticado aunque no puedan darle las pastillas (esos médicos reciben decenas de casos al día, de tapadillo, y lógicamente no se pueden hacer cargo de tantas medicinas).

A Dámaso lo encontré bastante mal, en un día que no hacía frío, tapado con un gorro de lana y pústulas en la cara. Me dijo que le habían diagnosticado varicela, que en las personas mayores es muy doloroso, le dieron las recetas y se las pudo comprar porque la gente le daba más dinero. Ya está mucho mejor. Pero dejar por la calle y sin medicación a un enfermo contagioso no hace que confiemos demasiado en nuestras autoridades sanitarias.

Amsur, que no debe tener 35 años, está encaneciendo, pero se le ve sonriente, amable. Sigue vendiendo pañuelos de papel. Le doy una moneda pero no quiero el  paquete de pañuelos. Si me lo encuentro a partir de cierta hora, no quiere la moneda, porque “ha cerrado el negocio”. Ya solo busca cartones para dormir. Charlamos un rato y entonces le digo que “precisamente” necesitaba pañuelos y, como soy un buen cliente, abre la bolsa de plástico, me da un paquete y acepta la moneda.


Si habláramos más con estos africanos, nos daríamos cuenta de que hay en ellos una cultura de la delicadeza muy superior a la nuestra. Que tienen muchas cosas que enseñarnos.


16 comentarios:

  1. Justo acabo de terminar "La tierra sin alma" y llego a leer esta entrada...es sobre África y justo enlaza con tu última frase " cultura de la delicadeza"

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  2. Tienes razón, Molinos. Hay conductas que deberíamos esperar de los más ricos y más cultos, pero que sin embargo encontramos en los que supuestamente ocupan los cimientos ocultos de la base de la pirámide social.

    Aprovecho, porque viene al caso, para recomendar a todos que veáis la película documental Searching for Sugar Man.

    Un beso

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  3. Nán, la peli la he visto. Genial. Yo también la recomiendo.

    En cuanto al post, título bonito, solo puedo decir que me ha llegado al alma como pocos (suena cursi, pero no sé expresarlo de otra forma).

    Un abrazo.

    (que bueno fue ver-nos por fin en una mani, ya era tiempo!)

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  4. Tengo yo un conocido de esos que ahora dicen subsajarianos. No sé quién enderezó este mundo y lo puso de cabeza a esa cosa que llaman Norte; las brújulas no me han enseñado nunca un camino más cierto que otro. Abdellatif se llama. Yo le llamo Fersi; que nadie me pregunte por qué: a él no le molesta, y yo soy un vago para los nombres largos.
    Nos vemos los jueves; algún viernes, si viene mal terciada la ocasión. No sabe palabra de español. Yo, por mi parte, ignoró la lengua que reza.
    Los jueves —digo— nos juntamos. El lugar no es relevante: uno de esos bares de más Ducados que Winston y más Mahou que Heineken; muy de faria y carajillo-Veterano entre semana y DYC con Fanta Naranja los domingos. Algún raído mono azul nos presta a diario despreocupada compañía.
    Fersi toma café, montañas de café, y habla por los codos. Yo, por mi parte, estoy apegado a un blanco Requena que no lo hay más bondadoso que uno que tomé en Cariñena cuando el bautizo de mi sobrino, no sé los años. Lo mío es hablar hasta desecarme las meninges. De cómo nos conocimos no tiene importancia. Yo mismo lo he olvidado, con todo propósito.
    Tomamos asiento y charlamos. Fersi agarra la taza humeante y me empieza a contar. Yo escucho. No sé qué dice, y sin embargo entiendo. Me habla de una llanura caliente y lejana; de padre a la puerta de casa, con árbol y sol; de madre a por agua; de hermano sin pierna, de animal peligroso; de diente devorador. Piedra, ruido y tormenta. Un primer vestido. De un murmullo que amedrenta la noche larga y espesa. Y, también, de un desalmado que ayer regateaba con rabia el miserable precio de una de sus baratas alfombras de colores.
    Lo comprendo todo. En los decires contentos, sus manos se abren, suben y vuelan alegres a la altura de la barbilla, como las de mi tía Nieves cuando cribaba centeno en el tiempo de mies recogida. Me acude la música. Hay sinfonía. Cuando argumenta, vuelve las palmas de sus manos hacia el cielo y sus largos dedos hurgan removedores el vacío. Me llega entonces mi hermana amasando panes sobre el suave tablero del horno del pueblo (mis recuerdos de infancia se limitan a mujeres y cereales). Si por el contrario se enfada, golpea la mesa con fuerza. El enojo llega entonces vibrante a mi brazo, apenas apoyado en el fino canto de melamina malquemado por los cigarros de tantas partidas. El blanco Requena tiembla en el vaso y el dorado ondular lee contra el cristal la intensidad del enfado, como un sismógrafo de almas. Si veo que acaba, apuro el trago y pido más vino y café. Es mi turno.
    Le hablo yo entonces de lo que me agobia, de las cosas que entiendo o creo entender, de las que me asombran y de las que me angustian: de la visita al médico, del puto trabajo... algo de fútbol entre medias para que los hombres azules sigan de espaldas y pidan más café y Veterano. Le cuento lo que me crecen los chicos, de lo apurado del sueldo y de la maldita suerte que me tuvo que traer al mundo en un año de tan poco arreglo. Todas esas cosas de por aquí. Fersi me mira y atiende en silencio. Otro Requena mientras me voy vaciando. En el parloteo, me hago música. Yo sé que sueno. Fersi es mi público.
    Sé que me entiende, aunque no sepa de qué le estoy hablando. En mis énfasis, enarca las cejas y abre su frente a dos arcoiris luminosos. A veces sonríe; otras lo veo entristecerse. Cuando no, enfila al techo una sonora carcajada. Si me advierte en desánimo, adelanta sus labios y su boca dibuja un cero. Entonces disparo mi puño, que golpea leve su pecho, y él me aparta la mano con una palmadita cariñosa. A lo más, si le hablo con saña, suelta un taco.
    —¡Joder, Sirwood, mal!— exclama.
    Es por ahora todo su castellano.
    En casa, los hijos gritan; yo ladro. Mi mujer calla; yo le devuelvo el silencio. En el trabajo, el jefe chilla; yo bramo. En el fútbol, la peña vocifera; yo vocifero y me hago piélago, jauría... En la iglesia, el cura sermonea; yo me sermoneo a mí mismo. En los conciertos coreo sin ganas y en los entierros no hago más que apretar manos falsamente condolecidas.
    Fersi es mi mejor amigo.

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  5. Es cierto, tenemos mucho que aprender de ellos, pero la mayoría no lo saben o no quieren saberlo...
    Salud

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  6. Se me olvidaba, yo también recomiendo la peli :))
    Mas salud y abrazo

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  7. Gran entrada, y muy bueno el título. Es vergonzoso.

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  8. ¡Hermosa historia, NáN! La tuya y la del amigo de Fersi

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  9. El "Africano, con el que comparto vida, se sentiría muy contento y muy triste de leer lo que escribes.
    Es antigua nuestra lucha por ellos.

    El último párrafo es muy bello. Son así.

    Un beso, beso

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  10. Es que, SUE, lo que ahora vemos y oímos nos deja el alma o lo que sea que sea a jironcitos. Que también es cursi, pero es verdadero.

    Besos y hasta la próxima, que será más grande.


    ¡Joder, SIRWOOD, muy bien! Soy capaz de ver claramente lo que cuentas, porque tú y yo hemos mantenido conversaciones en comentarios en las que cada uno hablaba un idioma pero nos entendíamos perfectamente (alguno hubo que pensaba que eras un troll). Excelentemente contado.

    Un abrazo sin Requena compartido (de momento).


    La mayoría, GENÍN, no quiere saber. Pasan por este regalo de la vida ocupados en no mirar. Me alegra que hayas visto la peli, porque deja un poso que hace más fácil entendernos.

    Un abrazo


    Gracias, JONHAN. Además de vergonzoso, es una hijoputez.

    Un abrazo

    Parecen dos historias escritas para lo mismo, C.S. Mi Sirwood es un crack.

    Besos muy pronto

    Sé por ti de tu Africano, AQUÍ. Por eso sé que me entiendes.

    Otro beso, beso

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  11. En Marruecos, en pleno atlas (era el año 91) me puse a regatear con un viejecillo desdentado, comprando geodas para llevarle a mis amigos cuando volviera. Yo hablaba en francés inventado (porque no hablo ni papa de francés), y cuando llegamos a un acuerdo de número de geodas y precio, nos dimos la mano, hicimos la transacción y entonces yo le regalé un montón de caramelos que llevaba, de esos que son como una rodaja gorda de limón o de naranja. Pour les enfants, le dije, o algo similar. El viejo se quedó un poco cortado con aquellos caramelos en sus dos manos, formando un cuenco. Cuando me iba, noté un delicado toque en el hombro. Me volví y era el viejo, que me regaló una geoda más, me volvió a dar la mano y se fue inmediatamente.

    Ahora sí estábamos en paz.

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  12. Nací en Ghana y allí estuve hasta los seis años. Espero revisitar pronto a mis paisanos. Sí que tienen un trato mucho más cálido, y tengo muchos recuerdos de niña ligados a esas miradas largas que echan. Pero también tengo el contrapunto, las hierbas para abortar -funcionan-, la bebida, la desesperación de la mujer estéril. Es otra cultura, y la conversación con un paisano mío es larga, agradable, honda. Pero no quisiera ser una paisana mía. Ire

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  13. Perdona, me extiendo algo más, no quiero dar la impresión de que tengo nada en contra o a favor. Vivir allí era vivir en otro país que era el mío, pero que no lo era; de hecho para inscribirnos se hacían los papeles a través de otra embajada, y mi dni fue por años un lío tremendo hasta que conseguí que figurara únicamente mi localidad de nacimiento y no la de los papeles. Teníamos unas normas muy claras, desde niños, sobre lo que no podíamos decir, porque buscábamos problemas a nuestros padres. Teníamos los mejores niñeros del mundo, nunca olvidaré los ojos de Suleiman; pero seguíamos siendo los niños de fuera, como cuando llegué a España y fui la niña que vino de fuera.
    Entiendo que escribes esto para apreciar lo bueno que ellos pueden aportar, que es mucho, esa calidez. Pero ellos son tan capaces de ver y marcar las diferencias con el que llega como lo somos nosotros, aunque obviamente lo hacen de forma distinta, porque las culturas son diferentes.

    Ire

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  14. A eso me refería, MICROALGO. Seguro que te “engañó” (forma parte de su cultura comercial), y al verte buena persona te devolvió parte de lo “engañado”. Claro que, luego, echamos cuentas y nos han “engañado” 50 céntimos de Euro (así podía comer dos días, uno por la venta y otro por el “engaño”. Lo importante, sin embargo es el “regalo” una vez terminada la venta; cuando ya te ibas.

    Un abrazo Don Micro


    Bueno, IRE, quería resaltar eso; pero también que me duelen esos recortes en el territorio en el que vivo. Cuando se empiezan a quitar derechos, no se para. De hecho, los “nacionales” también estamos siendo esquilados.

    Qué interesante lo que cuentas, de ser “niña de ninguna parte”. Muchas buenas escritoras y escritores tienen “esa condición” como punto de partida de otra forma de ver el mundo (que se puede usar para escribir, pero también para dar ese punto picante y sabroso al modo de ver el mundo, trabajando en cualquier otra cosa).

    Desde luego que no caigo en la visión idílica. Los jóvenes que se van de España no lo hacen por “espíritu aventurero”, como dijo esa mandamasa del PP; y los que vienen en patera, tras cruzar países africanos terribles, no lo hacen “por espíritu deportivo”. Y ser mujer africana tiene dos problemas que juntos son graves: ser pobre y ser mujer.

    Besos

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    1. Nán, mon amour, lo primero te agradezco tus palabras por el comment anterior. Verás, para colmo de cachondeos cuando me mandaron a Spain mis padres se volvieron a Ghana, y yo me fui a vivir con mi abuela, hasta que vinieron a Sp...dos años después. Eso no fue un choque cultural, fue un atropello cultural con fuga, y menuda mala baba cultural que se gastaban en Sp en aquellos años con los que veníamos de fuera. Algún día tal vez consiga contar los dos mundos, el de allí y el de aquí, pero de momento sigo con lo juntar los dos pedazos con tiritas :). Un abrazo.

      Ire

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  15. Gracias, IRE. Es tremendo, pero no creas que inusual, lo que cuentas. Cámbiate las tiritas con frecuencia, pero has de conseguir que la racionalización transforme esas emociones negativas: dos mundos distintos, la sensación de abandono y un mal recibimiento debieron ser una pesada carga emocional para una niña.

    Si vives cerca de Donosti, hace pocos años estuve yendo allí una vez al mesa a una terapia de regresión emocional en la que solucioné de una vez por todas mi carga emocional infantil. Y me vino de perlas.

    Un abrazo

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