“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.

NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein

“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”

Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16




jueves, 17 de diciembre de 2015

Taller Bremen: narración en primera persona



Ante los que os habéis reído de mí, deshago la mentira

Vecinos, familiares, conocidos: un pudor que ahora reconozco estúpido me impidió enfrentarme al infundio que de mí se dijo, desenmascarando al culpable cuando debí hacerlo y achacándoselo a él. Entonces yo era una presa fácil ante el ser abyecto que lo lanzó. La vida, que aborrecía y aborrezco, me hacía preferir la huida constante; además, moralmente escrupuloso como era en ese tiempo, no quería cargar a ese ser la ignominia que se merecía y que él había lanzado sobre mí.
Creo que peco de grandilocuente y vacío de contenido al culpar a “la vida”, por no mencionar que esa acusación era la que, con fundamento y realismo, hacía yo a la mayoría de las personas que forman la sociedad: la de expresarse con grandilocuencia y sin el menor sentido. La vida la forman también todos los elementos de la naturaleza y no podemos culpar a una serpiente que nos muerda si vamos descalzos por la selva, ni a una tormenta con rayos que caiga sobre un bosque al que hemos ido a pasear. En cambio, sí podemos acusar a la mayoría de las personas por el modo superficial, cursi e inoperante con el que usan el lenguaje.
Y eso, criticar el vacío de los pensamientos que expresaban los que me rodeaban, o decían desde los medios de comunicación, es lo que empecé a hacer, más con desdén que con justificada indignación —nunca he dicho que yo haya sido o sea una buena persona que pretende conducirse con moralidad—, con prácticamente todo lo  que decían los demás. Incluso a mi compañera, poseedora de un alto nivel de bondad, que es una de las cualidades más elevadas de la inteligencia, la atacaba despiadadamente. No podía evitarlo, a pesar del dolor que criticarla me causaba. Lo único que podía hacer era obligarme a un silencio casi continuo: si lo que vas a decirle es desagradable, es mejor que calles, me repetía a mí mismo.
Y fui callando, hasta que convivir conmigo se convirtió en una hazaña insoportable. Había cortado la relación mediante palabras con todos y, al final, lo hice también con ella. La única relación que nos unía era ya solamente física, pues seguí recorriendo con los labios y la lengua, interminablemente, sus muslos kilométricos. Por esa costumbre, que tan placentera era para los dos, me llamaba a veces “mi caracol”. Era un apodo íntimo, aunque a veces, en momentos afectuosos, se le debió escapar fuera de la casa. He pensado si eso fue escuchado por oídos inconvenientes, que alteraron el apelativo y fortalecieron la ignominia que había caído sobre mí. Es probable, aunque imposible estar seguro.
El caso es que mi presencia la hacía sufrir y alquilé una buhardilla en la que aislarme. No te cabrán apenas libros, me dijo, preocupándose todavía por mí, a lo que le contesté que ya no los leía, que podía quedárselos todos. Y es que fui dejando de leerlos, de ir al cine o al teatro, de ver exposiciones. Al irme a la buhardilla, el abandono fue absoluto. Desde entonces solo leo revistas de literatura, cine, teatro y arte, con críticas y reseñas. A partir de ahí, acostado, rehago y me cuento los libros, creo las películas y representaciones teatrales, veo las obras de arte: todo a mi placer. Cuando he leído todas las revistas que me interesan en las bibliotecas públicas, compro las restantes. Me gusta esta vida en la que he mediatizado los originales.

Pero aunque me guste, sé que es poco atractiva, que resulto repugnante; lo que sucede es que no me importa. Lo que no estoy dispuesto a aceptar por más tiempo es el bulo que mi padre lanzó públicamente sobre mí, contando por todas partes que había visto, aterrado, mi transformación. Lo afirmo y aseguro: no soy yo quien se ha convertido en un escarabajo. Tuve que ver con mis ojos, con un desagrado que me provocaba arcadas, cómo él, el padre que me ha acusado de lo que a él le sucedía, desplegaba en su casa la nueva forma de escarabajo en la que se ha convertido, arrastrando bolas de suciedad con sus patas, aterradoras por el tamaño. Qué astuto, cruel, maligno ha sido al desviar la atención de su metamorfosis acusando de ésta al más débil de sus hijos. Sabed, los que me leéis, que esa fue la mentira lanzada por el más desagradable y asqueroso de los padres.



viernes, 11 de diciembre de 2015

Actualización de Globalízate en diciembre de 2015




George Monbiot


¿Qué es lo que han aprendido los gobiernos de la crisis financiera? Podría escribir una columna explicándolo. O podría hacer lo mismo con una sola palabra. Nada.


Gonzalo Andrade



Un estudio reciente confirma que la masa de hielo del casquete polar antártico ha aumentado durante las últimas décadas, sin embargo, dicho aumento no ha sido generalizado, y no hay garantías de que vaya a seguir produciéndose.


Pepe Cáceres

Ahora que se están produciendo las negociaciones vinculadas a la cumbre del clima (COP-21), conviene recordar el efecto de la actividad humana sobre el clima del planeta.


Globalízate

Decenas de miles de personas en todo el mundo se han manifestado hoy para exigir a los gobiernos medidas efectivas en la próxima cumbre del clima para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento del planeta.


Ivanka Puigdueta Bartolomé y Alberto Sanz-Cobeña



La solución del problema climático es necesaria para generar estabilidad en diferentes lugares del planeta y, a escala global, supondría una vía para acabar con la pobreza y las desigualdades.


Met Office



Esto representa un hito importante de la influencia humana en el calentamiento.














miércoles, 2 de diciembre de 2015

Taller Bremen: sobre lo fácil


A veces relaja que el destino sea azaroso

El corto tramo de incorporación a la autovía desde la gasolinera se terminaba y un coche venía lento por el carril derecho, sin señales de desviarse al izquierdo para dejar que me incorporara con seguridad. Dudé de la velocidad del coche lento y frené, perdiendo la oportunidad de incorporarme. Pasó, a mucha menos velocidad de la que le había supuesto; tan reducida que, de no haber dudado, habría podido salir. Pero ya era demasiado tarde. Estaba frenada al final del tramo de incorporación; tendría que acelerar desde 0 km por hora. El coche lento que pasó sin abandonar su carril iba conducido por un viejo que miraba fijamente al frente. Noté que aferraba el volante con las dos manos. El viejo era incapaz de salirse de su camino, de interactuar con los otros, de hacer un favor. Hijo de puta, pensé, cabrón. Seguí pensando insultos e imaginando las maldades que le haría si pudiera.  Me he quedado con tu cara. Si en una calle solitaria viera que te iban a atracar, seguiría mi camino sin avisarte, cabrón. No les ayudaría a darte de hostias porque soy buena persona. Tuve tiempo para pensar eso y más, porque durante un minuto largo las dos vías se ocuparon con coches y camiones. No podría salir hasta que dejaran de pasar. Que no me pitaran los dos coches que se habían puesto detrás de mí era la prueba de que no podía hacer otra cosa que quedarme detenida allí. Por culpa del viejo, que iba a una velocidad tan lenta que debería estar prohibida; tan lenta que no pudo imaginarla e introducirla en sus cálculos: soy un estorbo para la vida que fluye, si me paso al carril de la izquierda ese coche no necesitará quedarse ahí, esperando que yo pase. Viejo cabrón, ¿por qué no te mueres o te quedas en tu casa?
—¿Te has dado cuenta de que te estás convirtiendo en un camionero mal hablado, hipertrofiado por la mala leche y el miedo, cuando eres una tía que acaba de cumplir 35 años?
—Y tú, ¿te has dado cuenta de que la historia no había terminado? Dos kilómetros más allá me detuve, porque se había producido un accidente múltiple. Tenía ocho o diez vehículos por delante. Frente a ellos, un infierno de humo y coches retorcidos. El primero de ellos, el del viejo, parado a cien metros del accidente. El único que ni siquiera intentó ayudar.
—Ah, lo que me quieres contar es que gracias al viejo no te viste envuelta en el accidente. Que de no ser por él hasta podrías haberte visto metida en él.
—Que te calles hasta que termine. Primero, el tipo se llama El Puto Viejo. Pero, ¿por qué eres tan pesimista? ¿No se te ocurre pensar que si él no me hubiera detenido habría estado ya por delante del accidente, sin tener que presenciarlo todo, y habría llegado a mi hora a la cita. Con una propuesta de trabajo decente, no con la muerte. Una cita a la que llegué tan tarde y tan alterada que fue como si no hubiera ido.
—Por culpa del viejo, ¿no?
—Del Puto Viejo de los Cojones, para ser exactos.
—Pues, tal como yo lo veo, es posible que le debas la vida al Anciano Adorable Enviado por un Ángel para que me puedas estar contando esto.
—Cómo se nota que tienes un trabajo a la medida de tu preparación, que es estable y que te pagan bien. Yo, en los meses mejores, me saco 700 euros como teleoperadora de La Gran Mierda a Su Servicio. Para ti todo es tan fácil.
—Y para ti no es terrible como presumes. Compartimos todo. En conjunto nos arreglamos bien, tú y yo.
—A lo mejor tú y yo nos apañamos, pero en el paquete real general no cuentan ni mi doctorado de cuatro años ni el carísimo Máster de dos. El paquete entero apesta.
—Y la culpa es del viejo, ¿no?
—Del Puto Viejo Cabrón, sí. Es lo que estoy intentando contarte. Que la aparición de su coche a siete kilómetros por hora pudo ser la causa de que mi azar, un azar que por una vez a lo mejor pudo ser favorable, se fuera al carajo.
—Que sigas viva, sin un rasguño en el cuerpo ni en la carrocería, no te lleva a pensar en el destino.
—El destino es cosa de los cuarentones acomodados como tú. Los pobres estamos en manos del azar... y ya sabes lo que les pasa a los adictos a los juegos de azar. Por cierto, lo que es el azar cuando nos viene con una sonrisa: volviendo a casa, el azar mismo, en la forma de El Hombre, me puso dos MDMA en el camino. Con eso y lo que gastemos en salir, dependeremos del crédito de tu tarjeta hasta el lunes, que cobramos.
—Eres una cabrona.
—Una Dulce Cabrona, que los creyentes en el destino no sabéis adjetivar, si no es en el lado oscuro de la ampulosidad.
—Y no tenía ganas de salir.
—Ya no la tienes ningún viernes, estás viejo. Por suerte, el destino me puso en tu camino.