“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.

NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein

“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”

Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16




miércoles, 27 de febrero de 2013

Taller L.M. Rito de lágrimas


Rito de lágrimas



Se pasó la noche despierto, revolviéndose en la placa sucia de gomaespuma que le servía de colchón desde hacía veinte años. Estaba tan cansado mentalmente, tras recibir por la cadena secreta correspondiente la información de que se había perdido la Séptima Guerra, que esta vez decidió que ni siquiera se ocultaría temporalmente. Se levantó cuando todavía era noche cerrada, aunque los años que habían transcurrido desde que se apagó el alumbrado público y se desconectó la electricidad de las casas habían convertido en nictálopes a la mayoría de la población. Como todos los que vivían en la ciudad, era capaz de diferenciar las distintas tramas de negrura que componían la oscuridad, de ver con mayor nitidez que con la luz abrasadora del día, que obligaba a llevar gafas de cristales muy oscuros.
Isidro Sanz, nombre falso que sustituyó al nombre falso con el que operó en la Guerra Segunda y la Tercera, con el que ahora trabajaba en una empresa falsa que era una tapadera de infraestructura del Enemigo, y le permitía circular por la calle y tener derecho a raciones diarias de agua,  se sentó en una silla ante la mesa de la cocina. Pensó en ir a coger una manta para taparse, porque le sobrecogía el frío del desaliento y la incertidumbre, pero desechó la idea y se puso a tamborilear con los dedos, meditando si sería cierto el rumor de que la guerra había terminado. ¿Qué guerra?, pensó. Las guerras por la distribución del agua y la comida habían sido tantas, y tan lejanas geográficamente casi siempre, que en su memoria se solapaban y las confundía. La información, además, no existía. Solo había propaganda oficial, en forma de bandos pegados en los muros. La supuesta información se transmitía en rumores desfigurados por la larga cadena de mensajería que formaban ellos mismos; los que eran, desde siempre, el Enemigo. Cadenas de enlace unipersonales que podían romperse en cualquier momento, dejando en la ignorancia a grupos cada vez mayores hasta que se reenlazaban; o peor todavía: quizás algunos nudos habían sido ocupados por infiltrados, bromistas o locos por el dolor que cambiaban el sentido de lo poco que podía conocerse.
Creo que es cierto que ha terminado la Séptima Guerra; quiso pensarlo así como una obligación moral. El peligro está ahora en los próximos días, en los cuatro o cinco próximos días, pensó.
Todos sabían, por experiencia y retazos de recuerdos, que eran los días de la justicia rápida y ejemplarizante, aunque solo para unos cuantos. Un pequeño espectáculo. La gran masa seguía siendo necesaria. Bastaba ocultarse una semana para no caer. Ni siquiera el Orden tenía voluntad para el esfuerzo de una represión continuada que, por lo demás, le resultaría contraproducente a sus objetivos.

Cuando pensó lo del peligro, oyó que la puerta,  situada a su espalda, se abría con una llave. Sabía que era su vecina María, que se acercó a él y se sentó a su lado, guiada por el resplandor ligero y lejano de la cercanía del amanecer.
—El ruido que hiciste con la silla me alertó de que estabas en casa. Deberías ser más cuidadoso. Dicen que ha acabado la guerra, así que pensé que te habrías ocultado.
—Bebe un poco de agua. Ojalá hubiera algún modo de calentarla y hacer un té. ¿Cuántos años hace que no tomamos té ni café?
—Estás temblando. ¿Por qué no te envuelves en una manta?
Ella misma fue al dormitorio a buscarla y se la echó sobre los hombros. Se volvió a sentar y le cogió la mano con las dos suyas. En el tiempo en que estuvieron así, en silencio, empezaron a percibir el reflejo del tono rojizo del horizonte. En los años en los que se dedicó a la acción, ese resplandor significaba el momento de ocultarse si operaba en zona abierta, hasta que anocheciera; o de que muy pronto podría salir a la calle, si operaba en una zona urbana. En cualquier caso, ocultarse del peligro o predisponerse a él. Recordó varios amaneceres reales, distanciado del dolor que le producía la memoria gracias la agradable sensación de calidez de las manos de María.


—Cuéntamelo otra vez, ¿cómo empezó todo? —preguntó María, quitando las manos con las que había envuelto la de Isidro para darle calor, y apoyar en ella la cabeza.
—Cuando todo empezó a faltar, hubo una Rebelión mundial, que fue aplastada. Se dio nombre público a los dos grupos, el Orden y el Enemigo. Después empezaron las guerras, en diversos lugares del mundo de los que a veces nunca habíamos oído hablar y...
María empezó a derramar lágrimas lentas, en un rito de purificación, mientras escuchaba la historia.  Una de las primeras noches, le pidió que le contara un cuento, una historia, para dormir. Desde entonces, en los peores momentos le pedía que se la volviera a contar. En una franja estrecha del horizonte, la claridad era ya un clamor.

Como agente de infraestructura del Enemigo, había legalizado su presencia en la ciudad hacía 20 años, cuando tenía 35. María tenía 20 entonces, vivía en el minúsculo apartamento de al lado y tenía miedo de todo. Isidro, después de las dos guerras, parecía un anciano y le sirvió de padre, de amante ocasional, de guía para la supervivencia. La luz del horizonte avanzaba hacia la casa. La miró a la cara y creyó que, con cuarenta años, María tenía el aspecto que tenían las mujeres de sesenta años avanzados cuando él era un adolescente. Pensó que cuál sería su propia apariencia, pues hacía años que no había mirado su propia imagen. Pensó que el tiempo transcurre distinto en el bienestar y el malestar. No ya que las huellas de cómo vives produzcan resultados distintos, sino que el tiempo es distinto. El dolor alarga los segundos y es por el dolor o la felicidad como la piel, y todo lo que se contiene bajo esta, cuenta el tiempo.
—La luz nos va a aplastar muy pronto, María. Deberías irte a trabajar.
—Si tú no te escondes, me quedo aquí.

Una prueba de amor. Por primera vez le pedía una prueba de amor, cuando nunca se habían amado. Estaba atrapado entre un pasado que María le quería falsificar y un futuro que le fatigaba. Cuando es el futuro lo que cansa, hay que saber decir que ya basta, pensó. Y besó a María.






jueves, 21 de febrero de 2013

Relato del T.G: La influencia de la Revolución China en nuestra sociedad actual

[Tema: Los chinos]

La influencia de la Revolución China en nuestra sociedad actual 




Eran los más brutos, montaraces y vagos de la universidad. A los chinos, me refiero. Los prochinos, técnicamente; pero les quitábamos el “pro” para abreviar. Mientras a los demás se nos caía la cabeza dormida sobre el libro, tratando de entender a Marx y sus intelectuales, ellos te sacaban El libro rojo de Mao, que era en realidad un librillo pequeño y delgado, como un catecismo, y con metáforas y aforismos varios solucionaban el mundo, y hasta sus circunstancias, soltándote una frasecilla del tipo “el capitalismo es un tigre de papel”, que te ensimismaba porque te hacía pensar en los recortables de la infancia. Una suerte que fuera un librito, dada su costumbre de zanjar a hostias cualquier discusión sutil, así que mejor que no fueran armados con un tomo de mil páginas.

El jefe de mi grupo ácrata tenía como objetivos principales, y por este orden preciso: machacar a los comunistas, machacar a los ácratas y machacar a los fascistas. Podéis pensar que vaya mierda de jefe ideólogo ácrata que infundía a sus hombres (pocos, hay que reconocerlo) la lucha sin cuartel contra los ácratas. Los que penséis así, os equivocáis por falta de información sobre un dato muy simple: no éramos ácratas. Pero como por una parte dábamos la vara a los comunistas en las asambleas, es decir a los prosoviéticos, que es lo que eran en realidad los comunistas de entonces, unos putos estalinistas a los que les decías Gulag y ponían cara de estar frente a un defensor del capitalismo opresor de los pueblos del mundo; mientras que por otra parte andábamos por ahí con maneras, tono y verborrea de zamparnos a cualquier fascista que se acercara a menos de un metro, todos lo tuvieron claro: éramos ácratas. Con su pan se lo comieran. Ese asunto no lo pensábamos discutir. La verdad de los hechos es que no nos metíamos con los ácratas porque nos importaban una mierda, ya que eran menos que nosotros y estaban peor organizados.

Por qué no estaban los chinos en la lista de machaque, ya que en origen eran comunistas, lo contaré más adelante.

¿Me seguís todavía? Si os parece complicado, imaginad la complejidad que representaba para todos los que bullíamos por las facultades universitarias. A saber: teníamos unos comunistas que, en realidad, eran pro-rusos estalinistas, unos ácratas que eran ácratas pero si daban algo era pena, unos ácratas que no éramos ácratas, unos chinos que simulábamos que no existían y 18 grupos más que no tengo tiempo de mencionar. Por suerte, Dios aprieta pero no ahoga (sé que está mal que diga yo eso, pero es una frase hecha) y los fascistas eran los fascistas. Seguro que entre ellos tenían un barullo de puta madre, pero Franco y el ejército los unificaban: si eres un fascista eres un fascista y me da lo mismo que tengáis vuestras corrientes y leyendo entre líneas la prensa fascista (es decir, la Prensa) se pudiera adivinar un tira y afloja entre los de una corriente y la de otra. Resumiendo: estaban unificados como fascistas y eso nos unificaba a todos los de nuestro lado como antifascistas, camaradas, compañeros, vamos a por ellos.
Eso sí fue un hecho afortunado. Sin Franco y el ejército, eso que queríamos hacer no habría sido una Revolución ni nada de nada. Todo el lío de puertas adentro se habría manifestado exteriormente como un caos total: unos dando un salto en Cuatro Caminos a las 5 de la tarde y otros esperando disciplinadamente la cita de las cinco y cuarto. Tener a los fascistas tuvo su punto bueno: permitió una unidad en la acción, de modo que todos juntitos podíamos parecer que éramos algo. O alguien.

Os estaréis preguntando, yo lo hacía constantemente y cuando expresaba en voz alta mi pregunta el jefe me decía que ya lo trataríamos en otra reunión, qué coño pasaba con los chinos (prochinos, recordad).  Lo que pasaba me lo tenía yo muy claro, pero me lo guardaba para mí. Les teníamos envidia. Le podía decir yo al jefe, oye, Jefe, que no son estalinistas porque el Tío José no pintó una mierda en la Revolución China, pero son comunistas dictatoriales igualito que los rusos. Se lo podía decir, y varias veces se lo decía. Pero nadie me seguía en el debate. ¿Que por qué? Porque les teníamos envidia de que pudieran hacer la Revolución sin necesidad de leer ni de enredarse la mente. Además, eran eficaces contra los fascistas, porque estaban cachas: no bebían los apestosos alcoholes occidentales y los fines de semana se iban en tren a la sierra y hacían larguísimas caminatas sin descansar, para fortalecer el cuerpo. Supongo yo que cada varios kilómetros se detendrían a leer una cita de Mao y luego seguirían, fatigados, sedientos y repitiendo mentalmente la cita hasta aprenderla. Esta última parte de la forja de un revolucionario chino no me atraía nada, pero sí la elegancia de su simplicidad durante la semana de clases.
Supongamos, por ejemplo, que en cualquier esquina me encontraba con un chino y le decía yo una insensatez, solo para joderle. La respuesta podía ser: ¿Sabes lo que dijo el camarada Lin Piao, solisto?, dijo que el pensamiento de Mao Tse-tung es el marxismo-leninismo de la época en que el imperialismo se precipita hacia su ruina total y el socialismo avanza hacia la victoria en el mundo entero. Es una poderosa arma ideológica en la lucha contra el imperialismo; es una poderosa arma ideológica en la lucha contra el revisionismo y el dogmatismo. Es la guía para todo el trabajo del Partido, el Ejército y el país.
Lo soltaba así, casi sin respirar. A veces me di cuenta de que se lo había aprendido mal y decía la línea cuarta antes que la tercera, pero resultaba contundente, sobre todo porque siempre iban por lo menos de dos en dos, como los predicadores de las películas americanas.

Así que los dejábamos en paz y los envidiábamos en secreto por la pereza mental en la que parecían vivir. No como nosotros, que me decía el jefe, ¿llevas adelantado el resumen del libro de Engels? Y yo le decía sí, voy muy bien, pero pensaba me cago en ti y en todos tus compañeros. Claro que hay que reconocer que el jefe tenía buenas ideas sobre las estructuras sociales, me sacaba dos cabezas y, además, era un economista que trabajaba, ganaba dinero y pagaba siempre, sin hacer alarde, las cuentas de todos los bares.
Así que nosotros, a lo nuestro. ¿Que en una Facultad ajena había una Asamblea para algo? La noche anterior el jefe ya nos había aclarado las cosas. Llegábamos allí y encontrábamos a dos estalinistas en el estrado, y al resto de sus compañeros diseminados como si no se conocieran de nada. También nosotros nos diseminábamos y los demás sabían que formábamos un grupo, así que, en cuanto a ética y moral, no podíamos dar lecciones a nadie. Los del estrado anunciaban un acto reprochable de los fascistas. Todos los presentes estábamos de acuerdo en que había que dar una respuesta (hasta los chinos), pero entonces empezaba lo divertido. Los del estrado soltaban el plan de acción y sus miembros diseminados iban levantando la mano, como miembros del pueblo autónomo, para mostrar su acuerdo, un repetido oye, qué buena idea, pero nosotros también la levantábamos y si habían  propuesto dos días de huelga, nosotros que cuatro, si una manifestación unitaria, nosotros que saltos controlados en todas la zonas obreras de Madrid. En el momento mejor, alguien anunciaba la inminente entrada de la policía, se votaba lo que habían propuesto los estalinistas y, como no iba a dar tiempo a votar otra propuesta, decíamos todos que sí a mano alzada, incluidos los chinos y nosotros, junto con 18 grupúsculos más a los que la pereza me ha impedido referirme. Aunque, para el caso, visto uno vistos todos. La elegancia de los procedimientos sencillos, puestos a prueba por el uso y la experiencia.

Pasaron los años y descubrimos que los cabrones de los chinos, como no bebían, no discutían y no pensaban, solo ejercitaban la memoria, tenían tiempo para estudiar sin que los viéramos, de modo que acabaron la carrera con unos currículos cojonudos, además de una proclividad a decir que sí a sus superiores, con lo que ascendieron con facilidad, destacaron y se pusieron a votar a la derecha. Años más tarde, fueron llegando los chinos de verdad, expulsados del Paraíso marxista-leninista que tan certeramente describió Lin Piao,  y llenaron la ciudad de supermercados que cierran muy tarde y casi siempre, al regresar a casa de los bares, te da tiempo a comprar algo para cenar. O, menos importante pero también muy útil, los bazares con juguetes a cinco euros que son tan grandes que no caben en el ascensor y es lo que más ilusión le hace a tu sobrino de tres años, si descontamos el hecho de que los juguetes infantiles se despiezan solo de mirarlos y pueden matar a cualquier niño. No importa, ninguno de mis sobrinos es hijo único.

A grandes rasgos, como exige esta charla que me han encargado, no se me ocurren, por mucho que piense en ello, otros hechos destacables de la influencia de la Revolución China en la convivencia de nuestra sociedad.

Muchas gracias por vuestra atención.




jueves, 14 de febrero de 2013

Taller L.M. Vino blanco frío


[He elegido como narrador un testigo débil. El tema es ajeno a él, pero solo se sabe lo que él sabe]


Vino blanco frío

Tomás, Matías y Él habían ido en el fueraborda alquilado a hacer la compra al pueblo cercano. Veinte minutos por mar o tres cuartos de hora por una carretera infernal unían el chalé solitario de la pequeña caleta con la civilización. Había sido, por tanto, la mañana de las chicas, Claudia y las dos novietas de turno de Tomás y Matías, grupo al que me veo relegado cuando los chicos hacen algo en común. Yo no pertenezco a ningún grupo, sino a Claudia, la mujer de Él. Y ahora que los chicos volvieron cargados de paquetes de alimentos y subieron con ellos el desnivel en zigzag que separa la caleta del chalé, para preparar la comida, y que el resto de chicas se subió con ellos, quedamos Claudia y yo, cada uno en una tumbona.
—Estos tarados se creen que por cocinar en días especiales siguen siendo tan majos como cuando el tiempo de la universidad.
Las críticas a Él y sus dos amigos, y socios en el “asunto”, puntuaban desde hacía tiempo las conversaciones de Claudia conmigo. Cumpliendo un ritual tácito, yo nunca contestaba.  

La deseé desde que nos conocimos en Selectividad y acepté la humillante relación de ser su mejor amigo. El amigo. Estudiamos juntos Derecho. En tercero, conoció a Él y sintieron un amor arrebatador el uno por el otro. Claudia me aportó a mí como su carga, mientras él aportaba a los payasos de sus amigos. Él me trató siempre con deferencia especial, pues formaba parte integrante de la zona oscura de Claudia; ella aceptó a Tomás y Matías como un mal necesario, pero pudo permitirse tratarlos como se merecían.
—Verás como hacen comida para tres días con sus noches. Van a jugar a cocineros.
—En ese caso tardarán; pensemos mejor en la cena que en la comida —contesté.

Días después, de nuevo los dos solos, tomando en la orilla del mar vino blanco frío que nos servíamos de una nevera portátil, me confesó que hacía tiempo que su relación con Él solo se mantenía por unos hilillos.
—Rómpela —le contesté, haciendo el primer comentario no neutral de toda nuestra vida de amigos.
—De no haber sido por mi supervisión, esos hilillos serían la marea negra que lo habría llevado a la cárcel. A cambio de mi participación, estoy implicada.
Encendimos un cigarrillo y lo fumamos en silencio. Fue la primera vez que en lugar de decir “el asunto”, sugirió “el  delito”.
—Si nos separamos y sigue con el asunto, seguro que hace alguna cagada. Se investigaría hacia atrás y mi trabajo tampoco fue tan perfecto. En cuanto aplicaran la lupa, todas las manchas antiguas resultarían evidentes.
—Él debe saber eso. Además, tendréis bastante dinero. Convéncelo para cerrar la Sociedad.
—No tanto dinero. Ha tenido amantes muy caras. De las que se compran con lujos. También ha sido generoso para todo lo demás..., algo que siempre me gustó. Se verá obligado a seguir y la joderá. A los dos días, estaré metida en el huracán.
—Y tú, ¿has tenido amantes caros?
—Ja, já. Solo lo he tenido a él, amantes muy baratos, y un amigo.
—¿Puedo hacer algo?
—Seguir a mi lado, más que nunca. Te necesito. No te puedo prometer nada. Pero te necesito.

Los chicos habían vuelto a cocinar y nos llamaban haciendo sonar todas las cazuelas golpeándolas con cucharas. El mar estaba precioso. Claudia y yo nos dimos un chapuzón refrescante antes de subir.


domingo, 10 de febrero de 2013

Acaparamiento de tierras (land grabbing)

Una reseña que aparece la actualización de hoy en Globalízate (http://www.globalizate.org). El título entero es Acaparamiento de tierras (y de agua): nuevos y contundentes datos sobre esta práctica atroz derivada de la globalización neoliberal

Para mí ha sido sorprendente, porque a pesar de leer bastante sobre estas cuestiones, nunca en ningún medio de comunicación había leído nada: como si fuera algo tan terrible que se debe ocultar. También me ha producido asco y una cierta dosis de angustia. Para facilitar la lectura, os hago un copypaste.


Acaparamiento de tierras (y de agua): nuevos y contundentes datos sobre esta práctica atroz derivada de la globalización neoliberal.

Louis Lasalle para Globalízate, 05/02/2013 
Durante los últimos 5 años, algunos gobiernos y corporaciones están invirtiendo en la adquisición de grandes extensiones de tierra fuera de sus fronteras como parte de una estrategia especulativa y de seguridad alimentaria, y energética. Este fenómeno ha alcanzado ya grandes magnitudes a nivel global y ha sido llamado Acaparamiento de tierra o Land grabbing. Las principales causas de esta estrategia son el aumento de la población, el cambio hacia dietas mucho más basadas en el consumo de carne, el aumento de los precios del petróleo y la inclusión de los agrocombustibles en las políticas estratégicas, la rentabilidad de la especulación con los alimentos y, por último, la previsible pérdida de rendimientos agrarios debida al cambio climático. En definitiva, la tierra y con ella el agua, pueden tener un inmenso valor en un futuro cercano y ha entrado en el mercado internacional de una forma descarnada.

Hace dos semanas Rulli et al.(1) publicaron en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences un artículo en el que sintetizaban los datos sobre el fenómeno del acaparamiento de tierras. En Globalízate consideramos que este fenómeno es de una enorme gravedad y se enmarca dentro de los cambios a escala planetaria generados por la globalización neoliberal y, por tanto, nos ha parecido de especial valor para nuestra web.

Los autores del artículo señalan que el acaparamiento de tierras se ha intensificado durante los últimos 4 años como consecuencia del incremento de los precios de los alimentos en 2007-2008. Se han contabilizado 62 países acaparadores y 41 acaparados. Como era de esperar, África se lleva la mayor parte del acaparamiento (47% del total) y Asia el 33%. En algunos casos, el terreno comprado puede ser una enorme fracción del país: 20% Uruguay o 17% Filipinas. En otros casos, la proporción acaparada corresponde a prácticamente toda la superficie agrícola del país o incluso, una vez tomada toda, se deforesta para tomar más. Gabón 85%, Liberia 106%, Filipinas 50%, Sierra Leona 40%. Con frecuencia, esta adquisición de terrenos no es el resultado de un proceso transparente y democrático, sino que se hace sin consultar a los habitantes locales y está asociado a violaciones de los derechos humanos, y a diversos impactos sociales y ambientales (2).

Los 5 países más acaparadores de terrenos fuera de sus fronteras son el Reino Unido, USA, China, Emiratos Árabes Unidos e Israel, por ese orden. Sin embargo si dividimos la superficie acaparada por en número de habitantes del país neocolonial veremos que los que se llevan un mayor acaparamiento por habitante son, y con mucha diferencia, Emiratos, que acapara 375 ha por habitante, seguido de Israel que acapara 275.

El acaparamiento de tierras supone también el del agua. Esa utilización del agua produce escasez, destrucción de la calidad y conflictos sociales. Un ejemplo claro es el de Sudán, donde el acaparamiento se hace a orillas del Nilo Azul y se quita el acceso al agua a los pequeños agricultores locales. Los países más acaparados en volumen de agua son Indonesia, Filipinas, República Democrática del Congo, Tanzania, Sudán, Papúa Nueva Guinea y Liberia.

Las consecuencias de todos estos datos estremecedores son claras: países poderosos están robando a los países empobrecidos la poca riqueza que les quedaba; es decir, la tierra para cultivar y el agua, dejando tras de sí exclusión, pobreza, malnutrición, contaminación y pérdida de soberanía alimentaria. Muchos de los países cuyos terrenos están siendo robados, sufrían previamente problemas de malnutrición por lo que este arrebato agravará su situación. En el artículo podremos encontrar detallada información sobre este fenómeno.

Cuando observo el fenómeno del acaparamiento de tierras no veo por ningún lado la mano invisible de Adam Smith regulando el sistema, ni ninguno de los beneficios generales con los que nos sermonean una y otra vez los ortodoxos de la ideología ultraliberal. Cuando se trata de dinero no hay ética que valga, las medidas del libre mercado generalizadas a nivel global pueden terminar en este tipo de expolio e injusticias. No generan ni más competencia ni mejores servicios sino más pobreza, desigualdad y conflictos. Siempre que haya un recurso con el que especular, habrá alguien que lo tomará por muy terribles que sean sus consecuencias. Es más, este sistema ha permitido que los que se enriquecen con esto no se manchen ni las manos ni la conciencia, sino que ganen dinero firmando documentos sin ver ni por asomo la pobreza que dejan detrás. De hecho recuerdo hace 2 o 3 años una campaña de una caja de ahorros española para que sus clientes invirtieran en alimentos con un cartel que parecía incluso algo solidario. Detrás de esas inversiones que el cliente haría muchas veces sin conocimiento, había acaparamiento, especulación con alimentos, contaminación y hambre en tierra lejanas. Ir a los países empobrecidos a robarles la tierra y el agua a los agricultores humildes es el último paso desvergonzado de este modelo de desarrollo, desde Globalízate os iremos informando de este fenómeno desde la sección de Soberanía Alimentaria.

Referencias
1 Rulli, M.C., Saviori, A., D'Odorico, P., 2013. Global land and water grabbing. Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) 110, 892-897. http://www.pnas.org/content/early/2013/01/02/1213163110.abstract

2 http://www.landcoalition.org/

lunes, 4 de febrero de 2013

A estas alturas del Partido (Popular), algunas cosillas sí se saben a ciencia cierta


Sabemos que tenemos una ministra de Sanidad a la que la Gurtel pagó 50 mil euros en viajes de placer, cumpleaños de sus hijos y la comunión de una, regalitos de Vuitton, sin que ella se enterara; que en su garaje apareció un Jaguar sin que le preguntara a su entonces marido de dónde había salido, porque con su sueldo no se lo podía permitir, y por tanto no se enteró: no se enteraba de cómo ni porqué fluían los signos de riqueza.

A lo mejor tampoco se enteró de que al sacar determinadas prestaciones de la cartera de “gratuitos” convertiría en un infierno y en ruina la vida de los pacientes oncológicos.

Ver el informe de la Asociación Española Contra el Cáncer



Sabemos que tenemos un ministro de Hacienda que no se enteró de que las normas de su Amnistía Fiscal permitirían que un delincuente evasor, que dejaba de pagar los impuestos correspondientes con los que sufragar los servicios básicos de todos, solo tuvo que pedir la amnistía en nombre de una empresa para limpiar el delito. Ahora, Bárcenas es un hombre jurídicamente honrado, así que no voy a decir nada en su contra porque me podría poner una querella (jurídicamente impecable) por difamación. Si tuvo un pasado oscuro, su presente es luminoso. Claro que un narcotraficante también puede haber creado una empresa, llamada por ejemplo “Luz y Taquígrafos”, y ser ahora un ciudadano fiscalmente ejemplar.

¿Nos podemos permitir un ministro de Hacienda que no se entera de las consecuencias de sus leyes y reglamentos? ¿Que puede crear una amnistía fiscal por la que se cuelen “evasores” cuyo dinero era de origen dudoso?

Sabemos que tenemos un Presidente de Gobierno que, ante las dudas que planteaba su tesorero general, esperó a que él quisiera dimitir, pero que hasta hace unos días en que saltó el feo asunto de los papeles (bien llamado así, porque podría servir para empapelar a muchos), le permitió mantener en la Sede Central un despacho, una secretaria, un coche oficial y un chófer. Ahora, nuestro Presidente dice que lo de Bárcenas no es un asunto del Partido. Quizá no se enteraba de que seguía teniendo estatus de ejecutivo en la sede del Partido. Al menos a mí, sí que me parece un asunto, si no del Partido, ejecutado al menos desde el Sancta Santorum del mismo.

Pese a lo que se diga, estoy convencido de que:

Ana Mato fue y es una mujer honrada.
Cristóbal Montoro fue y es un hombre honrado.
Mariano Rajoy fue y es un hombre honrado.

Pero no se enteran de lo que pasa. Y a los españoles no nos interesa que, con todo lo que estamos sufriendo, nos gobiernen políticos con poca capacidad para enterarse de lo que tendrían que haber visto.

Nos harían un gran bien a todos si, por razones puramente personales que nada tienen que ver con el desempeño de su función, empezaran a dimitir.

Porque como dice un grafiti:

Dimitir no es un nombre ruso.


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ACTUALIZACIÓN

El exmarido de Ana Mato sigue cobrando del PP

http://politica.elpais.com/politica/2013/02/04/actualidad/1359971314_997233.html

Hace dos días afirmó que todos los movimientos de cuentas (en el sumario de la Gurtel) eran responsabilidad suya y no de su mujer. Pero cuando por consejo de Aguirre abandonó su cargo, Mariano Rajoy lo aceptó como asesor, cobrando. Todo un ejemplo.

Claro que Mariano Rajoy tiene tantas cosas que no se enteró de lo que hacía.